Todo está conectado con todo. No hay una hebra suelta en el gran tejido de la Vida. Por lo que todo influye en todo. Tu pensamiento influye en los acontecimientos. Los pensamientos humanos influyen en su historia. Entonces cabe preguntar, ¿qué hemos hecho mal para que en este momento el mundo esté como está.
Las guerras son una expresión de la visión que hemos tenido del mundo. Newton concibió el Universo como una gran máquina y Darwin nos hizo creer que la vida es cuestión de supervivencia, que no tiene nada que ver con la interdependencia y el compartir sino con el ganar, con llegar primero. Somos entes separados. El hombre es una máquina
superviviente. En una concepción así del mundo, la guerra pasa a ser el instrumento para logar el dominio y triunfar.Ahora sabemos que esta concepción está errada.
Con la observación del comportamiento del mundo subatómico se desarrolló la
física cuántica que poco a poco nos ha ido sacando de ese aislamiento para
situarnos en un mundo interconectado, con la conciencia como parte integral e
influyente del tejido de la vida. No somos entes separados, sino más bien,
somos parte fundamental de los procesos físicos. Nuestra relación con
la materia es crucial. Todos nosotros estamos conectados unos con otros y con
el mundo desde el fundamento mismo de nuestro ser.
Existe un “campo” en el universo cuántico en
donde las partículas subatómicas tienen su actividad, desde allí aparecen y
desaparecen. Podemos llamarle también el trasfondo de la existencia, en donde
se da toda la actividad del universo y constituye el depósito de toda la
energía posible.
Pero a pesar de aceptar este nuevo paradigma no
lo reflejamos en la conducta. Seguimos inmersos en un sistema que responde al
viejo paradigma, pero nos gusta hablar del nuevo. Cuando la conexión
de cada ser humano con su verdad interna sea la tónica de la época ya no habrá
guerras. Porque si reconociéramos lo que en verdad somos, si tuviéramos la
experiencia de sentir que no solo estamos aquí, sino que estamos presentes en
cada ser humano, no podríamos herirnos ni dañarnos.
Entra en ti, busca esa verdad con pasión.
Inténtalo una y otra vez. Invoca, pide ayuda, manda un SOS al universo, di que
quieres el contacto, reconoce que Dios está en todas partes, y que está en tu
corazón. Ubícate allí y desde allí busca eliminar todo el ruido externo,
escucha la canción del alma que se expresa en el latido de tu corazón y entra
en el silencio. De acuerdo con tus creencias, utiliza el método que te sea más
adecuado. Yo creo mucho en el ritmo y sé que, si se hace rítmicamente, a la
misma hora todos los días y si creas un espacio en tu hogar lleno de armonía
desde donde puedas silenciar los ruidos externos, es más fácil.
Algunos rezan, otros invocan, otros ponen toda
su atención en la respiración o en los amados Maestros. Hay muchos métodos,
todos son buenos, lo importante es la dirección, la constancia y el
convencimiento que no hay nada más importante en la vida que ese contacto.
Todo cambia cuando percibimos la vida desde la
unidad. Allí están todas las respuestas que buscamos. Este sistema de
tenencias, separaciones, diferencias, competencias y luchas tendrá que ceder su
lugar a otro más cónsono con la realidad descubierta y entonces, sólo entonces,
cambiaremos el rumbo de la historia.
Desde las profundidades del alma,
Carmen Santiago - fdnpcaracas@yahoo.es
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