Michael Berg
Cuando Moshé llegó a la frontera de la Tierra de Israel y dijo al
Creador: “Permíteme continuar y ver la tierra”, usó la palabra Na,
que significa: “Por favor”. Los kabbalistas dicen que Moshé sabía que cada vez
que decía la palabra Na dos veces, la petición era concedida;
por ejemplo, cuando quiso sanar a su hermana Miriam dijo la palabra Na dos
veces.
La respuesta del Creador a Moshé fue: “No me hables, deja de pedirme
esto”. Ya que, si
Moshé decía Na una vez más, habría recibido
el permiso para entrar en la Tierra de Israel. Así pues, si lo leemos
literalmente, es muy curioso; pareciera que el Creador estuviese bajo el
control de Moshé. Así no es como la mayoría de la gente concibe a Dios, a quien
vemos como omnipotente. ¿Acaso no bastaba con que el Creador no quisiese que
Moshé entrara en la Tierra de Israel para que efectivamente no pudiera entrar?
¿Qué diferencia habrían hecho las palabras que Moshé usara?
En la creación del mundo, el Creador puso en marcha un sistema; una
parte muy importante de este es que nuestras palabras de verdad crean. Y si
bien es cierto que, si el Creador hubiese querido cambiar la naturaleza y no
permitir que Moshé entrase, aunque hubiese orado con la palabra Na dos
veces, Él pudo haberlo hecho. Pero la manera en la que está estructurado el
sistema espiritual —que el Creador no rompe a menos que sea extremadamente
necesario— es que nosotros creamos con nuestras palabras.
Por lo tanto, si Moshé hubiese dicho Na dos veces,
habría entrado a la Tierra de Israel. Esa es la naturaleza de este sistema y el
poder de nuestras palabras. La mayoría de las personas piensan en la oración
como una manera de pedirle cosas a Dios. No obstante, con esto aprendemos que
la oración no es un modo de pedir, sino de crear. Y este es uno de los más
grandes regalos que recibimos en Shabat Reé.
Hay otro lugar en el que encontramos el despertar del poder de nuestras
palabras como un medio para crear: cuando Yitsjak le quiso dar las bendiciones
a su hijo Esav. Conocemos la historia: Yaakov se disfraza de Esav, Yitsjak
piensa que es Esav y le da las bendiciones. Luego Yaakov se va, entra Esav,
Yitsjak se da cuenta de que bendijo al hijo equivocado y dijo: “A pesar de todo,
las bendiciones aún ocurrirán”. ¿Por qué? Si Yitsjak no quería bendecir a
Yaakov, quien lo engañó, ¿no podía retractarse y decir: “Cometí un error”?
No, no podía. Debido a que una vez que Yitsjak dio las bendiciones, sus
palabras ya las habían creado. Con este entendimiento, debemos cambiar ahora
nuestra conciencia sobre la oración. Recuerda a Yitsjak. Recuerda a Moshé y al
Creador. Nuestras palabras crean, y en la medida en la que sepamos esto, en esa
misma medida lo hacen. Una de las razones principales por la que nuestras
oraciones no son respondidas es porque, usualmente, cuando oramos le hacemos
una petición al Creador. Pero ahora sabemos que así no es como funciona. Ahora
sabemos que mientras pronunciamos palabras cuando oramos, en realidad estamos
siendo creadores, y si no entendemos que eso es lo que hacemos, entonces no
estamos orando realmente.
Uno de los regalos que Moshé despierta en nosotros en Shabat Reé es el
fortalecimiento de la certeza de que podemos crear con nuestras palabras.
Lograríamos manifestar la Luz a través de las palabras de lo que llamamos
oración —que ahora sabemos que no son palabras de oración, sino palabras de
creación— si verdaderamente tuviésemos certeza en que podemos hacerlo. Pero no
tenemos esa certeza. Tenemos duda, aunque en realidad queramos creerlo, aunque
de verdad queramos tener certeza. Sólo hay un indicador de si la Luz del
Creador se manifestará a través de un individuo o no: cuán consciente está
dicho individuo de su capacidad para crear con la ayuda de la Luz.
Para hacer esto, debemos sentir a la Luz del Creador siempre con
nosotros. La manera de medir cómo nos va en este aspecto es tomar distancia y
observar ciertas cosas que nos permitimos o no hacer en nuestra vida. Si
siempre sintiéramos a la Luz del Creador con nosotros, no nos permitiríamos
actuar de ciertas maneras. No es correcto decir: “Cuando creo con mis palabras,
la Luz del Creador está conmigo. Pero cuando me equivoco, cuando me comporto sin
dignidad humana, cuando actúo con ira, la Luz del Creador no está conmigo”.
No podemos simplemente llamar al Creador cuando queremos; o vivimos con
la certeza de que la Luz está siempre con nosotros y por eso podemos crear y
cambiar a través de nuestras palabras o no. Cuando nos damos cuenta de que
tenemos ese poder, vemos que tiene que estar presente cuando necesitamos ayuda
de la Luz y cuando olvidamos que así debe ser.
Esta es una lección poderosa: la cantidad de fuerza que tenemos cuando
creamos con nuestras palabras de oración depende sólo de cuánto estamos
conscientes de que la Luz del Creador está con nosotros. Y tiene que abarcarlo
todo; no puede ser sólo cuando la necesitamos. Esta enseñanza nos muestra cuán
fácil es para nosotros, a través de nuestras palabras, atraer esa Luz y
provocar cambios y milagros.
La palabra Reé significa “ver”. ¿Qué significa ver? Ir
a nuevos niveles de conciencia. Ahora la oración significa otra cosa para
nosotros. Tenemos la capacidad para crear aquello por lo que oramos con
nuestras palabras. ¿Cómo obtenemos una mayor capacidad para crear esas cosas?
Al despertar una certeza constante y verdadera de que la presencia de la Luz
del Creador está siempre con nosotros.
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