Por José L. Stevens
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Tendemos
a pensar en nuestros cuerpos como una unidad completa, pero también sabemos que
el cuerpo está formado por trillones de células, cada una con una tarea y una
misión. Cuando nuestros cuerpos son lesionados por algo tan pequeño como una
astilla o por algo tan traumático como una bala, los millones de células
alrededor de la herida responden inmediatamente para cerrar, desinfectar y
sanar la lesión. El cuerpo responde con una conmoción en el caso de una herida
más grande para evitar que la lesión se propague a otros órganos del cuerpo, posiblemente
evitando la muerte.
La reciente masacre en Las Vegas, los huracanes en
Texas, Florida y Puerto Rico, y las tormentas de fuego en California son todos
ejemplos de ello. Son agentes equilibrantes que intentan cambiar nuestro rumbo
en áreas donde el status quo ha hecho que los estilos de vida habituales se
hayan fraguado en concreto. Estas son áreas que ruegan por cambios y
transformaciones. La mayoría de estos eventos son tan catastróficos como para
asegurarse de que no puedan ser ignorados. La vida nunca será la misma para
muchas de las personas directamente afectadas por estos eventos e incluso para
aquellas personas que a menudo visitan estas áreas.
Estos no son los castigos de un dios enojado. Ese es el pensamiento de un alma bebé y una acusación irresponsable de aquellos con quienes podemos estar en desacuerdo, y tampoco es culpa de nuestra personalidad. Nuestras personalidades a menudo son las últimas en saber lo que nos está sucediendo. Sin embargo, en un nivel muy profundo, sabemos y aceptamos lo que se nos pide que hagamos para el nivel macro, del mismo modo que las células inmediatas alrededor de una herida se sacrifican para el mayor bien del cuerpo a un nivel micro.
Estos no son los castigos de un dios enojado. Ese es el pensamiento de un alma bebé y una acusación irresponsable de aquellos con quienes podemos estar en desacuerdo, y tampoco es culpa de nuestra personalidad. Nuestras personalidades a menudo son las últimas en saber lo que nos está sucediendo. Sin embargo, en un nivel muy profundo, sabemos y aceptamos lo que se nos pide que hagamos para el nivel macro, del mismo modo que las células inmediatas alrededor de una herida se sacrifican para el mayor bien del cuerpo a un nivel micro.
No hay accidentes en la vida o la muerte. Aquellos que
mueren en estos eventos son voluntarios en un nivel de esencia. La esencia
nunca es víctima de eventos aleatorios, ya que puede ver todo lo que viene. Es
la personalidad la que no tiene ni idea de lo que necesita ser o la que
correría gritando por lo que viene. Al igual que en la guerra, estos eventos
revelan heroísmo y cobardía, fuerza, resiliencia y debilidad, valor y
desesperación. Hay una oportunidad para que el karma se despliegue tanto en el
sacrificio como en el heroísmo y para que el karma se cree al salvar vidas o en
actos atroces de asesinato, robo, abandono y caos. En una escala mayor si los
humanos no nos perdiésemos tan a menudo, estos eventos catastróficos se
desvanecerían y no serían necesarios porque ya no necesitaríamos más los
recordatorios. Eso es lo que nos espera. Mientras tanto, el caos supremo reina.
Perdimos nuestro camino, pero sólo temporalmente. Lo estamos encontrando
nuevamente con cada desastre, cada catástrofe y cada trauma. Podríamos
encontrar nuestro camino a través de la celebración y la alegría, pero aún no
hemos aprendido esa lección como especie. Eso también espera por nosotros.
Cuando todo está dicho y hecho, estos eventos son, por
diseño, para reunirnos como personas, compartir nuestro dolor, compartir
nuestras pérdidas y ganar perspectiva. A medida que el fuego barre a través del
vecindario, ¿qué pasa con los argumentos mezquinos por la línea de una cerca?.
A medida que la muerte llueve desde arriba, ¿qué sucede con los pensamientos
sobre el pago del automóvil o si recibimos el respeto que merecemos en el
trabajo?
