Por Karen Berg
Siempre me ha encantado "Los miserables" de Victor Hugo porque
un poderoso y transformador acto de bondad redime y repone al héroe de la
historia.
El personaje principal del libro se llama Jean Valjean, un convicto que
fue injustamente encarcelado durante diecinueve años por haber robado una
hogaza de pan para alimentar a su famélica hermana.
En la escena introductoria, Valjean, recientemente puesto en libertad
bajo palabra y
categorizado como un marginado de la sociedad, es acogido por
monseñor Myriel, un generoso y hospitalario anfitrión sobre quien el narrador
relata:
“El dolor, que reinaba por todas partes, era para él siempre ocasión de
bondad inquebrantable”.
Valjean, temeroso, amargado y bastante desesperanzado con respecto a su
vida, le roba plata al bondadoso monseñor antes de escaparse en medio de la
noche. Rápidamente, la policía lo atrapa y lo lleva de vuelta a donde el
monseñor para que regrese los bienes robados. Pero cuando la policía le dice al
monseñor que habían encontrado la plata en el bolso de Valjean, él les dice que
se la había regalado. Luego regaña a Valjean por no haberse llevado también los
candelabros de plata.
Cuando la policía se va, el monseñor le dice a Valjean que use esos
objetos para convertirse en un hombre bueno y honorable. En ese momento de
bondad sin razón, el corazón de Jean Valjean pasa a situarse en el lado de la
Luz. Durante años sufrió con odio y amargura por ser enviado a la cárcel por
tanto tiempo. Ahora, en esta escena, se restaura su fe. Un torrente de perdón
desvanece su oscuridad. La bondad del monseñor atravesó la armadura que
protegía a su corazón y su espíritu se despierta. A lo largo del libro ves cómo
esta situación transformadora afectará y cambiará para bien a muchas personas
más.
A veces creemos que no hay manera de darle un giro a una situación. Ha
pasado ya mucho tiempo, quizá hemos sufrido una injusticia o quizá sintamos que
tenemos razón en aferrarnos a la ira y la amargura. A veces caemos en una
ilusión de desesperanza y olvidamos que la Luz del Creador, que todo lo
incluye, está con nosotros en cada una de nuestras circunstancias.
Pero esta historia muestra que en un instante, un simple acto bondadoso,
de gracia, puede cambiarlo todo. Además, todos tenemos el poder de ser la
fuerza sanadora de bondad para alguien más.
Esta semana, los estudiantes de los Centros de Kabbalah de todo el mundo
se reunirán en las sucot para atraer esta energía de misericordia, bondad y
amor para todas las naciones del mundo. Sucot es una abertura cósmica a través
de la cual este amor fluirá hacia nosotros como un río que puede apagar el
egoísmo y el dolor que arde en la humanidad.
Que nuestros corazones estén abiertos para que podamos ser transformados
por esta energía, para que podamos proyectarla hacia el mundo y compartirla con
toda la humanidad en el año entrante.
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