El simbolismo del número 3 está íntimamente relacionado a la
llamada “Ley del Triángulo”, que es estudiada en profundidad en las
escuelas rosacuces y hermetistas modernas.
¿En qué consiste esta Ley? Pues bien, esta Ley universal establece que
cada efecto tiene una causa que siempre contempla dos condiciones, una activa
(positiva) y otra pasiva (negativa), que al ser unidas generan un efecto.
En otras palabras, se postula la existencia de dos fuerzas raíces: una
de empuje (principio activo, yang, Shiva) que dirige la energía y otra de
resistencia (principio pasivo, yin, Shakti) que la ejecuta, y de esta
interacción se produce una tercera condición que implica un movimiento.
El rosacrucismo moderno explica que “el Triángulo con sus tres
puntos representa la perfecta creación” (1), es decir que todos los
acontecimientos cósmicos (tanto físicos como metafísicos) están subordinados a
la ley del Triángulo, que rige toda manifestación. Ninguna manifestación perfecta
puede producirse ni estar completa, si no aparecen estos dos polos que originan
un tercero. Al reunir al Uno (principio activo) y al Dos (principio pasivo),
aparece una tercera condición que contiene las cualidades de las dos primeras
pero constituye a su vez una realidad diferente:
1 + 2 = 3
Esta idea aparece bien explicada en el “Kybalión”, donde podemos leer
dos postulados de gran importancia:
Dualidad cósmica (Principio de polaridad):“Todo es doble, todo tiene
dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo
mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los
extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas
pueden reconciliarse”.
Tercera condición (Principio de generación): “La generación
existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la
generación se manifiesta en todos los planos”.
El ser humano, como entidad microcósmica (reflejo del Macrocosmos),
posee una naturaleza dual (material y espiritual), por lo tanto es un “ser de
dos mundos” -aunque trino en su manifestación- donde aparece una tercera
condición que lo “anima”, le otorga “vida” y que justamente recibe el nombre de
Ánima (Alma).
El Alma es el puente que conecta a estos dos mundos, a estas dos
energías que parecen antagónicas. De ahí que las escuelas iniciáticas
contemplan al Cuerpo y al Espíritu pero centran su trabajo en la purificación
anímica y su trabajo ascético está dedicado al Alma.
La Iniciación misma, contemplada desde esta perspectiva,
significa la concordancia de estas dos realidades y el encuentro virtuoso de
estos dos puntos en un tercero, que representa la plenitud, el equilibrio, la
realización plena, el desarrollo de todo nuestro potencial.
La llamada “Santísima Trinidad”, así como todas las trinidades que
aparecen en las diferentes religiones -tanto de Oriente como de Occidente- son
una consecuencia directa de la Ley del Triángulo, muchas veces expresada como
Padre-Madre-Hijo. Mientras que el filósofo Hegel hablaba de tesis, antítesis y
síntesis, los indos hablan de Creación, Conservación y Destrucción (o mejor
dicho, Transformación), representados en las tres dioses de la Trimurti:
Brahma, Vishnú y Shiva.
Notas del texto
(1) Scott, Virginia: “The Law of the Triangle” en la revista
rosacruz “The Mystic Triangle” de junio 1928
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