Por Sarah Varcas
La próxima estación de eclipses comienza el
17 de enero y termina el 21 de febrero del 2018, con un eclipse lunar a 12° de
Leo el 31 de enero y un eclipse solar a 28° de Acuario el 15 de febrero.
Los eclipses ocurren en grupos de dos o tres
dentro de una estación de eclipses que dura alrededor de 36 días. Durante este
tiempo ocurren lunas nuevas o llenas al igual que los Eclipses Lunares y
Solares respectivamente, aunque puede existir un área gris en el mismo borde de
una estación de eclipses cuando pudiese ocurrir una luna nueva o llena “que no
sea exactamente un eclipse”. La estación de eclipses ocurre mientras el Sol
está dentro de los 18 grados de uno de los Nodos de la Luna, esto es, los
puntos en la trayectoria orbital de la Luna donde esta cruza la trayectoria del
Sol. Las estaciones de eclipses surgen cada seis meses.
¡Los eclipses somos nosotros!
Hablando generalmente, los eclipses tienen
una mala reputación, sin dudas debido al temor que provocaban en la antigüedad
cuando los eclipses totales sumían a la gente en la oscuridad y la luz que
sostenía la vida era erradicada por una fuerza aparentemente poderosa. En estos
días estamos mejor informados sobre la mecánica cósmica de un eclipse. Sabemos
que la luz, sea solar o lunar, regresará y podemos maravillarnos ante el evento
si tenemos la suerte de experimentarlo sin temer por nuestras vidas. Pero
todavía dentro de la psiquis colectiva se mantiene el temor a los eclipses y a
todo lo que estos pueden traer consigo.
Aunque nunca sugeriría el temor como una
respuesta útil ante un eclipse que se aproxima, ciertamente aconsejaría
precaución en términos del nivel de conciencia de cada uno. Los eclipses son de
hecho momentos de gran poder, cuando las fuerzas externas e internas pueden
desatarse sobre nosotros y necesitamos mantenernos alertas a su influencia en
nuestras vidas. A diferencia de nuestros ancestros, sin embargo, podemos
reconocer que estas fuerzas no están separadas de nosotros, ni intentan nuestra
desaparición, sino que son fuerzas con intención de expresión y reconocimiento
interior. Sí, a veces los eclipses traen consigo eventos que pueden crear
situaciones tormentosas en nuestras vidas, pero nada sucede en una vida que no
sea característico del individuo de cuya vida se trate. La astrología nos
enseña esto sobre todo lo demás. Cada uno experimenta la energía de su carta
natal a la vez que teje el diseño de su propio patrón. Nuestro nacimiento nos
da la materia prima, pero nosotros le colocamos nuestro sello con cada palabra,
acción, pensamiento y aliento.
Y así durante una estación de eclipses,
cualquier cosa que estos nos traigan, por sorprendentes, increíbles, chocantes
o bienvenidos que puedan ser los eventos, ellos nacen del campo de energía
esencial que somos nosotros – ustedes y yo. Ellos son característicos de
quienes somos, del sendero que tenemos que recorrer y del crecimiento necesario
para convertirnos en todo lo que podemos ser. Percibirlos como algo diferente
es negar la naturaleza esencial de nuestra existencia, entretejida a lo largo
del tiempo y el espacio, conectada, aquí y allá con el despliegue de este
universo en expansión constante que nos exige que nos expandamos junto con él.
Un eclipse puede cambiar la vida de una persona para siempre y no tocar a otra,
no porque una sea afortunada y la otra no, bendecida o maldecida, sino porque
cada individuo debido a su propia naturaleza, experimenta las energías del
eclipse como únicamente él puede hacerlo. Como solamente él debe
hacerlo.
Lo impredecible previsible
Los eclipses son notoriamente impredecibles
en sus efectos. Aun sin considerar los eclipses actuales, una vez que estamos en
la estación todas las apuestas se invalidan y cualquier cosa puede ocurrir. La
vida a veces adopta un sentimiento de aceleración en alguna forma. La presión
se incrementa y las tensiones afloran cuando menos lo esperamos.
Alternativamente, pueden presentarse avances y un progreso inesperado. A veces
ambas cosas suceden a la vez, ¡y más! Los eclipses nos enseñan que hay
muchas otras dimensiones que operan en nuestras vidas y no podemos ni siquiera
imaginar que podamos controlarlas. Estamos sujetos a todo tipo de fuerzas,
influencias y energías ante las cuales debemos inclinarnos en momentos como
estos, reconociendo que como dijo una vez el Dalai Lama, “a veces el no obtener
lo que quieres es una gran suerte”.
A menudo las estaciones de eclipses condensan
un proceso que de lo contrario sería más prolongado. La relación que pensábamos
deberíamos terminar en meses venideros, sorpresivamente termina de la noche a
la mañana. Ese proyecto de trabajo que hemos estado cocinando durante el pasado
año y que esperábamos lanzar en este, de pronto encuentra su momento y debe
nacer rápidamente para que pueda fluir libremente. Esa molestia que hemos
tenido en estos meses pasados que sabemos que deberíamos atender, se vuelve
intensa de momento y nos vemos en la sala de emergencia del hospital. Los
eclipses esquivan el proceso y nos cambian de dirección hacia otro escenario. A
veces esto puede ser emocionante, otras veces aterrorizante, pero de todas
formas nos muestran que sea lo que hubiésemos planeado, ¡no es así como realmente
va a suceder! Una vez que se nos revela este hecho, tenemos una elección. Y es
esta elección la que radica en el centro de la vida durante una estación de
eclipses:
¿Nos resistimos y luchamos contra el nuevo
itinerario en nuestras vidas, o rasgamos el viejo y nos aprestamos a seguir el
nuevo?
