No penséis que el amor es eterno. Es muy frágil. Es
tan frágil como una rosa. Por la mañana está ahí, y por la noche se ha ido.
Cualquier cosa pequeña puede destruirlo.
De hecho, cuanto más elevada es una cosa, más
frágil es. Ha de ser protegida. Una piedra permanecerá, pero una flor
desaparecerá. Si arrojáis una piedra contra una flor, la primera no saldrá
dañada, pero la segunda será destruida.
El amor es muy frágil y delicado. Hay que ir con mucho
cuidado con él. Se puede causar tanto daño como para que la otra persona se
cierre y se ponga a la defensiva. Así es como nos cerramos. Si lucháis demasiado,
el otro comenzará a escapar de vosotros; se tornará más y más frío, más y más
cerrado, para no volver a ser vulnerable a vuestro ataque. Entonces lo atacaréis
más porque os resistiréis a esa frialdad. Se puede convertir en un círculo
vicioso. Y así es como se separan los amantes. Se alejan el uno del otro y
creen que el otro es el responsable, que el otro los ha traicionado.
De hecho, tal como yo lo veo, ningún amante ha
traicionado alguna vez a nadie. Es solo la ignorancia la que mata el amor,
nadie lo traiciona. Los dos querían estar juntos, pero, de algún modo, ambos
eran ignorantes. Su ignorancia les jugó malas pasadas que se multiplicaron.
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