Traducción: Gabriela Halblaub
Los eclipses ocurren en
grupos de dos ó tres dentro de una temporada de eclipses, que dura 36 días.
Durante este tiempo toda luna llena o nueva se presentan como Eclipses Lunares
o Solares, respectivamente, aunque puede existir un área gris en el comienzo de
una temporada de eclipses, donde se puede presentar una luna nueva o llena que
"no es del todo un eclipse". Una temporada de eclipses sucede
mientras el Sol está dentro de los 18 grados de uno de los Nodos de la Luna,
esto significa, los puntos de la órbita de la Luna donde se cruzan con la órbita
del Sol. Las temporadas de eclipses surgen cada 6 meses.
¡Los eclipses somos
nosotros!
Mientras yo nunca
sugeriría el miedo como una respuesta útil a un eclipse que se acerca, ciertamente
aconsejaría cuidado, en términos del nivel de consciencia propio. Los eclipses
son ciertamente tiempos de gran poder, donde las fuerzas interiores y
exteriores pueden ser liberadas sobre nosotros, y necesitamos estar alertas a
lo que provoque en nuestras vidas. Sin embargo, a diferencia de nuestros
ancestros, podemos reconocer que estas no son fuerzas separadas de nosotros,
que intentan darnos muerte, sino que son fuerzas internas que intentan que nos
expresemos y nos demos cuenta. Sí, los eclipses a veces traen eventos que
pueden poner nuestras vidas cabeza abajo, pero nada nunca sucede en la vida que
no sea característico de la persona dueña de esa vida. La astrología nos enseña
esto, por sobre todas las cosas. Cada uno de nosotros vive la energía de la
propia carta natal mientras tejemos nuestro propio patrón y lo enhebramos junto
con esa energía. Nuestros nacimientos nos otorgan la materia prima pero
nosotros ponemos el sello sobre ella, con cada palabra, acción, pensamiento y
respiración.
Y así es que pasa
durante una temporada de eclipses, que lo que sea que nos traiga, a pesar que
los eventos puedan ser sorpresivos, inprobables, impactantes o bienvenidos,
provienen del campo de energía esencial que somos nosotros - ustedes y yo. Son
característicos de quiénes somos, del camino que tenemos que recorrer, y del
crecimiento necesario para transformarnos en todo lo que podemos ser.
Percibirlos como otra cosa es negar la naturaleza esencial de nuestra
existencia, que es tejida a través del tiempo y el espacio, conectada aquí y
allá con el despliegue de este universo siempre en expansión que requiere que
nos expandamos con él. Un eclipse puede cambiar la vida de una persona para
siempre, y no afectar la vida de otra persona, no porque una fue desafortunada
o afortunada, maldita o bendecida, sino porque cada individuo, por su propia
naturaleza, experimenta las energías del eclipse de la única manera que pueden.
Como sólo deben hacerlo.
Improbabilidad
predecible
Las temporadas de
eclipses son notoriamente impredecibles en sus efectos. Incluso aparte de los
eclipses en sí mismos, una vez que estamos en la temporada, ya se hicieron
todas las apuestas y cualquier cosa podría suceder. Por lo general la vida
lleva de algún modo la sensación de acelerarse. Aumenta la presión y burbujean
las tensiones cuando menos lo esperamos. Avances pueden suceder
alternativamente, y se puede lograr progreso inesperado. A veces ambas cosas
suceden al mismo tiempo,¡e incluso más! Los eclipses nos enseñan que existen
muchas otras dimensiones en acción en nuestras vidas, y no podemos, bajo ningún
aspecto, controlarlos. Estamos sujetos a toda forma de fuerzas, influencias y
energías, a las que tenemos que reverenciar en tiempos como estos, reconociendo
que, como una vez dijo el Dalai Lama, "a veces, al no conseguir lo que se
quiere es un golpe maravilloso de suerte".
El haber estudiado el
efecto de los eclipses a través de los años me ha revelado que por lo general
condensan un proceso que de otro modo llevaría mucho más tiempo. La relación
que pensábamos que deberíamos terminar en los próximos meses repentinamente
termina de un día para otro. A lo pasado pisado y no hay vuelta atrás. Ese
proyecto laboral que estuvimos cocinando el año pasado y que esperábamos lanzar
el año siguiente de pronto encuentra su momento y debe empezar rápidamente para
agarrar el ritmo. Ese dolor molesto que hemos estado teniendo en los pasados
meses, que sabemos deberíamos haber consultado, se vuelve inevitable de un día
para el otro y de pronto nos encontramos en la sala de emergencia del hospital.
Los eclipses le dan un cierre al proceso y nos desplazan a otro nivel. A veces
esto puede ser excitante, otras veces extremadamente alarmante, pero de un modo
u otro nos muestran que lo que sea que pensábamos que teníamos planeado,
¡probablemente no era en realidad cómo iba a resultar! Una vez que esta
realidad es revelada, tenemos una elección. Y es esta elección que yace en el
corazón del desafío, presentado por una temporada de eclipses:
¿Nos resistimos y luchamos
contra la nueva agenda de nuestras vidas, o eliminamos la vieja y seguimos con
las nuevas modificaciones?
