Michael Berg
El Shabat y la lectura
de Nasó tienen muchos aspectos importantes, pero hay una enseñanza que me
emociona compartir porque se relaciona con una sección del Zóhar que creo que
para la mayoría de nosotros es relativamente esotérica; es una sección que no
suele ser entendida, ni siquiera en su nivel más literal o básico.
Moshé les dijo qué
llevar o qué construir a todas las demás personas que participaron en la
construcción del Mishkán; todo fue ordenado por el Creador a los
israelitas por medio de Moshé. Todos seguían órdenes. Sin embargo, los doce
líderes no estaban siguiendo a Moshé. Ellos tenían su propia idea: llevar seis
carretas cubiertas y doce toros que las guiaran, dos toros por carreta.
El Tabernáculo era
erigido por completo cuando los israelitas permanecían en un lugar, pero cuando
se levantaban para irse, tenía que ser desmontado y los levitas debían cargar
las piezas. Por eso, la idea detrás del regalo de los doce jefes era ayudarlos
a cargar dichas piezas por el desierto. Como podemos imaginarnos, las paredes
del Mishkán, el Arca, la mesa, etc. eran muy pesadas, hechas de
oro, madera y plata.
No obstante, Moshé no
sabía qué hacer cuando los doce líderes llevaron estos regalos porque el
Creador no le había dicho que eran necesarios o importantes, en consecuencia,
dice inicialmente: “Yo no les pedí esto, Dios no les pidió esto, no lo puedo
aceptar”. Pero en el versículo siguiente, de repente Moshé recibe una revelación
del Creador. El Creador les dice que acepte las seis carretas y los doce toros,
pero con una advertencia. Dice que hay tres grupos de levitas, tres partes de
una misma tribu, el linaje que viene de Guershón, Kohat y Merarí, y todos ellos
están destinados a cargar partes diferentes del Mishkán mientras viajan por el
desierto.
Así pues, Moshé recibió
las seis carretas y los doce toros y los dividió entre los levitas de la
siguiente manera: a los guershonitas les dieron dos carretas y cuatro toros
para que cargaran un pedazo del Mishkán, y las otras cuatro
carretas y ocho toros fueron entregados al grupo descendiente de Merarí. Esta
es quizá la parte más importante de esta sección; Moshé, al parecer dirigido
por el Creador, dijo que el grupo de Guershón y el grupo de gente que carga las
partes externas del Mishkán podía tener las carretas para
facilitar su trabajo. Pero dijo que el tercer grupo, el grupo de Kohat, el que
debía cargar el Arca que contiene las Tablas, la mesa y las partes internas
del Mishkán, no obtendrían ni toros ni carretas, que su trabajo
permanecería arduo. Las palabras que Él dijo para explicar la razón significan
literalmente: “Debido a que el trabajo divino está sobre ellos, deben llevarlo
en los hombros”.
Por lo tanto, nos
interesa entender el secreto de las carretas y el secreto de lo que significa
llevar el Arca en los hombros. Los kabbalistas explican que las carretas están
cubiertas y representan un tipo específico de Luz, bendiciones y milagros. Es
el tipo de milagros que ocurre en el reino de la naturaleza. Aunque no sea
físicamente posible para los toros y las carretas tener la fuerza para cargar
las piezas del Mishkán, la gente vería el milagro y diría que tiene
relativamente sentido.
Estos tipos de milagros
—este tipo específico de Luz y bendiciones que existen dentro de los límites de
la naturaleza— es donde la mayoría de nosotros vive. Sí, entendemos a la Luz
del Creador, sí, entendemos la importancia del trabajo espiritual, pero pedimos
que se manifiesten en formas que son naturales, y ese es el secreto de la
conciencia de las carretas.
Pero ¿cuál es la segunda
conciencia? ¿Cuál es la conciencia de los kohatitas? El Arca representa el
nivel más alto de conciencia. No había manera posible en la que los humanos
pudiesen levantar el peso del Arca, la mesa, el candelabro, que son los
aspectos del Mishkán que representan la conexión más directa
con la Luz del Creador. Pero, tal y como está escrito en el Zóhar y en los
escritos de los kabbalistas, los ponían en sus hombros y, de repente, esos
objetos se volvían más ligeros. Y si bien externamente parecía que los estaban
cargando, en realidad eran los objetos los que los elevaban a ellos del suelo;
flotaban por el desierto con el Arca. Esa es la conciencia del Arca. Representa
una conciencia de milagros fuera de los límites de lo natural.
El grupo de Kohat debía
estar en un nivel muy elevado que les permitiese saber que no podían pedir
ayuda para atraer un milagro, porque esto no era siquiera un milagro. Estaba
más allá de los milagros. Era algo que estaba más allá de lo que podían
imaginar. Los kohatitas vivían en un reino que no estaba limitado por la
naturaleza. La mayoría de los israelitas en el desierto no tenían esa
conciencia de posibilidad y podemos entender por qué. Esta conciencia no
consiste sólo en desear que algo ocurra. Esta conciencia es algo que no
tenemos; si la tuviéramos, volaríamos.
Entonces, ¿qué
necesitamos hacer para obtener esa conciencia? Nada. No hay nada que pueda
hacer una persona para obtenerla. La mayoría de los israelitas en aquel
momento, incluso los que eran espirituales, estudiaban, hacían su trabajo y se
transformaban, sólo se elevaban hasta el nivel en el que, sí, podemos obtener
un milagro, pero seguirá estando en los límites de la naturaleza. La conciencia
de los kohatitas era algo que sólo tuvo un pequeño grupo de israelitas. Lo que
tenemos que entender es que el verdadero propósito de nuestra vida, la razón
por la que vinimos a este mundo, es para llegar a ese nivel de conciencia.
Se dice que cuando
estamos en el útero, antes de entrar a este mundo, se nos enseña sabiduría. El
Talmud nos dice que cuando estamos por salir del útero hacia el mundo recibimos
un toque en los labios que nos hace olvidar todo lo que aprendimos. Así pues,
si olvidaremos todo, ¿cuál es el propósito del estudio en primer lugar? Hay
varias respuestas, pero ahora lo entendemos en modo distinto. La sabiduría y la
conciencia que son infundidas dentro de nosotros se vuelven latentes cuando
entramos a este mundo. Debido a que esa conciencia no es algo que pueda ser
ganado o alcanzado; aunque realicemos el trabajo espiritual por un millón de
años, nunca llegaremos a esa conciencia o nivel en el que no vemos los límites
de la naturaleza. Sí, podremos atraer grandes milagros y Luz dentro de los
límites de la naturaleza, pero en este mundo no es posible alcanzar ese estado
supremo en el que no vemos los muros o la fisicalidad.
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