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21 de marzo de 2018

Pasando a la acción (II) – Métro, Boulot, Dodo


By PHILEAS 

Pasar a la acción significa romper la inercia, dejar de funcionar como autómatas y decidirnos a rectificar el rumbo. Darnos la vuelta y hacer las cosas de modo diferente. Como dijo alguien: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo” (1).
La Metanoia implica dar un giro, analizar con lupa todos nuestros automatismos y preguntarnos “por qué” y “para qué” hacemos las cosas como las hacemos.



La vida robotizada del hombre moderno ha sido resumida en Francia con la frase “Métro, boulot, dodo” acuñada en los años 50 por Pierre Béarn quien describía de este modo sarcástico el estilo de vida del parisino medio. “Métro” hace referencia al viaje apurado hacia el trabajo todas las mañanas, “Boulot” (trabajo) nos habla de la jornada laboral y “Dodo” (ir a la cama) alude al final del día: llegar a casa, ver la tele, cenar y dormir.
Todos los días la misma rutina, bastante similar a la ruedita del hámster, la famosa carrera de la rata. Hacer lo mismo, pensar lo mismo, comer lo mismo, en piloto automático, en modo “zombie”, para finalmente llegar el viernes y exclamar con las manos al cielo “¡Por fin es viernes!”, como si el fin de semana fuera la puerta de escape a una vida insatisfactoria. 
Gurdjieff hablaba de “vidas automáticas, muertes automáticas”, es decir de personas que dejan pasar toda su vida sin tener idea de por qué y para qué están viviendo, y que permanecen encadenadas a la dualidad placer-dolor, apegadas al razonamiento: “tengo placer-soy feliz, tengo dolor-soy infeliz, por lo tanto debo buscar el mayor placer y el menor dolor”. En fin, un pensamiento extremadamente simplista que no nos diferencia mucho de los animalitos.


Vida profana en 8 pasos

No obstante, la Filosofía Iniciática dice que hay “algo más”. No niega el placer ni tampoco el dolor (porque ambos son fundamentales para nuestra subsistencia) pero concluye que no podemos supeditar todas nuestras acciones a este pensamiento dicotómico de supervivencia porque por encima del placer y del dolor está ese “algo más”: lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero.
No basta con aceptar todo esto ciegamente porque esto nos convertiría en meros “creyentes” y lamentablemente el mundo está repleto de creyentes que siguen haciendo lo mismo de siempre, pensando las mismas cosas, con los mismos prejuicios y los vicios pero con una etiqueta que les hace creer que eso los diferencia del resto. Como dijo Max Heindel“No importa tanto en lo que creemos sino en cómo vivimos”.
Siempre recuerdo la brillante frase de Ada Albrecht: “Creer es un verbo débil, sin profundidad espiritual [y decir] “yo creo en Dios” es estar inseguro de Su existencia”, y esto queda sumamente claro al consultar las enormes cifras de “creyentes” en el mundo: 80% de las personas “creen” en Dios. En concordancia con esto, el gran Ramakrishna sostenía que “los hombres comunes hablan “a toneladas” de espiritualidad, pero no practican ni un “gramo” de ella. El sabio, en cambio, habla poco, aunque su vida entera es espiritualidad expresada en acción” (2).

Romper la inercia
El recto pensamiento debe conciliarse sí o sí con la recta acción. La semana pasada hablé de Confucio y de su frase “Si sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes”, que más que una sentencia es un golpe a la boca del estómago para aquellos especulativos que intentan avanzar en el camino espiritual a través de la razón, de la comprensión intelectual de la letra muerta. En rigor de verdad, todos nosotros sabemos -en lo profundo de nuestro corazón- que Confucio estaba completamente en lo cierto: el conocimiento que no se aterriza como praxis se convierte más en una carga que en una ayuda.
En otras palabras: las enseñanzas precisan de un doble proceso: deben ser interiorizadas (es decir, necesitan de un soporte teórico para evitar caer en la acción por la acción misma o simple activismo) pero después necesitan ser exteriorizadas, llevadas a la cotidianidad, expresadas.
Emerson decía: “Vive siempre un nuevo día”. En otras palabras: no nos conformemos con lo mismo de siempre. Aunque nuestras vidas también estén subordinadas al ritmo del “Métro, Boulot, Dodo” siempre tenemos la posibilidad de convertir ese leit-motiv de la vida gris urbanita en un trampolín para la trascendencia. ¿Cómo? Con conciencia. Es imperioso que abandonemos la zona de confort y que rompamos la inercia a través de pequeñas victorias, de cosas físicamente tangibles y que nos motiven a seguir avanzando.
Cada día debería ser una oportunidad, no un calvario. Al final del día, necesitamos hacer un repaso de los pequeños triunfos cotidianos y si creemos que no los tuvimos, simplemente tenemos que prepararnos mejor para el día siguiente planificando espacios para la introspección y haciendo cosas nuevas.