Por supuesto, probablemente sabemos la
respuesta “correcta”: no se resistan al universo, fluyan con él. Pero no es tan
fácil, ¿verdad? Estamos tan densamente cableados creyendo que nuestra vida debe
ser de cierta manera, desplegándose a nuestro ritmo y no al del otro, que
cuando los eventos inesperados chocan de refilón con nosotros, nuestra
configuración predeterminada trata de regresar a su estado anterior o se
lamenta de “la injusticia” que nos ha sucedido. Podemos identificarnos con esta
visión con tanta fuerza que nos neguemos a buscar siquiera una forma positiva
de enfrentar estas nuevas circunstancias, porque el hacerlo equivale a
aceptarlas sin luchar, ¡y simplemente no estamos preparados para hacer eso!
Así que luchamos contra los eventos en nuestras vidas, diciéndonos que no
podemos enfrentar este nuevo orden de las cosas. Necesitamos recuperar nuestro
control y volver a la estabilidad anterior. Aun cuando las cosas parezcan
marchar bien a nuestro modo, un eclipse puede dejarnos sintiéndonos
descontrolados y desestabilizados: “no entendía que podía tener tanto éxito y
atención”, puede ser tan desconcertante como “¿cómo voy a poder sobrevivir sin
la persona con quien he vivido durante la última década?” La esencia del
desafío humano subyace a ambas preguntas:
“¿Cómo puedo vivir cuando la vida no cumple
mis expectativas”?
No sé cómo lo ven ustedes, pero estoy cargada
de expectativas desde el momento en que me despierto al minuto en que caigo en
la cama al final del día. Algunas parecen bien insignificantes, como esperar
que haya pan en la panera para el desayuno (y a veces descubro que nos lo
comimos todo sin darnos cuenta) y espero que el agua salga por el grifo cuando
lleno la tetera (generalmente lo hace). Otras tienen mayor gravedad: espero ser
capaz de caminar cuando salgo de la cama y espero terminar el día junto con mi
esposo y no separados por una tragedia que altere nuestras vidas. Pero la
verdad es que ninguno de nosotros sabe qué es lo que nos aguarda en el próximo
momento y cuando llega la estación de eclipses se nos recuerda colectivamente
este hecho; esto sin siquiera resaltar los giros crueles del destino en
nuestras vidas, sino con la intención de instarnos a despertar al peso de nuestras
expectativas para comenzar a liberarnos de su apretón restrictivo. Una vez que
podamos hacer esto (y todavía lo estoy practicando, créanme) la vida asume otro
matiz muy diferente. El agua que sale del grifo se convierte en un milagro
cotidiano que nos mantiene vivos. La panera vacía es un recordatorio de que ¡ni
siquiera el desayuno es previsible! La tragedia que todos oramos para que no
nos ocurra nos revela uno de los misterios más profundos de la vida: que aún en
nuestra hora más oscura podemos encontrar momentos, segundos de paz, si los
buscamos y que aquello a lo que más tememos que nos pueda quebrar, puede
eventualmente hacernos más fuertes y sabios.
Dentro de la constelación de expectativas que
todos llevamos yacen las raíces del descontento, la desesperación y la
insatisfacción. Mientras más energías invirtamos en ellas menos energía
tendremos para cuando la vida no se encamine según nuestro plan.
La clave no radica en asegurarnos de que nada
va a suceder (lo cual no podemos hacer, por mucho que tratemos), sino en
abrazar el hecho de que sí puede suceder, reconociendo por tanto que la vida
nos vive a nosotros y no al contrario. Este es el mensaje principal en una
estación de eclipses y uno que necesitamos aceptar y celebrar, siempre y cuando
podamos. Porque si la vida hace solamente lo que queremos, estaremos por
siempre limitados por nuestra imaginación y por las expectativas que soñamos en
nuestras mentes pequeñas y poco importantes. Una vez que permitimos que la vida
tome el mando, ni siquiera el cielo es el límite y quién sabe a donde pueda
llevarnos. Lo que consideramos un inconveniente puede convertirse en el portal
hacia una experiencia totalmente nueva. Lo que consideramos como una tragedia,
cambia en el momento en que reconocemos lo que es verdaderamente importante en
la vida. Lo que vemos como un fracaso se convierte en el sendero al
descubrimiento de un talento escondido que nunca imaginamos.
Así que la estación de eclipses debe ser
bienvenida conjuntamente con todo lo que tiene que ofrecernos, tanto personal
como colectivamente. Porque sea como sea, podemos estar seguros de que el mayor
obstáculo siempre estará dentro de nosotros, en la forma de nuestras
expectativas respecto a la vida. Finalmente, es cómo las manejamos lo que se agudiza
o perfecciona en este tiempo impredecible de cambios.
Cliquear aquí para más información sobre los
tres malentendidos más comunes sobre los eclipses
Sarah Varcas
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