La porción Qui Tavó trata acerca de las llamadas maldiciones y bendiciones.
Está escrito que, a lo largo de la historia, cuando se leen las maldiciones
—que parecen ser negativas— la gente no quiere ser llamada a la Torá y recibir
la aliyá porque piensan que, con tan solo escuchar las
maldiciones, estas caerían sobre ellos. Sin embargo, el gran Kabbalista Rav
Yisrael, o el Maguid, de Koznitz siempre pedía específicamente esa aliyá.
¿Por qué?
"Por qué la humanidad pasa tanto tiempo de su vida con dolor y sufrimiento?”.
Aunque el Zóhar nos
dice que dentro de esas maldiciones hay grandes bendiciones ocultas, Rav Áshlag
dijo que la razón por la que Rav Yisrael de Koznitz pedía la aliyá de
las maldiciones no era porque mientras las leía pensaba: “Oh, me estoy
conectando con las bendiciones que están dentro de estas maldiciones”. Más bien
era porque las entendía en un sentido literal. Las maldiciones son incómodas, y
él las aceptaba como parte de su proceso.
Una de las preguntas
que Rav Áshlag hace en su introducción al Zóhar es: Si la Luz del Creador es
buena y la naturaleza de todo lo bueno es otorgar bondad, ¿por qué la humanidad
—formada por el Creador— pasa tanto tiempo de su vida con dolor y sufrimiento?
Porque la verdad es que nuestra alma en realidad nunca siente dolor. Nada de lo
que hablamos y experimentamos es el dolor de nuestra alma, más bien es la conciencia
del cuerpo, el Deseo de Recibir para Sí Mismo. Y un individuo que haya
eliminado completamente el Deseo de Recibir para Sí Mismo no siente dolor y
nunca lo sentirá.
Todo dolor que sentimos
tiene solo un propósito: hacer que reconozcamos que sentir así sea un mínimo
dolor es un resultado de nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo. Y solo hay una
cosa que podemos hacer con ello: convertir ese egoísmo completamente en Deseo
de Compartir. Mientras no cambiemos por completo nuestro Deseo de Recibir para
Sí Mismo en Deseo de Compartir, el dolor será una constante. Así pues, cada vez
que sentimos dolor es por un único propósito: darnos cuenta de que no podemos
aferrarnos más a nuestro ego, debemos soltarlo y transformarlo completamente en
Deseo de Compartir. Esto no es momentáneo, es la realidad de la conciencia del
cuerpo y el egoísmo. A veces solo hay un poco de dolor y aprendemos nuestra
lección, mientras que otras veces empeora… No porque el Creador nos esté
castigando, sino porque nuestra alma dice: “¡Dime en modo claro cuán rápida e
intensamente me tengo que librar de mi ego!”.
"Si nos quedamos
con nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo, habrá dolor”.
No hay otra opción.
Podemos orar y estudiar todo el día, hacer todas las conexiones y ser muy
caritativos, pero si nos quedamos con nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo,
habrá dolor; no hace ninguna diferencia cuán “espirituales” seamos o cuántas
acciones espirituales hagamos, porque no eliminaremos el ego y el dolor de ese
modo. Al saber esto, podemos entender que cuando Rav Yisrael de Koznitz se
dirigía a la Torá y decía: “Dame las maldiciones”, lo que en esencia decía era:
“Dame tanto como pueda soportar para impulsarme al máximo a cambiar”. Porque
como Rav Áshlag explica: no hay forma de escapar del dolor salvo mediante la
transformación absoluta del ego.
Si somos sinceros con
nosotros mismos, ¿cuántos de nosotros, en cada momento de dolor e incomodidad,
decimos que es culpa de alguien o algo más? No obstante, ahora entendemos la
importancia de reconocer por qué estamos sintiendo ese dolor y de
responsabilizarnos. De ahora en adelante, debemos recordar que la razón por la
que lo sentimos es porque en ese momento nos piden que nos libremos más de
nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo. Una vez que lo hagamos, no habrá dolor.
Por lo tanto, un regalo
que recibimos de las maldiciones de Shabat Qui Tavó es despertar mediante el
dolor, entender que no hay otra salida. Debemos concentrarnos de forma extrema
en la disminución de nuestro ego, para que cada vez que llegue el dolor digamos:
“Entiendo por qué ocurre esto. Me está indicando que sigo apegado a mi ego y a
mi naturaleza egoísta”. Porque si seguimos apegados a esas cosas, significa que
quizá solo estamos sintiendo un poco de dolor ahora, pero que ese camino nos
lleva a más dolor si no lo transformamos. Desafortunadamente, no hay un camino
intermedio en el que podamos ser un poco espirituales, estar mínimamente
conectados y de todas formas disminuir algo de dolor. No funciona así. No
obstante, la buena noticia es que, si nos lo tomamos en serio y lo entendemos,
podremos trabajar a fin de pasar al otro camino, aquel en el que sin importar
nada, nunca hay dolor.
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