En una plaza, dos viejitos arrojaban migas de pan a las palomas al mismo tiempo que observaban a varias parejas de enamorados que disfrutaban del lugar.
– ¿Alguna vez pensaste en casarte? – preguntó uno
de los ancianos.
– Sí. Claro que lo pensé. Desde mis tiempos mozos,
busqué a la mujer perfecta. Creí encontrarlo en Sandra, pero no le interesaba
la vida espiritual. Tiempo más tarde encontré a Carolina, pero no le prestaba
interés a las cosas materiales. Estaba demasiado volcada en lo místico. Después
estuve con Andrea, pero era demasiado alta para mí. ¿Y Paula? Demasiado baja.
Tiempo después llegó Raquel, bondadosa pero no era muy bonita, al contrario que
Lupe, muy bonita pero iracunda. Y así fue que seguí buscando y buscando…
– ¿Y nunca encontraste una mujer perfecta?
– Sí. Finalmente encontré a Cecilia. Era perfecta
para mí. Bonita, espiritual, práctica, de estatura media, amistosa…
– ¿Y qué pasó?
– El problema fue que ella también buscaba a un
hombre perfecto…
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