Algunas recomendaciones
* Reserva cinco minutos al día para practicar ejercicios introspectivos, para respirar, para concentrarte. Luego -del mismo modo que Holanda fue ganando tierra al mar- deberás ir conquistando espacios diarios con el objetivo final de establecer una “hora mágica” diaria, es decir 60 minutos dedicados a trabajar interiormente. En la comparativa de horas de televisión versus tiempo de introspección (esto es: trabajo interno + lectura de reflexión) siempre debería ganar la partida este último tiempo. Si dedicamos más horas a la tele, al móvil o a los videojuegos, algo va mal.
* Muévete más, cuida a tu cuerpo físico porque es la base del trabajo con los otros vehículos. Sal a caminar, anda en bicicleta o cualquier otra forma de ejercicio físico. El sedentarismo mata más que la obesidad, el tabaco, la diabetes o el colesterol.
* Aprovecha las pausas para hacer respiraciones profundas y completas, llenando de aire el abdomen y el tórax, inhalando por la nariz y exhalando por la boca, preferentemente con los ojos cerrados. Convierte estas pausas en un hábito, desperézate, estírate, haz ejercicios para relajar el cuello y desconéctate por un rato del teléfono móvil.
* Limita las redes sociales, el WhatsApp y los correos electrónicos. No necesitas eliminarlas, solamente controlarlas y evitar que ellas te terminen controlando y alienando.
* Escucha música diferente y de forma consciente, disfrutando de momentos de relax acompañado de composiciones inspiradoras. Si no sabes mucho de música clásica, haz una lista de los grandes compositores y escúchalos uno a uno. Yo mismo he confeccionado una lista con algunos de mis temas clásicos favoritos en Spotify. Y, como dije antes, escúchalos de forma consciente.
* Si comes en un restaurante o cantina, pide lo más extraño de la carta, aquello que nunca pediste. Cambia la rutina y -sobre todas las cosas- toma conciencia de lo que estás comiendo. No metas en la boca todo lo que llega a ti. Empieza a discriminar y establece una dieta más saludable y más consciente.
* Trata de estar atento al aquí y al ahora. Usa “despertadores” para hacerte La pregunta: “¿Quién soy?”, la clave del Atma-Vichara de Ramana Maharshi del que hablaré en otro artículo.

Pequeñas victorias y salamandras
¡Pequeñas victorias cotidianas! Nada más (y nada menos) que eso. De eso estoy hablando en este artículo, de ganarle la pulseada a la inercia, a esa energía centrífuga que nos aleja del centro. Recuerda siempre: no hay pasos pequeños, todo esfuerzo cuenta.
La Filosofía Iniciática no es una simple afición intelectual, es un estilo de vida diferente al estilo de vida profano y que tiene un solo objetivo: recordar lo que somos. Por esto, debemos convertir nuestra vida en un búnker, en un espacio descontaminado y recordar aquello de “imitar a las salamandras”, esos seres fantásticos que pueden vivir en el más abrasador fuego sin quemarse.
Como me dijo un amigo peregrino hace muchos años atrás en un albergue del Bierzo: “Salirse del rebaño es empezar a despertar”. Sin juzgar ni acusar a los demás, solamente haciendo nuestra parte, aportando nuestro granito de arena para convertir a este mundo en algo nuevo y mejor. 




Dos cortos animados de Steve Cutts

"Happiness" (felicidad) Cortometraje viral de Steve Cutts

https://youtu.be/eGh5T5IP9Jg

This is our world by Steve Cutts

https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=tdz4DvDG_gg


Notas del texto
(1) Esta frase se atribuye a Einstein, pero no hay información fidedigna que lo compruebe. Al parecer, apareció por primera vez en una obra de Rita Mae Brown titulada “Sudden Death” (1983)
(2) Vijoyananda, Swami: “La sagrada enseñanza de Ramakrishna”


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