POR JOSÉ VERDU
¿Una fuerza increíble? ¿Ser invisible? ¿Control mental?
¿Visión con rayos x? No me gustaría convertirme en un mutante verde como el
Increíble Hulk, pero columpiarme en cuerdas como el Hombre Araña podría ser
genial.
¿Qué superpoder
elegirías?
La pregunta me encontró con la guardia baja, lo que no sucede a menudo cuando llevas décadas dando clases. Aliza, la «periodista» del periódico escolar, me preguntó: «Rabino, si pudiera tener cualquier superpoder, ¿cuál elegiría?».
Analicé mis opciones. ¿Una fuerza increíble? ¿Ser invisible?
¿Control mental? ¿Visión con rayos x? No me gustaría convertirme en un mutante
verde como el Increíble Hulk, pero columpiarme en cuerdas como el Hombre Araña
podría ser genial.
La pregunta es más que una variación del famoso escenario
del “genio en la botella”. La posibilidad de pedir tres deseos limitando el
campo de las posibilidades es mucho más sencilla, y te enfoca en lo que quieres
‘tener’, en oposición a lo que deseas ‘ser’.
Irónicamente, fueron dos judíos los que llevaron todo el
género de los superhéroes a la conciencia colectiva de la cultura popular. En
1933, Jerry Siegel y Joe Schuster, dos adolescentes judíos de Cleveland,
respondieron ante el eminente ascenso de Hitler al poder en Alemania, creando
el famoso personaje de caricaturas, Superman, un defensor de la verdad y la
justicia al estilo norteamericano. El único momento en el cual no podían
trabajar en su proyecto era los jueves a la noche, cuando su «mesa de dibujo»
era confiscada por la madre de Joe que la usaba para amasar sus jalot de
Shabat.
Batman, el Hombre Araña, Capitán América y Linterna Verde
también fueron creados por judíos. Para el judío todavía no asimilado que
trataba de encontrar su lugar en la sociedad gentil, el alter ego invencible de
la persona «diferente» y poco adaptada, pero de buenos modales, era el símbolo
perfecto de la ambivalencia cultural.
La tradición judía tiene su porción de grandes héroes.
Sansón venció a los filisteos con fuerza sobrehumana. Naftalí, el hijo de
Iaakov, poseía una velocidad excepcional. Los profetas bíblicos predijeron el
futuro y efectuaron innumerables milagros, incluyendo por lo menos dos
incidentes de resurrección de los muertos. La literatura cabalística incluye relatos
creíbles de sabios que conocían los pensamientos secretos de otras personas o
sus historias personales.
Para entender correctamente estas narraciones, es necesario
entender que las personalidades de la Biblia no son personajes de caricaturas.
Moshé era sumamente superior a todo lo que podía llegar a hacer Charlton
Heston, y el recuerdo de Sansón no es debidamente representado por su habitual
presentación como una caricatura de la Federación Mundial de Lucha Libre. Los
héroes bíblicos del judaísmo eran personas reales que, a través de una
dedicación y un sacrificio extraordinario, lograron cosas extraordinarias.
La responsabilidad del poder
Sin embargo, hay un punto común crítico entre los héroes de
la tradición judía y los héroes de las caricaturas de fantasía: todos reconocen
que sus talentos y habilidades los obligan al servicio social, por encima de
sus intereses particulares. Como le dijo Cliff Robertson a Tobey Maguire en el
Hombre Araña: «Con un gran poder viene una gran responsabilidad».
Los héroes de la Biblia no buscaban la grandeza. Moshé trató
de evitar el yugo del liderazgo de la nación. El profeta Jeremías protestó
diciendo que era demasiado joven y carecía de experiencia para reprochar a sus
hermanos judíos. La misión divina de Sansón fue profetizada antes de su
nacimiento. Sin embargo, cada uno de ellos se puso a la altura de las
circunstancias que les impuso el poder que les otorgó su Creador.
Consideremos la estructura de la plegaria judía diaria,
compuesta por los Sabios, que incluye todas las posibles categorías de pedidos.
Pedimos entendimiento, para poder saber la diferencia entre el bien y el mal.
Pedimos perdón, arrepentimiento, redención de nuestros problemas, salud, guía y
la llegada de la era mesiánica. En síntesis, le pedimos a Dios que nos brinde
los recursos que necesitamos para ayudar a cumplir Su plan para la creación.
Nada de esto requiere superpoderes.
Los verdaderos héroes
Entonces, ¿qué debemos pedirle al Creador? El judío devoto
comienza su día con este pedido: No nos dejes en las manos del pecado
negligente ni de la transgresión desenfrenada, ni en manos de las pruebas y la
desgracia; que no caigamos bajo el dominio de la Inclinación al Mal y aléjanos
de las personas malvadas y de toda mala compañía. No pedimos
superpoderes para vencer a nuestros enemigos, sino fuerza interior y protección
Divina para dominarnos a nosotros mismos.
La atracción del poder sobrehumano y de los superhéroes
místicos surge de una romántica sed de aventuras que en comparación lleva a que
la vida común y corriente sea insatisfactoria. Nuestras vidas nos resultan
mundanas y en consecuencia anhelamos la emoción de la fantasía. Descartamos el
valor de lo cotidiano y buscamos vivir indirectamente a través de lo imaginario
e inalcanzable.
Por eso es importante señalar que la Biblia Hebrea no
contiene ninguna palabra para romance ni aventura. Estos
son conceptos del mundo moderno, y ambos revelan la insatisfacción del mundo
moderno con la realidad.
Entonces, ¿qué superpoder elegiría? Todavía no puedo responderlo.
Y cuando se los pregunté a mis alumnos, ninguno se comprometió con una
respuesta. Quizás nuestra reticencia surge de nuestra valoración innata de que
en verdad todos somos superhombres en virtud del alma que reside en nuestro
interior. ¿De qué otra manera podemos explicar el coraje que impulsa a los
seres humanos a luchar cada día contra la ignorancia, los prejuicios, la
pereza, la impaciencia, la deshonestidad y el engaño? Conquistar a esos
enemigos día tras día y año tras año, y volver a la lucha cuando ellos logran
conquistarnos, esa es la medida del verdadero heroísmo.
No necesitamos superpoderes para ser extraordinarios.
Esforzarnos por desarrollar el potencial que recibimos de nuestro Creador nos
vuelve el más grande de los héroes.
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