Supongamos que
mientras estamos sentados aquí, recapitulando las enseñanzas sobre Saturno,
viene una persona saturniana. Esta persona retrasa nuestra lectura de Saturno,
nosotros nos alteramos por ello y empezamos a pensar: “¿Por qué debería venir
esta persona sin cita previa; esta persona se ha colocado a sí misma entre
nosotros y las enseñazas de Saturno”. Nos volvemos impacientes pero hemos de
recordar que esa persona es Saturno. ¡Es Saturno! Es el Saturno original que
nos visita y se sienta con nosotros, demostrándonos lo que es Saturno. No
podemos ignorar las enseñanzas vivas que nos enseña la vida.
Saturno es
quien nos enseña la Ley de Aceptación. Aceptar lo que venga. Las propias
limitaciones del
hombre le hacen esperar. Saturno verá si nos gusta esperar o
no. Si no nos gusta esperar, él nos hará esperar más. Ese es Saturno. Si nos
gusta esperar Saturno dirá: “De acuerdo, no tienes que esperar.” Saturno
siempre actúa desde el ángulo opuesto. La demora, las decepciones y los
obstáculos se presentan ante la mente del hombre mediante el efecto de Saturno.
Supongamos que
vamos al aeropuerto a coger un vuelo de Indian Airlines. Por teléfono nos dicen
que puede que el vuelo aterrice o no aterrice y que puede que el vuelo tenga un
retraso de tres horas. Después de llegar al aeropuerto nos dirán que el vuelo
lleva efectivamente un retraso de tres horas. Lo que hacemos en tales momentos
es intentar criticar la compañía aérea, a la tripulación, a nuestro sistema de
teléfono y mediante esa crítica nos quedamos débiles y exhaustos. Para un niño
no hay diferencia si el vuelo tiene un retraso de 2 ó 3 horas. Nosotros nos
sentimos exasperados al saber que son tres horas de retraso, pero el niño no y sigue
jugando esas tres horas en el aeropuerto.
En India es muy
común que cuando vamos a la estación de tren, este tenga un retraso de dos a
tres horas. Las estaciones de tren en India están muy mal organizadas y uno se
aburre de verdad, pero a los niños no les ocurre eso porque el concepto de
retraso no existe para los niños. El niño sigue jugando. Si un niño no juega,
no es niño. De modo que cuando pensamos en el retraso, sentimos el retraso
mucho más. Suponed que el tren llegue tres horas tarde; podemos tomar un libro
y leer y ese retraso no existe para nosotros, o nos vamos a una esquina a
dormir y el retraso ya no existe para nosotros.
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