por Jeff Foster
http://www.lifewithoutacentre.com/
Traducción:
Tarsila Murguía
Cuando estés
sentado con
algún ser
querido que amas y está sufriendo,
no pretendas
ser invulnerable.
No pretendas
ser fuerte.
Deja que tu
corazón se rompa un poquito, o mucho.
Inclínate ante
tu fragilidad, ante tu falta de respuestas.
Siente tu
tristeza, tu miedo, tus frustraciones.
Y tu culpa. No
eres un superhombre.
Es difícil ver
a alguien que amas sintiendo dolor.
Independientemente
de lo ‘evolucionado’ que estés, es difícil.
Ahora: Observa
hacia dónde va tu atención.
¿Se escapa de
tu cuerpo?
¿Estás
reteniendo tu respiración?
¿Te estás
ignorando u olvidando de ti mismo
en tu deseo de
‘ayudar’ o incluso ‘salvar’ al otro?
¿Estás
abandonando tu precioso cuerpo
en tu anhelo de
eliminar su dolor?
El universo no
necesita dos sufrimientos.
Uno es más que
suficiente.
Ofrece tu
presencia ahora.
Tu corazón
completamente abierto.
Tu escucha.
Llora con
ellos.
Valida el lugar
en el que se encuentran.
Pero recuerda,
no es tu trabajo salvarlos,
arreglarlos,
sanarlos,
eliminar su
dolor.
Esto depende de
Dios. Depende del Universo.
Tú no sabes lo
que es mejor para ellos.
Podrías estar
ofreciendo respuestas equivocadas.
Ellos están en
su propio viaje.
Su viaje no es
el tuyo.
(Esto no
significa que seas egoísta.)
Tu trabajo es
ser su amigo en este momento,
no su salvador.
Sé un reflejo
de su propia presencia,
de su valentía,
de su capacidad de soportar
hasta las
energías más intensas.
Para poder
cuidar de los demás
tienes que
cuidar profundamente de ti,
tienes que
cuidar significativamente de ti,
para que ese
cuidado se desborde,
para que ese
cuidado fluya hacia tu amigo,
incluso si él
no está consciente de eso.
No te abandones
en nombre de la
‘compasión’.
Recorre tu
camino ahora, no el de ellos.
Haz menos,
entonces. Irradia más.
- Jeff Foster
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