Según informes de primera mano del norte de
California, todas las personas se están ayudando unas a otras y especialmente
aquellos cuyas casas han sido devastadas por las llamas. Debido a que muchas
personas tienen que huir en cuestión de segundos y se van sin llevarse ni una
sola cosa, las donaciones están fluyendo, las comidas son preparadas, se provee
de ropa, junto con vecinos que abren sus casas a los refugiados sin hogar.
Nadie pregunta a qué partido político pertenece el otro o qué fe religiosa tienen.
De hecho, algunas personas han dicho que este es un estilo de vida
completamente nuevo y que nunca antes habían conocido a sus vecinos. Al verse
obligados a interactuar, muchas personas encuentran una extraña plenitud y
satisfacción en el nuevo experimento social. Nadie está yendo a trabajar, así
que las personas simplemente se ayudan mutuamente.
En definitiva, hay muchas opciones disponibles para
nosotros. Estos eventos pueden endurecernos, hacernos entrar con resentimiento
en desesperación y rigidizarnos o estos eventos pueden, en última instancia,
ablandarnos, llevarnos a la rendición, al perdón o la compasión, ayudándonos a
ver todo bajo una nueva luz. Muchas personas que sobreviven a los desastres
reflejan más tarde cómo los eventos inesperados cambiaron sus vidas para mejor.
Pudieron reemplazar sus cosas, pero una gran cantidad de “hoocha” (N. de T: del
Inka “energía pesada o estancada”), energía desagradable, fue apartada en el
proceso y obtuvieron una nueva vida. A veces la persona estaba abrumada con un
montón de reliquias antiguas, fotos del pasado, muebles y joyas, todo perdido
en la inundación o el fuego. Después de secarse las lágrimas, se sienten
sorprendentemente livianas, como si les hubieran sacado años de encima. En
última instancia, esto es lo que le sucede a casi todo en nuestras vidas.
Eventualmente nuestros autos se desgastan, las casas se derrumban, la ropa se
rasga y se desgasta, y el arte y otros objetos de valor son regalados cuando
morimos. No nos llevamos nada con nosotros salvo experiencia y lecciones
aprendidas. Algunas personas no quieren esperar a la muerte para experimentar
el impulso de perder sus anclas. Optan por hacerlo ahora mientras todavía están
vivos. Puede ser un inconveniente en términos de pérdida financiera, pero la
libertad vale la pena para muchos.
En el caso de que alguien haya muerto, las pérdidas
pueden ser enormes. La búsqueda de culpables quiere emerger, pero es en vano.
La muerte trae las lecciones de aceptación y liberación. Todos mueren y todos
seguirán muriendo sin importar cuánto nos promete la tecnología. Nunca sabemos
cuándo morirán nuestros seres queridos, aunque esperamos que vivan para
siempre. La primera lección es aceptación. La segunda lección es descubrir que,
en última instancia, la muerte es una ilusión porque sólo el cuerpo muere. En
nuestro sistema, todo esto lleva tiempo de aprenderse.
El cambio está en el aire. A medida que los incendios,
las inundaciones y las masacres minan nuestra sensación de seguridad y nos
despiertan, nuestra democracia está siendo desmantelada y destruida por una
bola de demolición de una administración. Esto fue predicho y está sucediendo
quizás más despiadadamente de lo que se anticipó. Lo que la administración no
nota es que todas las catástrofes están produciendo personas más despiertas y
personas más despiertas son peligrosas para los planes de la camarilla
autoritaria. Que el mejor hombre-mujer triunfe.
© Todos los derechos reservados. www.thepowerpath.com
Puede hacer copias de este escrito y distribuirlo en cualquier medio que desee, siempre y cuando no cobre por ello o lo modifique de ninguna manera. Debe acreditar al autor e incluir este aviso de copyright completo. Si bien el texto puede ser compartido, no se pueden publicar archivos de audio que incluyan conferencias, música y / o meditaciones de sonido en ningún sitio por ningún motivo sin el permiso por escrito de Power Path.
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Etiquetas: incendios de California, tormenta de fuego, huracán
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Traducción: Marcela Borean
Difusión: El Manantial del Caduceo
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