Por Karen Berg
Viktor
Frankl dijo: “Cuando ya no podemos cambiar una situación, nos
encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”, y cuán
verdadera es esta frase. Sin embargo, el poder de cambiarnos a nosotros mismos
no sólo existe en esos momentos restrictivos en los que somos acorralados en
circunstancias extremas. Al aumentar nuestra conciencia para vivir la realidad
desde un punto de vista más espiritual, nos damos cuenta de que todo —lo bueno,
lo malo, los ascensos, los descensos y cada desafío que enfrentamos— se
presentan para que podamos avanzar y convertirnos en algo mejor de
lo que somos
hoy. Somos puestos a prueba en nuestra vida porque a través de esos desafíos
revelamos quiénes somos; “mostramos de qué estamos hechos”, como dicen.
Esta
idea es algo que Avraham el Patriarca sabía muy bien. Avraham pasó por diez
pruebas distintas, pasó por lo que consideraríamos las situaciones más
dolorosas y, aun así, en ningún momento cayó en una conciencia de “víctima”.
Pudo haber dicho fácilmente: “Dios, ¿por qué me está pasando esto? De verdad,
yo soy justo, no me merezco esto… ¡Soy Avraham el Patriarca, por todos los
cielos!”, pero, más bien, está escrito en la porción de Jayéi Sará que Avraham
estaba “entrado en días”, es decir, cada mañana abría los ojos y le daba la
bienvenida al día que tenía por delante, lo hacía con la intención de enfrentar
sus desafíos para poder transformarlos en una realidad más positiva para él y
para el mundo con el poder de su amor y su certeza en la Fuerza de Luz de Dios.
Nunca se atascó en pensar que el “empaque” de la circunstancia externa era todo
lo que había: siempre despertó su poder interno para cambiarse a sí mismo y
expandir la presencia de su alma en el mundo. Vivió para encontrar la Luz en la
oscuridad.
Con
mucha frecuencia, al enfrentar nuestros propios desafíos, pensamos: ¿Cómo
puedo escapar de esta situación? ¿Cómo puedo evitar a esta persona? ¿Cómo puedo
conseguir una manera de NO lidiar con esto? Hacemos eso o entramos en
el oscuro umbral de la duda de la existencia de la Luz en nuestra vida o de la
validez del camino espiritual que hemos recorrido, olvidando así todos los
milagros que ya hemos visto. No obstante, Avraham en esta porción nos recuerda
y nos motiva a buscar la ventana que se abre cuando todas las puertas se
cierran; a encontrar ese lugar interior en el que tenemos la fortaleza y la
certeza para aceptar nuestros desafíos, sabiendo que siempre hay una manera, un
camino para superar la situación, aunque no se parezca a aquello que nos
imaginamos que sería una solución perfecta.
A
veces el primer paso es tan simple como asumir una postura mental fortalecida
de “De acuerdo, este es el desafío ante mí. Sé que aquí hay Luz a pesar de la
oscuridad que estoy viviendo. ¿Cómo puedo enfrentar esto de manera positiva?”.
La
espiritualidad no es algo que ocurre de manera espontánea. Mientras tengamos
aliento en los pulmones, siempre habrá una especie de prueba de fuego. Es
gracias a la aceptación, la lucha, la certeza y la superación que revelamos y
desarrollamos nuestro poder interno.
Sin
importar el obstáculo que enfrentamos, el desafío espiritual sigue siendo el
mismo: debemos “entrar en nuestros días”, vivir cada momento con el fin de
encontrar la Luz que existe en la oscuridad. El primer paso, por supuesto, es
simplemente saber que la Luz está allí.
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