Michael Berg
Hay una historia en el Midrash sobre un hombre que vivió en el tiempo de
Rav Pinjás ben Yair, el suegro de Rav Shimón bar Yójai. Dice que este hombre
era una persona amable cuyo trabajo de vida era excavar pozos para la gente. Él
tenía mucha sabiduría y conocimiento sobre los lugares en los que había que
excavar y encontrar agua; por lo tanto, si había una ciudad o pueblo en donde
no había agua, él iba allí y, con su sabiduría, creaba pozos que le permitían
beber a mucha gente.
Es un milagro y una historia maravillosa; una historia en la que los
kabbalistas nos explican qué pasa cuando no nos aferramos a nuestras acciones o
a nuestra Luz. Al no aferrarnos a nuestra Luz, permitimos que crezca de manera
exponencial y entonces habremos creado una gran reserva de Luz, protección y,
más importante aún, milagros.
La razón por la que este milagro ocurrió a través de las palabras de Rav
Pinjás ben Yair es porque el hombre que excavaba pozos para la gente nunca se
aferró a sus acciones, y esa reserva de Luz que creó es a lo que Rav Pinjás ben
Yair recurrió para crear el milagro de revivir a la hija de aquel hombre.
Muchos de nosotros realizamos acciones de compartir, pero eso no basta
para crear una reserva de milagros. Al igual que el excavador de pozos, tenemos
que desprendernos de nuestras acciones. Si queremos crear la reserva de Luz que
Rav Pinjás ben Yair usó, la que el excavador de pozos creó, tenemos que soltar
nuestras acciones, no aferrarnos a todo el bien que hicimos. Luego tendremos el
poder para crear increíbles milagros.
Asimismo, esta historia se refiere a cómo los kabbalistas explican que
si Rav Pinjás ben Yair no hubiese dicho las palabras “no puede ser”, las cuales
permitieron la resurrección de la hija del excavador, habría habido un gran
vacío en su interior por no haber creado ese milagro. ¿Cómo se explica esto? Si
fue la hija del excavador la que murió, ¿por qué era responsabilidad de Rav
Pinjás ben Yair crear el milagro? Aquí aprendemos una lección muy importante:
somos responsables de lo que podemos hacer potencialmente. Rav Pinjás ben Yair tenía
la capacidad de crear este milagro. Dentro de su potencial, sabía cómo acceder
a esa reserva de Luz que este hombre creó y luego hacer el milagro de revivir a
su hija.
Somos responsables de lo que tenemos el potencial de hacer. Y cada uno
de nosotros tiene, en una u otra medida, el potencial y, en consecuencia, la
responsabilidad, para poder crear estos milagros para nosotros y los demás.
En la porción Ékev, Moshé les dice a los israelitas, que están en el
lado este del río Jordán, que ellos lo cruzarán, pero él no. Los kabbalistas
dicen que la razón por la que Moshé usa una terminología tan interesante en la
frase: “Ustedes cruzarán, yo no cruzaré” es porque él quería despertar en ellos
un deseo de pedir y orar para que él pudiera cruzarlo. Él quería despertar ese
deseo en ellos para que cuando lo escucharan, dijeran: “No. Digámosle y
efshar (no puede ser) al Creador. Moshé tiene que cruzar también”. Y
los kabbalistas enseñan que si los israelitas lo hubiesen pedido en ese
momento, Moshé habría cruzado el río. En la porción anterior de Vaetjanán,
Moshé oró 515 veces para crear este milagro, pero ni siquiera él pudo crearlo
para sí mismo. No obstante, los israelitas podían haberlo hecho por él. Y como
tenían la capacidad de hacerlo, se les sugirió, pero no lo hicieron; crearon
carencia en ellos.
Tenemos mucho más poder para traer Luz y crear milagros para los demás
de lo que creemos o realizamos. Una de las cosas que aprendemos de la historia
de Rav Pinjás ben Yair es que cuando tenemos el potencial, tenemos la
responsabilidad, y uno de los grandes regalos que Moshé nos da en Shabat Ékev
es la capacidad para crear estos milagros con nuestras palabras. En Shabat Ékev
recibimos el poder para crear milagros para los demás con nuestras palabras. Y
una vez que comencemos a entender que tenemos el potencial para hacerlo,
comprenderemos que también tenemos una enorme responsabilidad.
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