por
Jennifer Hoffman
19
junio 2017
El 19 de Junio fue el día del padre en Estados Unidos, el día en que
celebramos nuestra relación con nuestros padres. Muchos no tenemos gran cosa
que celebrar, porque puede que nuestros padres hayan estado ausentes, que ni
siquiera los hayamos conocido, o que hayan sido tan distantes con nosotros a
nivel emocional que no encontremos ningún motivo en especial para celebrar
nuestra relación con ellos. Mi padre murió hace casi 30 años y, a pesar de que
pasé buena parte de mi vida enfadada con él y preguntándome si alguna vez
llegué a
importarle, ahora puedo comprenderle mucho mejor. Puedo incluso
agradecer todos los regalos que me hizo, en lugar de centrarme tan sólo en las
muchas oportunidades que desaprovechó de mostrarme cuánto me amaba y cuánto le
importaba. Los padres reflejan nuestras lecciones de poder y de amor, y a
menudo lo hacen a través de sus limitaciones, no de sus habilidades.
Al igual que muchos hombres de su generación, mi padre era un hombre
emocionalmente herido. Quedó huérfano con cuatro años durante la Segunda Guerra
Mundial y unos extraños le adoptaron cuando tenía siete. Pasó buena parte de su
vida preguntándose qué le había ocurrido a su familia de origen y por qué no
era digno de estar con ellos. Era una persona tranquila, reservada y emocionalmente
desconectada. Sin embargo, a veces supo consolarme, como la primera vez que me
rechazó un chico que me gustaba. Me dijo que era muy hermosa y que algún día
encontraría alguien que me amara y me apreciara, alguien que fuera cariñoso y
comprensivo conmigo.
Quería que mi padre fuera poderoso y fuerte para protegerme, quería que
me mostrara su amor para saber que era digna de ser amada. Pero él no se amaba
a sí mismo ni se sentía merecedor de amor debido a sus experiencias de vida,
por lo que no podía darme esa clase de amor.
Mi padre, como tantos hombres de su generación, estaba consumido por el
dolor, la rabia, la tristeza y la impotencia, y no sabía expresar sus
emociones. Para su generación, los sentimientos eran cosa de mujeres, y “los
chicos no lloran”. Sé que no podía darme lo que no tenía, aunque creo que le
habría gustado poder hacerlo. Simplemente, no sabía estar presente a nivel
emocional consigo mismo, de manera que tampoco podía estarlo conmigo.
Tengo la sensación de que ahora conozco a mi padre mejor que nunca y de
que he podido aceptarle tal cómo era. Dejé de estar enfadada por la persona que
nunca llegaría a ser, porque aprendí a aceptar que nunca podría llegar a serlo.
Me llevó mucho tiempo darme cuenta de eso. Tenía muchas expectativas respecto a
él y estaba enfadada con él por no estar a la altura. No podía percibir su
dolor porque quería que fuera él quien aliviara el mío, quien me mostrara que
yo era poderosa y digna de amor.
Mi padre vivió conmigo durante los últimos meses de su vida y me dio la
oportunidad de ver de cerca lo profundo que era su sufrimiento a nivel
afectivo, su sensación de no ser digno ni de merecer, el profundo dolor que le
ocasionó el haber sido separado de su familia, la tristeza que llevaba dentro y
que había cerrado su corazón. Justo antes de morir me dijo que me quería, que
estaba orgulloso de mí y se disculpó por no haber sido mejor padre. Le llevó
más de 30 años poder decírmelo: era la prueba de amor y de sanación que yo
necesitaba.
También fue un punto decisivo para mí. Podía aceptarla y seguir adelante
o continuar enfadada y rechazar este regalo porque era demasiado pequeño y
llegaba demasiado tarde. Elegí aceptarlo (aunque no lo hice inmediatamente),
agradecida de que me amara lo bastante para encontrar el valor de decírmelo,
aunque fuera en los últimos momentos de su vida.
