Un Maestro espiritual le preguntó a uno de sus discípulos: “¿Qué es para ti la
Iluminación?”.
El
muchacho, tras pensarlo unos segundos, respondió: “Para mí, la
Iluminación se asemeja a un soldado raso que se despierta un día en la
lujosa cama de un mariscal”.
Antes
que el Maestro pudiera decir algo, otro discípulo se adelantó y afirmó: “Yo
creo justamente lo contrario. Para mí, la Iluminación es parecida a un mariscal
que se despierta en el miserable camastro de un soldado”.
– Los
dos tienen razón -sentenció finalmente el sabio- y los dos se equivocan. La
Iluminación no es otra cosa que un encuentro de los opuestos. Por eso, se
parece a un soldado que despierta como mariscal y un mariscal que
despierta como soldado.
Notas
al margen
¿Quién
experimenta la Iluminación? No es el cuerpo ni el espíritu sino el Alma. Y
el Alma no es otra cosa que un puente entre el mundo material y el
mundo espiritual.
Por lo
tanto la Iluminación significa la reunión de los opuestos, la percepción
lúcida de un punto intermedio, lo que determina el descubrimiento pleno de
nuestra naturaleza “anfibia”.
Como
decía Plotino en sus Enéadas: “Por lo que hemos de convenir que las
almas tienen necesariamente una existencia anfibia: pues, por un
lado, viven en parte la vida inteligible, y por otro viven también en parte la
vida de este mundo, por más tiempo la primera las almas que conviven en mayor
grado con la inteligencia, y con más insistencia la segunda las almas que se
ven empujadas a ella, bien por su naturaleza, bien por circunstancias
fortuitas”.
¡Elige! ¿Discernimiento o Dolor?
Si
consideramos a la vida como una Escuela podremos apreciar que existen dos
formas diferentes de aprender o de desarrollar la conciencia: una
agradable (a través de la comprensión consciente) y otra desagradable (mediante
el dolor).
Dicho
de otro modo: si no aprendemos las lecciones de la vida “por las buenas”
(el discernimiento, el caduceo) tendremos que aprender “por las malas” (el
dolor, la lanza, el garrote).
El
profano (1) pasa toda su vida buscando el placer y huyendo del dolor. El
anacoreta, por el contrario, prefiere escapar del placer y centrarse en la
privación y el dolor.
No
obstante, tanto el placer como el dolor cumplen una función en nuestra
existencia. Es natural sentir placer. Sentimos placer al comer, porque si
la comida no fuera placentera no comeríamos. Sentimos placer al hacer el amor,
porque si el sexo no fuera placentero no tendríamos relaciones sexuales. Esto
significa que el placer (al igual que el dolor) es una necesidad
existencial asociada a nuestra supervivencia como especie, pero
permanecer en la dicotomía placer-dolor demuestra un grado de conciencia
bastante primitivo que está determinado por los estímulos sensoriales.
El
discípulo sabe colocarse por encima de estos opuestos. No
niega ni el placer ni el dolor, sabiendo que éste -como bien lo declaró Buddha
Sakyamuni- “es vehículo de conciencia” y por lo tanto elige el
caduceo del discernimiento, las dos serpientes enlazadas en la vara del dios
Hermes.
El
discernimiento
El
discernimiento es uno de los fundamentos del Sendero Iniciático (2). Los
indos le llaman “viveka” y afirman que -a través de él- es posible diferenciar:
• Lo
falso y lo verdadero
• Lo aparente y lo real
• La diversidad y la unidad
• La gratificación inmediata y lo que lleva a nuestro objetivo último
• Lo efímero y lo eterno
• El deseo vulgar y la voluntad (o deseo purificado)
• Ser del mundo y estar en el mundo
• Lo aparente y lo real
• La diversidad y la unidad
• La gratificación inmediata y lo que lleva a nuestro objetivo último
• Lo efímero y lo eterno
• El deseo vulgar y la voluntad (o deseo purificado)
• Ser del mundo y estar en el mundo
Colocarse
por encima de los opuestos significa contemplar el mundo con otros ojos, ya no
en relación al placer y al dolor sino en función de algo más trascendente, lo
que significa alinear nuestra existencia a lo Bueno, lo Bello, lo Justo
y lo Verdadero.
Todo
lo que nos pasa, todo lo que contemplamos, escuchamos o experimentamos, y toda
persona que se cruza en nuestra vida no es otra cosa que una
oportunidad para crecer, y a cada paso que damos siempre se nos presenta
una doble elección: actuar conscientemente o de manera inconsciente.
En
otras palabras, cada día, cada hora, en cada paso que damos, tenemos que ELEGIR si
optamos por el caduceo o si preferimos el garrote.
Pasar
del por qué al para qué
El
profano medio vive de garrotazo en garrotazo lamentándose de sus infortunios
hablando de “buena suerte” y “mala suerte” y preguntándose a cada paso “¿por
qué a mí?”, acusando con el dedo a un Dios viejo y de barba blanca que
imagina “arriba” y “afuera” sin detenerse ni un instante a preguntarse
“¿para qué?”.
Pasar
del “por qué” al “para qué” supone un salto, un hito consciencial, donde
empezamos a darnos cuenta que el mundo no solamente está lleno de sentido sino
que además existe una conexión invisible entre lo que pasa “afuera” y lo que
pasa “dentro” (Así como es arriba es abajo, así como es adentro es afuera).
En
este instante los “cuerdos” (aquellos que consideran que la realidad está
supeditada a las cosas que puedan pesarse, tocarse, medirse, olerse),
pasan a considerarnos “locos”, “chalados” “inadaptados”, pero simplemente -tal
como señala el apóstol Pablo- “la sabiduría de este mundo es locura
delante de Dios”. (I Corintios 3:18)
Es
justamente esta locura la que nos coloca en un espacio intermedio donde estamos
“en el mundo” pero ya no somos “del mundo” (3) y esto queda perfectamente
reflejado en arcano del loco que lleva el número cero, ni par ni impar (4).
Pero esa es otra historia…
Notas
del texto
(1)
Pro-fanum: Fuera o delante del templo, de espaldas a la realidad.
(2) Viveka es la primera cualidad discipular según la tradición inda. Krishnamurti, en la primera frase de “A los pies del Maestro” declara: “La primera cualidad es el Discernimiento”, que no es otra cosa que Viveka.
(3) Juan 15:18 y 17:16
(4) Hay dos cartas del tarot que muestran esto muy claramente: el loco y el colgado.
(2) Viveka es la primera cualidad discipular según la tradición inda. Krishnamurti, en la primera frase de “A los pies del Maestro” declara: “La primera cualidad es el Discernimiento”, que no es otra cosa que Viveka.
(3) Juan 15:18 y 17:16
(4) Hay dos cartas del tarot que muestran esto muy claramente: el loco y el colgado.
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