“Quien no encaja en el mundo está cerca de
encontrarse a sí mismo” (Hermann Hesse)
Vivir
en una sociedad deshumanizada que desdeña cualquier ideal trascendente suele
ser una carga pesada para muchos caminantes, que terminan sintiéndose solos,
“sapos de otro pozo”, “bichos raros”, “patitos feos”, etc.
A fin
de “encajar”, muchas personas optan por renunciar al Camino, del mismo modo que
el personaje de Cifra se arrepintió de haber elegido la píldora roja en la
película “Matrix”, llegando a declarar ante el agente Smith que “la
ignorancia es la felicidad”.
“La ignorancia es la felicidad”
Pero, ¿es
realmente sano adaptarse a una sociedad enferma?
En las
últimas semanas he recibido varios correos de buscadores donde me hablan de
este sentimiento de soledad y de la necesidad de entrar en contacto con
personas afines al estilo de vida que propone la Filosofía Iniciática:
“Mi entorno es totalmente ajeno a este modo de vida
y me siento tan sola recorriendo el Sendero pero imagino es parte de lo que
debo vivir y superar”. (Aida de Guatemala)
“¿El camino interior debe ser recorrido solo? ¿Es
malo recorrerlo solo? Me siento un poco solitario en este sendero y mi sueño es
que EIFI-OPI sea una realidad en mi ciudad”. (Carlos de Santa Cruz, Bolivia)
“Soy chileno, vivo en la ciudad de San Felipe, acá
resulta dificil encontrar a alguien que me acompañe en este sentir. (…) Me siento
un tanto solo y las duras pruebas que he tenido que pasar han dejado lecciones
que aun debo aprender”. (Ricardo de San Felipe, Chile)
En verdad, recibo
decenas de mensajes de este tipo que podrían resumirse en tres palabras: “Me
siento solo”.
Hace
muchos años, allá por los 90, el maestro costarricense John de Abate (fundador
del Corpus Hermeticum) contaba una historia corta, extraña e interesante que
escuché de sus labios un par de veces:
“Un explorador se encontraba totalmente perdido en
la selva. Estaba sediendo, débil y a merced de las alimañas y los animales
feroces. De pronto divisó a lo lejos a otro explorador. Corrieron y se
saludaron con algarabía, y ambos exclamaron: “¡Qué suerte que nos encontramos!”
John
solía terminar la historia con una sonrisa pícara y preguntaba: “¿Qué
nos revela esta historia?” Al principio me costaba entender el sentido
de este relato, pero con el tiempo se convirtió en uno de mis favoritos, pues
me sentí identificado con los exploradores. Me di cuenta que, aunque seguían
perdidos en un entorno hostil, estaban felices pues habían encontrado compañía
para transitar el camino. Y ciertamente, recorrer el sendero con otros
caminantes, aunque sea el más difícil de los senderos, es mucho más
gratificante.
Vivimos
en sociedad y muchas veces tenemos que participar en instancias sociales que no
nos agradan, con personas que están muy lejos de nuestros ideales y que
representan todo lo malo de esta sociedad corrompida. No siempre podemos zafar.
En ocasiones, tenemos que participar en eventos, reuniones e incluso convivir
en ámbitos laborales que tratan de arrastrarnos a lo “común”, a lo “normal”,
emparejar para abajo. Todo esto es inevitable, uno no puede ni debe darle la
espalda al mundo y aislarse de su entorno. Eso no solamente no sería sano sino
que sería un mero escapismo. Por otro lado: si la vida nos ha llevado a esos
lugares ciertamente tenemos cosas para aprender de esos sitios y, por lo tanto,
no deberíamos juzgar a los que se encuentran “del otro lado” (quizás
anteriormente éramos como ellos o peores) sino tratar de descubrir cuáles son
las lecciones que tenemos que aprender de esas situaciones.
De cualquier modo, es importante que -en esos
momentos incómodos en lugares tóxicos, espesos y catingudos- imitemos a las
salamandras y que permanezcamos en el fuego sin quemarnos, entrando en contacto
con la corrupción sin corrompernos. Así puede entenderse la frase tradicional
que reza: “Cuando un hombre
espiritual entra en una taberna, éste se convierte en su templo. Cuando un
borrachín entra en un templo, éste se convierte en su taberna”.
En
verdad, nunca caminamos solos. Por más que otros piensen lo
contrario, no somos “bicho raros” ni “patito feos” ni “sapos de otro pozo”. Si
vibramos en sintonía con el Ideal Iniciático, entonces formamos
parte de la vanguardia, de la avanzadilla de un mundo nuevo y
mejor. De ahí la importancia de no dar el brazo a torcer ni de adaptarnos a una
sociedad suicida e insana. Es importante que resistamos y que te convirtamos en
partisanos de un mundo nuevo y mejor, en agentes de la revolución más
importante de todas: la revolución de la conciencia.
Nuestra
sociedad profana (hoy sociedad de consumo) necesita seres humanos dóciles que
se ajusten a un “patrón de normalidad” para que puedan ser manipulados con más
facilidad. Sin embargo, esta “normalidad” que nos quieren vender siempre
termina fomentando comportamientos que desde un punto de vista espiritual son
totalmente “anormales”: la competencia, el relativismo, el consumo, la búsqueda
del “confort”, la permisividad, el hedonismo, la opulencia, la cosificación de
la Naturaleza, etc.
En otras palabras: lo
que es normal para el profano es anormal para el iniciado y lo que es normal
para el iniciado es anormal para el profano. De ahí que Jacob Böehme aconsejara:“
Avanza allí donde es más duro el camino, abraza lo que el mundo rechaza, y no
hagas lo que hace el mundo. Avanza en todo de manera opuesta al mundo. Ese es
el camino más corto para alcanzar el amor de Dios. (…) “Como al mundo sólo le
gustan el engaño y la vanidad y avanza en un camino equivocado, si quieres
defender lo contrario en todas las cosas, lo que tienes que hacer es avanzar
únicamente en el camino recto, pues el camino directo se opone en todo a los
caminos por los que avanza el mundo”.
Sobre esto, Erich Fromm decía: “Se supone ingenuamente que el hecho de que la mayoría de la gente comparte ciertas ideas y sentimientos demuestra la validez de esas ideas y sentimientos. Nada más lejos de la verdad. La validación consensual, como tal, no tiene nada que ver con la razón ni con la salud mental. El hecho de que millones de personas compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes; el hecho de que compartan muchos errores no convierte a éstos en verdades, y el hecho de que millones de personas padezcan las mismas formas de patología mental no hace de esas personas gentes equilibradas”. (1)
En
nuestros días de globalización y de un bombardeo constante para fomentar un
pensamiento único que nos aborregue, los nobles caminantes tenemos
que aceptar que somos una minoría muy pequeña y que la Filosofía
Iniciática sigue siendo muy marginal. Pero aun así, no estamos
solos. Existen muchos compañeros de ruta que están recorriendo el mismo
camino, enfrentando a los mismos dragones, combatiendo en las mismas guerras.
Recordemos siempre esto
y no nos dejemos seducir por el rebaño. Que no nos vendan espejitos de colores
y no nos dejemos convencer por el pensamiento único.
¿Sabes
qué? Hay una alternativa a esta sociedad degradada. Hay otro mundo
posible. Y ese mundo no depende de gobernantes, ni de los poderosos, ni de los
“otros”. Depende de ti. Como dijo Mahatma Gandhi: “Sé el cambio que
quieres ver en el mundo”.
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