El
pasado sábado tuve el gusto de dar una conferencia en la ciudad de Buenos
Aires. En la ronda final de preguntas, un joven me hizo una pregunta bastante
incisiva: “¿Está usted iluminado?”. Mi respuesta fue rápida y
sincera: “No”, tras lo cual él preguntó: “¿Es posible
entonces hablar de la iluminación si no se está iluminado?”.
¡Touché!
¡Muy buena pregunta! En primer lugar tenemos que entender de qué hablamos
cuando decimos “iluminación”. Mariana Caplan, en su obra “A mitad de camino”
(tal vez el libro más lúcido sobre este tema) confiesa la dificultad de
encontrar una definición clara y advierte que si supiéramos lo que es la
iluminación… saldríamos “corriendo en dirección contraria” (1).
Esta
posición estratégica nos permite reconocernos como “seres de dos
mundos”, habitantes de dos espacios que parecen ser antagónicos pero que
pueden ser conectados (“iluminados”) a través de la conciencia. Por eso, el
excelente escritor Lee Lozowick habla de una “dualidad iluminada” donde
existe un pasaje consciente desde la dualidad ordinaria (“percibo dos
mundos y son irreconciliables”) hasta una dualidad iluminada cuyo
trasfondo es la conciencia no-dual (“percibo dos mundos
pero puedo conciliarlos y descubro que en el fondo solamente existe
la unidad”).
Aunque
existen miles de testimonios acerca del proceso de iluminación, no es fácil
encontrar seres iluminados. Chögyam Trungpa Rinpoché, quien estuvo al lado
de renombrados instructores, maestros espirituales y seres especiales, reveló
que solamente había conocido a tres personas iluminadas a lo largo de toda su
vida.
No
obstante, y aunque la escasez de maestros iluminados es fácilmente constatable,
muchos de ellos nos han transmitido su conocimiento a través de
“mapas”, describiendo en ellos con más o menos precisión los caminos de la
tierra del Espíritu.
Estos
mapas han sido conservados y estudiados por las escuelas iniciáticas de
Oriente y Occidente quienes han fundamentado sus doctrinas no en meras
especulaciones intelectuales sino en el testimonio confiable de estos nobles
caminantes del pasado. Esta cartografía trascendente nos sirve
para recordar lo que ya sabemos, ayudándonos a re-conocer el
sendero de regreso a casa.
Por
esta razón, las escuelas iniciáticas son una especie de club de
“amnésicos anónimos”, hombres y mujeres que han olvidado su naturaleza
esencial y que encuentran un método de entrenamiento eficaz que
les permite recuperar la memoria, en compañía de Hermanos que hablan el
mismo idioma.
Sin
embargo, y vale la pena aclararlo, las escuelas no están formadas por
iluminados que ya han llegado a la cima sino por peregrinos en tránsito,
personas que vuelcan sus esfuerzos cotidianamente para hallar su propio camino
desde la oscuridad a la luz.
Hay frase bastante
conocida en el ámbito espiritual: “Cuando uno está preparado, aparece
el Maestro”, la cual ha alentado a muchos buscadores a seguir
trabajando interiormente. No obstante, en muchísimas ocasiones esta frase
nos hace creer que llegará un Maestro exótico, de túnica y barba blanca que nos
elegirá y comprobará que somos “dignos” de recibir un conocimiento secretísimo…
¡No, no y no! Tenemos que entender que el único Maestro que vale la
pena es el Maestro Interno y que todos los maestros externos son
válidos en la medida que nos ayuden a reconocer a ese Maestro.
Las
enseñanzas sapienciales son claras: todas las personas, acontecimientos
y eventos externos llegan a nosotros a cubrir necesidades del Alma. Por lo
tanto, todo maestro exterior (gurú) es valioso solamente en este sentido. Pero
también debemos reconocer que aprendemos de todos y que, a veces, la enseñanza
llega a nosotros a través del canal más inesperado: nuestro hijo,
nuestra mascota e incluso un jefe exigente.
Algunas
personas se pasan toda su vida esperando a “su” Maestro perfecto
desaprovechando una a una las oportunidades que se le van presentando y
protagonizando una historia tan triste como la de la loca que pasó
toda su vida esperando a su amado del muelle
de San Blas.
Pero
volvamos a la pregunta inicial: “¿Es posible entonces hablar de la
iluminación si no se está iluminado?”. Sí, claro que sí, dado que tenemos la
fortuna de contar con un conocimiento acumulado a lo largo de los siglos en el
que tenemos plena confianza y que puede comprobarse a través de la
experimentación personal.
¿Y tú
qué piensas? Déjame tu comentario más abajo.
“Si uno no está iluminado, enseña lo que sabe, eso
es todo. Y si eso se hace con integridad y entrega al propio camino, se puede
ser una fuente de transmisión como cualquier otra” (Lee Lozowick)
Notas del texto
(1)
Caplan, Mariana: “A mitad de camino”
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