Algunas veces no nos damos cuenta o no queremos darnos cuenta de que
nuestra presencia en un lugar no es valorada, sino que por el contrario,
resulta en incómoda y seguimos frecuentando un sitio o a algunas personas,
seguimos dando de nosotros y tratando de ignorar señales que nos invitan a no
volver.
Afortunadamente el tiempo es un especialista en traer verdades a la luz
y en abrir los ojos de quienes estuvieron negados a ver una realidad. Puede ser
que al hacerlo algo se quiebre, pero de seguro eso será mucho más fácil de
reparar que el daño sostenido de estar presente donde no se es valorado.
Nadie tiene la obligación de querer a otro, de hacerle espacio en su
vida, de recibirlo de buena forma en su vida, pero sin duda si percibimos que
no somos apreciados en un sitio físico o emocionalmente hablando, nuestro deber
es retirarnos dignamente y no exponernos a situaciones que nos llevan a menos.
A
veces nos aferramos a lugares o a personas que no son para nosotros, que no
están para nosotros, pero en nuestro afán de querer pertenecer o de
dar lo que tenemos guardado, podemos obviar los indicios o acontecimientos que
nos hablan de apartarnos, que nos invitan a ubicarnos en sitios donde nuestra
presencia represente un gusto para quien la tenga cerca, que podamos tener
relaciones recíprocas y que nuestra ausencia genere incomodidad y no placer.
Debemos aprender a amarnos a nosotros mismos, reforzando las creencias
positivas, entendiendo que merecemos para nuestra vida lo mejor y que si
nosotros estamos dispuestos a dar de nosotros algo que sume y a valorar las
presencias de quienes queremos en nuestras vidas, esto debe representar el
límite inferior de lo que aceptemos de los demás.
La
vida es muy corta para desperdiciar el tiempo sembrando flores en jardines de
quienes no van a cuidarlas, debemos aceptar cuando debemos dejar de invertir
nuestras energías y recursos en un destinatario que no quiere recibir nada de
nosotros, que el mejor regalo que espera es nuestra ausencia.
Debemos ser cuidadosos con aquellos que simulan afecto e interés solo
cuando les conviene y una vez cubiertas sus necesidades adoptan la actitud de
desvalorización que le caracteriza. Ninguno de nosotros merece ser utilizado,
rechazado, desvalorado, pero el evitarlo no es responsabilidad de quien lo
propina, sino de cada uno de nosotros si lo permite.
Solo nosotros escogemos lo que entra a nuestra vida, solo nosotros
decidimos dónde estar, solo nosotros permitimos que algo nos afecte… De la
misma manera, solo nosotros somos capaces de tomar las medidas necesarias para
garantizar que el lugar en donde estemos, corresponda con lo que nos merecemos
y coincide con nuestro bienestar.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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