En su libro Los trabajos de Hércules, Alice Bailey nos cuenta que, para su sexto trabajo, El Maestro (o El Gran Presidente, no em queda clar) encomendó a Hércules que viajara al pueblo legendario de las amazonas para traerle el cinturón de su reina, Hipólita.
No era un simple cinturón, sino un cinturón sagrado, regalo de la diosa Venus y símbolo de unidad, amor, sacrificio, fe y maternidad.
A su vez, mientras Hércules emprendía su viaje, Hipólita
recibió la noticia de que él estaba en camino y de que era su deber
entregárselo sin objeción.
Pero Hércules, siempre dispuesto a luchar, y sin escuchar a
Hipólita, que ya estaba preparada a confiarle el cinturón, se abalanzó sobre
ella y se lo arrebató, acabando también con su vida.
Entonces él, al darse cuenta, horrorizado por lo que acababa
de hacer, oyó hablar a su Maestro:
―Hijo mío, ¿por qué matar lo que se necesita, está cercano y
es querido? ¿Por qué matar a quien amas, la dadora de dignos obsequios,
custodio de lo posible? ¿Por qué matar a la madre del sagrado niño? Otra vez,
advertimos un fracaso. Otra vez no has entendido.
Desde su inconsciencia, Hércules no había comprendido que el
cinturón, es decir, la unión o el amor, no puede conquistarse o arrebatarse.
Tan sólo integrando su polaridad opuesta, la femenina, hubiera conseguido y
superado adecuadamente la prueba.
Hércules, pues, fracasó en su sexto trabajo, pero tiene una
nueva oportunidad y, salvando a la joven Hesione de una muerte segura, consigue
redimir el quebranto de una vida salvando otra: la acción incorrecta se
equilibra y supera la prueba.
Y así se lo hace saber su Maestro.
― El sexto trabajo está terminado. Tú mataste lo que te
estimaba y todo lo desconocido y lo no reconocido que te daba el necesario amor
y poder. Tú rescataste lo que te necesitaba, y así de nuevo los dos son uno.
Reflexiona otra vez sobre los caminos de la vida, reflejándose en los caminos
de la muerte. Ve y descansa, hijo mío.
El trabajo en Virgo nos invita a cultivar la tolerancia, la
compasión y la caridad, virtudes que permitirán que progresivamente seamos más
inclusivos y vayamos experimentando progresivamente el amor de síntesis.
El pensamiento semilla esotérico de Virgo es: «Soy la Madre y
el Hijo; soy Dios, soy materia».
Desde el punto de vista esotérico, Virgo también es la madre
cósmica. Es la parte receptiva, fertilizada por el aspecto padre o espíritu
positivo.
Según el pensamiento semilla, Virgo es al mismo tiempo madre e
hijo; es simultáneamente espíritu y materia. Virgo debe unir a ambos en sí
mismo.
El impulso de preservar la vida y el afán de superar la
existencia son motivaciones básicas del ser humano y corresponden a la ley de
la materia, al aspecto madre.
De forma similar, la necesidad de amar y comprender a nuestros
semejantes es un impulso fundamental del alma humana o de la conciencia Crística,
y corresponde al aspecto hijo.
El afán por servir y crear mejores condiciones en el mundo
para todos corresponde al Plan divino, a la voluntad o aspecto padre.
Estos tres aspectos actúan de forma conjunta a través del
signo de Virgo.
Por eso, para Virgo, el servicio a la Humanidad es el método
más efectivo de cooperar con las fuerzas esenciales interiores y con las leyes
internas de la vida, y de hacer posible el nacimiento del verdadero yo.
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