Existen tres
movimientos que van marcando nuestra evolución. La materia (la forma) en su
estructura tiene el movimiento circular, El alma, (la conciencia) tiene un
movimiento cíclico espiral y el espíritu tiene un movimiento de progresión a
través del espacio.
Cuando el ser humano es atrapado por el materialismo y vive su vida
regido por los valores materiales el movimiento de la materia atrapa su
conciencia. Se mueve en círculos, como el burro de la noria que da vueltas sin
cesar en el mismo lugar, da vueltas y vueltas por las mismas
circunstancias, quién sabe con diferente apariencia, pero siempre repite el
mismo drama, la misma historia. Para un electrón, dar vueltas
alrededor del
átomo es fantástico, de esta manera, se sostiene la creación, pero para un ser
humano es terrible, es trágico... Las mismas traiciones, los mismos rencores,
las mismas guerras, las mismas pasiones....
Para que la
vida en la materia sea armoniosa, hay que dejar que la tendencia a la síntesis
que existe como el trasfondo de la creación, penetre la diversidad y la ordene,
le dé un norte, una dirección y la coloque bajo la influencia del alma.
Repetimos circunstancias pero las vivimos a otro nivel y vamos ascendiendo. Nos
repetimos, pero cada vez, en una vuelta más alta de la espiral. Cuando
empezamos a tener cierto contacto con la síntesis del espíritu, su energía hace
que el movimiento de progresión incida en el movimiento en espiral, atrayéndolo
y abriendo sus espirales.
La forma de avanzar del movimiento de
repetición de la materia al cíclico espiral del alma es el Servicio porque te
aparta del materialismo. “Dios es el que sirve” dijo una vez Gabriela
Mistral. Lo Divino se expresa como servicio en todas sus manifestaciones. La
naturaleza lo demuestra a cada instante. La luz del Sol es abundante y no hay
que pagarla. Todos los días son nuevos, no hay días usados; el aire que
respiramos también es gratis, el árbol no come sus frutos, los da, y si sigues
en esta línea de pensamiento descubrirás que Dios, sin lugar a dudas, es El que
sirve...
El triángulo del discípulo espiritual
es el estudio, la meditación y el servicio. De estos tres, el servicio es
fundamental porque aunque estudiemos las Escrituras, meditemos horas y horas,
si no servimos a los demás, permanecemos en el mismo lugar condicionados por el
movimiento de rotación, el Karma, Saturno...
Los Maestros nos dicen que sirvamos
hasta olvidarnos de nosotros mismos... ¿de quién en verdad nos olvidamos? De la
personalidad, que vive buscando retribución física, emocional y mental dando
vueltas alrededor de su egoísmo. Cuando logramos opacar a la pequeña persona
surge, de repente, la real Persona, el alma, la conciencia solar, tu verdadero
ser; y todo, todo, todo se torna distinto. Porque empezamos a ver la vida con
los ojos del alma, y nos conectamos con el alma de todas las cosas. Cuando, por
ejemplo, miramos una rosa percibimos su alma y esa rosa se devela en mil
formas, colores y aromas. Y así con todas las cosas. La creación se hace más
esplendorosa. Y cuando vemos a un ser humano y a través de sus ojos percibimos
su alma, todo cambia porque cuando el alma se mira a sí misma en otro ser, el
amor surge natural, como un manantial.
Pregúntate constantemente: ¿a quién
sirvo? Si me estoy sirviendo a mí mismo, reconozco que soy esclavo del peor
tirano que el ser humano jamás encontró: su propio egoísmo.
Cuando trabajes, ofrécelo como un
servicio a la sociedad, no lo hagas por dinero. El dinero vendrá, sin dudas,
pero si es tu móvil, te ata a la ley de la materia y al karma. Por lo tanto:
Trabaja para servir a la sociedad
Come para alimentar a los elementales
de tu cuerpo
Medita para llenar de luz el mundd
Reza en bien de todos.
No domines a nadie
Coopera en todo lo que puedas
Busca dar.
No tengas deudas con nadie.
Honra a quienes te trajeron a esta
encarnación, tus padres.
Cuida a las plantas, a los animales y
al reino mineral. Si contaminas entras en deuda con el planeta.
Honra a tu Maestro Espiritual
practicando su enseñanza.
Cuando la ley de atracción y su
movimiento cíclico espiral, que es la ley del alma, condicione mayormente tu
vida, empezarán a llegar las primeras influencias de la Ley de Síntesis, la Ley
del Espíritu. Entonces te convertirás en un imán de amor, te acercarás al
Espíritu que mora en ti, en progresión a través de espacio, y como el Gran
Imán, el Cristo viviente, podrás decir: “Mi Padre y Yo somos Uno”.
Es mi más ferviente deseo para ti,
Carmen Santiago
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