Hace algún un tiempo, reflexionando sobre situaciones de la vida, vino a
mi mente una imagen que bien pudo salir de mi propia imaginación o ser la
proyección de una conciencia superior que quiso darme una enseñanza. Vi a mi
Maestro, a las orillas de un hermoso río, ofrecerme, como respuesta a mis
interrogantes, un canto rodado, una de esas piedras de superficies muy lisas
que se encuentran en los ríos. Al tomarla en mis manos sentí su suavidad, su
redondez y entendí su enseñanza que se desplegó en mi conciencia y me dejó lo
que ahora quiero compartir con todos ustedes.
El río es la imagen del fluir de la vida. En la corriente que fluye
percibimos la existencia del río pero en realidad el río es el equilibrio del
agua que entra y el agua que sale. Si no le entra agua se seca y si la
corriente se detiene y no desemboca en el mar se pudre. Así mismo es con la
vida.
Comprendí que la clave de la vida es el fluir, el dejar pasar, el
aceptar lo que la vida te ofrece sin resistencia. Es vivir con las manos
abiertas para dar y recibir sin retener. Y entonces la vida se convierte
en una danza, como la de los ríos que reciben el agua de los manantiales y la
entregan al mar. El canto rodado que me ofrecía el Maestro me hablaba de cómo
el agua, en su fluir, va puliendo las rocas y les va quitando todas sus
asperezas. De la misma manera las asperezas de la vida se van disolviendo, se
van borrando cuando aceptamos los sucesos que llegan a nuestra vida y
respondemos con amor y perdón, cuando no nos aferramos a nada, cuando no
detenemos el fluir de las cosas con nuestras creencias o apegos, cuando podemos
fluir libres, en el libre fluir de la vida.
Los ríos marcan un trazado sobre la superficie de la Tierra. En el
hinduismo cuando los ríos fluyen hacia el Este o hacia el Norte se dicen que
son ríos sagrados. Hace un tiempo tuve la oportunidad de navegar en un río que
tiene las dos direcciones, empieza fluyendo hacia el norte y luego cambia su
trayectoria y va hacia el este. Es el majestuoso Orinoco. Todavía recuerdo su
rugir, su fuerza, su gran caudal. Tuve la impresión que los grandes ríos son el
reflejo holográfico de rutas cósmicas trazadas por las estrellas.
La vida, como el río, también tiene un trazado, un plan. El alma que
encarna lo hace con un propósito. Y la vida te va llevando, como la corriente
del río, a cumplir ese propósito. Las asperezas surgen con la resistencia.
Cuando respondemos inadecuadamente a lo que la vida nos presenta se van
formando trabas que quedan almacenadas como memorias. Pero cuando la energía
del alma, que conoce el propósito, puede circular libremente en el cuerpo, las
emociones y la mente, se restablece el libre fluir y somos felices.
En otra de mis experiencias con los ríos, esta vez con el Río Jordán, en
ese lugar que se cree que Juan bautizó al Maestro Jesús, pude ver el disco
solar bailar en sus aguas. Era cerca de mediodía y la esfera solar se reflejaba
en las aguas que fluían sin cesar. Me dejé atraer por esa magia de la historia,
del lugar y de la soledad; y de repente escuché dentro de mí las palabras
bíblicas: “Este es mi hijo amado en quien he puesto toda mi
complacencia”, y me di cuenta que no sólo era Jesús su hijo
amado, éramos todos. Y me sentí amada, sostenida y bendecida por
ese mágico Sol que hacía que aflorara en mí, como nunca antes, la conciencia
solar que me hace y nos hace a todos Hijos de Dios, Hijos del Sol. Toda yo
reconocía mi ascendencia solar, mi origen. Miré el Jordán y sus aguas
fluyendo tranquilamente, lo bendije y le di las gracias por sostener, grabado
en los éteres, ese pensamiento forma del Hijo de Dios.
Las aguas de los ríos son puras y cristalinas en lo alto de las montañas
pero a medida que van cruzando valles y descendiendo al llano se van
contaminando. De la misma manera, la vida va atravesando regiones, desde lo más
sublime hasta lo más denso. Al igual que el agua, la vida va tomando diversos
colores, se purifica o se contamina dependiendo por la región que pase. Cuando
la vida fluye y atraviesa tu alma es pura y cristalina, pero cuando va a las
regiones inferiores en donde se encuentran los apetitos más densos se
contamina. Para que tu vida sea un fluir constante y cristalino sube a la
fuente, al manantial y bebe sus aguas. Encuentra tu verdad en el alma, en la
conciencia solar que eres, la que no muere, la que permanece siempre, y deja
que su mágico fluir atraviese todas tus regiones, tus pensamientos, tus deseos,
tus palabras, tus actos aportándoles la abundante vida de las altas esferas.
La vida es un milagro que se renueva a cada instante. Así como el río en
su fluir cambia constantemente y nunca te podrás bañar en el mismo río dos
veces porque el agua que corre ya no es la misma, así la vida se presenta nueva
a cada instante. Cada amanecer anuncia un nuevo día lleno de oportunidades para
aquellos que pueden percibir la riqueza de la existencia y el libre fluir de la
vida.
Los ríos son fuente de inspiración, nos acercan al fluir de la vida. Si
alguna vez te acercas a uno de esos hermosos ríos de nuestro planeta, recuerda
que ellos guardan secretos que pueden ser develados al alma atenta que al
identificarse con su fluir penetra en su propio fluir interno y entonces surge
el milagro, te colocas en el presente, en el tiempo del alma y descubres algo
maravilloso de tu propia existencia.
Busca un canto rodado. Si es posible tómalo tú mismo de un río. Entra en
contacto con la vida que lo sostiene y deja que te devele sus secretos.
Que fluyas libre siempre, en el libre fluir de la vida. Es mi deseo
constante.
Nota.. Edición y Difusión: Gala Shendrix
(https://haydenunparaisoparaelalma.blogspot.com)
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