Gracias a la comprensión que nos da la experiencia, a la sabiduría que
nos da la edad y a la compasión que nos proporciona el hecho de ser también
padres, ahora sé que las limitaciones emocionales de mi padre fueron un regalo
para mí. Podía elegir entre ser igual que él o ser lo más abierta posible
emocionalmente, y terminar así con el legado de esa generación de dolor, pena,
rabia, impotencia y distancia emocional.
Elegimos a nuestros padres para poder sanarnos a nosotros mismos,
incluso a nuestros padres distantes, a nuestros padres ausentes, abusivos o
heridos. La creencia de que los padres deberían ser o deberían haber sido
____________ (podemos rellenar el espacio con nuestras propias creencias) les
carga a ellos con el peso de nuestra propia sanación y limita nuestra habilidad
de sanar y de aprender de nuestro viaje compartido.
Tanto si fueron terriblemente abusivos o extraodiariamente amorosos, les
elegimos por alguna razón. Cuando podamos ser compasivos, perdonarles y
perdonarnos a nosotros mismos, podremos dejar ir vidas enteras de rabia y
decepción, y aceptarles por lo que eran, seres humanos haciendo las cosas lo
mejor que sabían con lo que les habían enseñado. Tanto si tuviste una
experiencia hermosa o muy pobre con tu padre, él forma parte de tu grupo del
alma. Representa un aspecto importante y es otro espejo en tu viaje de
sanación.
El día del padre suele coincidir con la semana del Solsticio, que
celebra el día de luz solar más largo del año y, en Astrología, el sol
representa al padre. Es un motivo más para adquirir una perspectiva más amplia
de todas nuestras relaciones pero, especialmente, de aquellas que más nos
cuesta comprender o asumir porque nos parecen insatisfactorias en muchos
sentidos.
A la hora de decidir si vamos a pasar el resto de nuestras vidas
resentidos con nuestros padres por sus escasas habilidades emocionales, o si
iremos más allá de esas emociones para llegar a verles con comprensión y
compasión, también deberíamos considerar el actual despertar de la energía del
Divino Masculino. Hemos celebrado el despertar del Divino Femenino tras eones
de represión, lo cual formaba parte de nuestro legado atlante, como describo en
mi libro “El legado atlante”. La energía del Divino Masculino representa la
reunificación de lo masculino con su centro del corazón, del que lleva
desconectado tanto tiempo como el Divino Femenino estuvo desconectado de su
poder.
Durante innumerables siglos de guerra, muerte, dominación y control, el
corazón de la energía masculina ha estado roto y consumido por el dolor que su
propio su trauma generaba. Ahora es momento de que vuelva reconectarse a nivel
de corazón, para que los hombres puedan sentirse de nuevo completos e íntegros.
De esta forma, podrán volver a sentir el amor incondicional que forma parte de
su impronta divina. Hoy podemos verlo en la generación más joven de padres, que
cuidan y atienden a sus hijos como los padres de mi generación nunca lo
hicieron.
Al perdonar a nuestros padres liberaremos esa vieja energía y abriremos
los portales a un poderoso renacimiento energético que bendecirá a las futuras
generaciones con padres amorosos, compasivos, comprensivos y conscientes de su
poder. Padres que sabrán expresar el amor que hay en sus corazones a todas las
personas que haya en sus vidas. Y, al hacerlo, podremos acabar con el legado
del paradigma masculino de dolor que tanto nos ha limitado a la hora de
reconectarnos con nuestro propio centro divino y de poder conectar unos con
otros.
Derechos de autor reservados ©
2017 por Jennifer Hoffman. Pueden citar, traducir, reimprimir o referirse a
este mensaje si mencionan el nombre de la autora e incluyen un vínculo de
trabajo a: http://enlighteninglife.com
Traducción: Rosa García
Difusión: El Manantial del Caduceo en la Era del Ahora
http://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
https://www.facebook.com/ManantialCaduceo
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