Alejandro Lodi
(Diciembre 2018)
Dos percepciones en yin-yang. La
irresistible fascinación de identificarnos con una de ellas y permanecer
polarizados con ostentoso orgullo.
El progresismo reaccionario. Una
nueva versión del buen salvaje. La tecnología como amenaza. Una cruzada contra
la tecnología. El avance científico como retroceso. La medicina institucional
como práctica deshumanizada. Las vacunas como venenos. El mundo natural como
paraíso. El mundo tecnológico como contaminación. La abominación de los
artefactos. El capital como el inicio del infierno de la humanidad y la
consigna de su derogación como
garantía de humanismo. El mal como producto de
la conspiración de unos cretinos que lo han decretado. La desconfianza en los
sistemas y la devoción a personalidades (académicas, ideológicas, religiosas o
místicas, pero siempre mesiánicas). La convicción de que uno mismo encarna la
pureza. La virtud de oponerse a lo establecido. El idealismo del cambio como
regreso. El bien del pasado. La persistente convicción en los juicios morales.
La negación de la ambivalencia existencial. El encanto de un mundo sin
contradicciones. La fantasía de una vida consciente sin horror.
El evolucionismo cínico. Una
nueva versión del positivismo lineal y ascendente. La evolución que no puede
detenerse. El fin justifica los medios. La indiferencia por las consecuencias.
La supremacía de los más fuertes. La fe en lo que viene. El futuro será mejor.
Y será lo que imaginamos. El bien de la tecnología. La inferioridad de la
naturaleza. La enfermedad como anomalía de resolución química. La derrota de la
muerte como objetivo científico. El mito de la ciencia objetiva. La creencia de
un observador separado de lo observado. La mente y la voluntad humana como
culminación del proceso evolutivo de la vida. La conciencia como un hecho
cerebral. Las emociones como reacciones químicas. El misterio como aquello que
todavía no explicamos o controlamos. La explicación y el control como sinónimo
de la verdad. El hechizo de derribar todo obstáculo y que nada nos detenga. La compasión
como fragilidad. El encanto de un mundo controlado. La fantasía de una vida
consciente sin horror.
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