En una ciudad conocida por su materialismo y su desdén por el
conocimiento espiritual, un joven se presentó ante el Maestro y le
manifestó: “Deseo transitar el Sendero pero la sociedad en la que vivo
es hostil a cualquier expresión espiritual”.
– Claro que sí, pero dime cuales son esas condiciones.
– Debes estar dispuesto a ser señalado con un dedo, a ser ridiculizado,
ignorado y hasta despreciado por los otros hombres hasta los 39 años.
– Estoy dispuesto, pero ¿qué sucederá cuando cumpla los 39 años?
– Pues a esa edad ya te importará un rábano lo que piensen los demás.
Inspirado en los escritos de Ralph Waldo Emerson y en el concepto de
“ataraxia” (imperturbabilidad) de los estoicos, el poeta italiano Gabriele
D’annunzio popularizó la frase “Me ne frego” (“me importa un
comino”) que aparecía en los “Proverbi romaneschi” de 1886 de este modo: “Noi
romani l’aria der me ne frego l’avemo imparata a Cristo” (“Nosotros los
romanos, el que nos importe todo un bledo lo hemos aprendido de Cristo”).
Durante la guerra de Abisinia esta frase fue colocada en los vendajes de
los heridos representando de este modo la temeridad y el desprecio a la muerte.
Tiempo más tarde, el fascismo mussoliniano adoptó la expresión como uno de sus
“leit-motiv” y, en nuestros días, ésta sigue formando parte del lenguaje
coloquial (y algo vulgar) de los italianos.
¿Los demás nos consideran excéntricos, tontos, heréticos, raros? Pues
pongámonos el sobretodo de piel de salamandra y repitamos para nosotros como si
fuese un mantra: “Me ne frego”.
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