Por supuesto,
probablemente todos nosotros conocemos la respuesta "correcta": no
resistirse al Universo, sólo seguir el curso. Pero no es tan fácil, ¿no?
Estamos tan fuertemente atados a creer que nuestras vidas deberían ser de un
cierto modo, y que se tiene que desenvolver cuando queramos y no cuando otro lo
diga, que cuando somos barridos por eventos inesperados, nuestro comportamiento
por defecto es tratar de volver a cómo estaban las cosas antes, o lamentarnos
por el "destino injusto" que ha caído sobre nosotros. Podríamos
identificarnos tan fuertemente con este punto de vista que nos negamos a buscar
incluso una manera positiva de manejar este nuevo set de circunstancias, porque
hacerlo sería equivalente a aceptarlas sin luchar, ¡y simplemente no estamos
preparados para hacer eso! Entonces peleamos contra los eventos de nuestras
vidas, diciéndonos que no podemos lidiar con este nuevo orden de cosas.
Necesitamos recuperar algo del control y recuperarnos. Incluso cuando parece
que las cosas salen como nosotros lo queremos, un eclipse puede dejarnos
desestabilizados y sintiéndonos fuera de control:" No me dí cuenta que
había tenido tanto éxito y atención", puede ser tan desconcertante como
"¿Cómo voy a seguir sin la persona con la que pasé los últimos 10
años?". Bajo estas dos preguntas yace la esencia del desafío humano:
"¿Cómo vivo cuando
la vida no cumple con mis expectativas?"
No sé ustedes, pero yo
estoy cargada con expectativas, desde el minuto en que me levanto hasta el
momento en que me voy a la cama. Algunas parecen bastante insignificantes, como
que espero que haya pan en la panera para el desayuno (y a veces descubro que
nos lo comimos todo sin darnos cuenta), y espero que salga agua de la canilla
cuando voy a llenar la pava (y casi siempre sucede). Otras son más graves:
espero ser capaz de caminar cuando salgo de la cama, y espero estar con mi
marido al fin del día, sin estar separados por alguna tragedia inesperada
que altere nuestras vidas. Pero la verdad es que ninguno de nosotros sabe lo
que nos espera al siguiente minuto, y cuando una temporada de eclipses se
cierne sobre nosotros, se nos recuerda colectivamente de esta verdad, no para
remarcar los crueles giros del destino que juegan en nuestras vidas, sino para
animarnos a despertarnos al peso de nuestras expectativas y comenzar a
liberarnos de sus agarres limitantes.
Una vez que podamos
hacer esto (y todavía estoy practicando, ¡créanme!), la vida tiene un tono muy
diferente. El agua que sale de la canilla se convierte en un milagro diario que
nos mantiene vivos. ¡La panera vacía es un recordatorio, que incluso el
desayuno no puede ser pronosticado! La tragedia que todos rezamos que no caiga
sobre nosotros revela uno de los misterios más profundos de la vida: que
incluso en nuestra hora más oscura podemos encontrar momentos, segundos de paz
si los buscamos, y que aquello que tememos que nos vaya a destrozar puede
eventualmente hacernos más fuertes y más sabios.
Dentro de la
constelación de expectativas que todos arrastramos, yacen las raíces del
descontento, del estrés y de la insatisfacción. Cuanto más energía invertimos
en ellas, menos energía tenemos cuando la vida no sigue el plan. La clave no es
el asegurar que esto nunca sucede (cosa que no podemos hacer, ¡no importa
cuánto tratemos!) sino el aceptar el hecho de que sí sucede, por lo tanto reconocer
que la vida no está en contra nuestra. Este es el mensaje central de una
temporada de eclipses, y uno que necesitamos aceptar, y cuando podamos,
celebrarlo. Porque si la vida sólo hace lo que nosotros queremos cuando
queremos, estamos limitados por siempre por nuestras imaginaciones y las
expectativas que soñamos en nuestras pequeñas mentes sin importancia. Una vez
que la vida tiene permiso de tomar el mando, ni siquiera el cielo es el límite,
¿y quién sabe hasta dónde nos podría llevar? Lo que consideramos un
inconveniente se puede transformar en la puerta hacia una total nueva
experiencia. Lo que etiquetamos como una tragedia se convierte en el momento
que reconocemos qué es lo que realmente importa en la vida. Lo que vemos como
una falla se transforma en el camino para descubrir un talento oculto que
incluso nunca supimos que teníamos.
Así que las temporadas
de eclipses deberían ser bienvenidas junto con todo lo que tienen guardado para
nosotros, tanto a nivel personal como a nivel colectivo. Porque lo que sea que
tengan, podemos estar seguros que el bloqueo más grande que nos hace tropezar
siempre estará dentro nuestro, en la forma de nuestras expectativas y supuestos
acerca de la vida. De última, se trata de cómo las manejamos, lo que da el
pulido en este tiempo impredecible de cambio.
Sarah Varcas
© Sarah Varcas 2017.
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