Un ladrón escuchó que en una cueva de las montañas vivía un Maestro que podía hacerse invisible, detener el tiempo y aparecer en dos lugares a la vez. Entusiasmado por el uso que podía hacer de estas técnicas para su habilidad delictiva, se presentó ante el Maestro y le dijo: “Soy un ladrón que desea conocer tus maravillosas técnicas. ¿Me las puedes enseñar?”
– Con mucho gusto, pero aprender estas artes te llevará varios años
-respondió el viejo sabio.
– Eso no importa, deseo ser el mejor ladrón de todos.
De este modo, el ladrón se hizo discípulo y aprendió a respirar, a
meditar, a concentrarse y también a dominar las técnicas maravillosas que
buscaba con tanto ahínco.
Después de 15 años, el Maestro le dijo a su pupilo: “Ya te he
enseñado todo lo que sé, y has aprendido a la perfección la invisibilidad, la
bilocación y hasta has podido levitar. Ya puedes volver a la ciudad y aplicar
estos conocimientos”.
– ¡Oh, Maestro! -dijo el ladrón vuelto discípulo- La persona que se
presentó ante ti hace varios años que ya está muerta y enterrada. No puedo volver
a la ciudad. Quiero quedarme a tu lado para que me enseñes el camino de regreso
a mi verdadera casa.
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