Las
lluvias torrenciales no paraban y las gentes del pueblo, desesperadas,
acudieron al sabio ermitaño que vivía en una cabaña cercana.
El
anciano escuchó a los aldeanos y dijo que haría todo lo posible para detener la
lluvia.
Después
de esto, el sabio acompañó a la comitiva de regreso al pueblo y se sentó en el
centro de la plaza a meditar, ante la mirada esperanzada de los pobladores del
lugar.
Transcurrida
una hora, la lluvia increíblemente se detuvo, las nubes se disiparon y volvió a
salir el sol.
El
pueblo, lleno de algarabía, salió a festejar a las calles y a felicitar al
viejito que les había ayudado a resolver su problema.
Un
niño, finalmente preguntó al sabio: “¿Y cómo has parado la lluvia?”
Y éste
respondió: “Simplemente he parado mi tormenta interior y mágicamente se
ha detenido la tormenta exterior”.
“Así como es arriba es abajo, así como es adentro
es afuera”
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