“Los Filósofos siempre han tenido un gran cuidado en ocultar el conocimiento de su fuego, de manera que casi nunca hablan abiertamente de él” (D’Espagnet)
En sus textos, los alquimistas afirmaban que una de
las claves de su trabajo residía en el correcto uso del fuego, e incluso
llegaron a hablar de un arte del fuego (ars ignis).
¿Cómo se entiende esto desde una interpretación
metafísica de la Gran Obra? Esta doble condición del fuego indica que los
procesos químicos que van sucediéndose dentro del horno precisan ser
estimulados por un fuego exterior en diferentes grados. Pero este fuego no se
enciende por sí solo sino que necesita de un combustible, es decir de un
material capaz de liberar energía y generar calor (madera, carbón, etc.).
Las impresiones
En el caso del ser humano, podemos ver al fuego
externo como aquellas situaciones o eventos que experimentamos cotidianamente y
que generan “impresiones” (3). Lo que enciende el fuego interior y lo estimula
es todo lo que pasa afuera, y de ahí que D’Espagnet diga que “el fuego
interno tiene necesidad del externo”. Son inseparables.
Según el Diccionario de la Real Academia Española,
una impresión es “un
efecto o sensación que algo o alguien causa en el ánimo” y
esta era una de las enseñanzas fundamentales de la Escuela del Cuarto Camino
de Georges Gurdjieff. Uno de sus discípulos, Maurice Nicoll,
reveló que “las impresiones son un alimento, no un alimento fisico,
sino un alimento psicologico. (…) La mente es un estómago. ¿Con qué va a
alimentar su mente? ¿Seguirá comiendo estos alimentos descompuestos? Ahora
bien, un gourmet que discrimina pondrá a un lado las aceitunas que no saben
bien, el caviar que huele demasiado, y escogerá lo que según su parecer es
alimento sano, pero en lo que respecta al alimento psicológico de impresiones,
¿aplicamos acaso las mismas reglas elementales y obvias para escoger lo que
absorbemos de los que oímos y vemos?”. (4)
Por su parte, Ouspensky dice: “Admitir
las impresiones significa que cierta energía ingresa con ellas. Toda la energía
que usted recibe es alimento. El alimento que usted come es material burdo, el
aire es más fino, las impresiones son el alimento más fino y más importante. El
hombre no puede vivir un solo momento sin impresiones. Aunque esté
inconsciente, hay impresiones”. (5)
Las escuelas iniciáticas han trabajado, a lo largo
de la historia, con estas “impresiones” tratando siempre de controlarlas e
incluso transformarlas. La “ataraxia” de los estoicos se refería justamente a
esto, la cual es perfectamente definida por Séneca: “No es
invulnerable el que no es herido, sino el que no puede ser ofendido: por este
signo reconoceré al sabio. No importa que arrojen en contra de él muchas
flechas, dado que ninguna puede herirlo: de la misma manera que el hierro no
puede vencer la dureza de ciertas piedras, ni puede cortarse, dividirse o
consumir el diamante (…),y como ciertos escollos salientes en el mar pueden
romper la ola, sin mostrar ellos ningún signo de la violencia que los ha
azotado durante tantos siglos, así es sólida el alma del sabio”. (6)
Las impresiones exteriores son inevitables, pero la
forma de procesar las mismas (ese fuego externo) depende de cada uno de
nosotros. En palabras de Victor Frankl: “La última gran
libertad de una persona es poder escoger la actitud que
adoptará ante cualquier conjunto dado de circunstancias” (7). El
Cuarto Camino habla de “transformar las impresiones”, de tomar las riendas ante
los eventos externos, y sobre esto explica Nicoll: “El lado práctico
del trabajo todo se relaciona con la transformación de las impresiones y lo que
resulta de las impresiones. El trabajo sobre las emociones negativas, sobre los
estados de ánimo enojosos, sobre la identificación, sobre la consideración,
sobre la mentira interior, sobre la imaginación, sobre los “yoes” sucesivos,
sobre la justificación de sí, y sobre los estados de sueño, se relaciona en
todo con la transformación de las impresiones y lo que resulta de ello”. (8)
Los cuatro grados del fuego
En relación con esto, y siempre trazando un paralelismo
entre las enseñanzas tradicionales y nuestra vida interior, vale la pena
prestar atención a los cuatro grados del fuego que se explican en los viejos
textos de Alquimia, los cuales generaban diferentes reacciones dentro del
atanor:
Primer grado: Un fuego “infernal” que
quema.
Segundo grado: Un fuego “elemental” que arde.
Tercer grado: Un fuego “contenido” que calienta.
Cuarto grado: Un fuego “trascendente” que ilumina.
Blaise de Vigenère lo dice de este
modo: “Hay cuatro tipos de fuegos, el del mundo inteligible que es todo
luz; el fuego celestial que participa de calor y de luz; el elemental de aquí
abajo de luz, calor y ardor; y finalmente, el fuego infernal, el fuego del
interior de la Tierra que, al contrario del inteligible, es ardor y abrasamiento
sin ninguna luz”. (9)
Si vinculamos estos cuatro fuegos con diferentes
tipos de experiencias personales, podremos concluir que:
a) El fuego de primer grado quema, calcina,
devora y, por lo tanto, provoca un fuerte dolor. Es el fuego infernal del que
habla Vigenère. Esto sucede con las experiencias límites de nuestra vida:
accidentes, enfermedades incurables, muertes de seres queridos, violaciones,
episodios de violencia, etc., situaciones límite que suelen ser removedoras y
que no nos dejan indiferentes.
b) El fuego de segundo grado arde, irrita, nos
molesta y, de este modo, nos termina movilizando. Incluye todas las
experiencias que nos incomodan, malestares, inconformidades de todo tipo (a
nivel laboral, de pareja, etc.) y que -en algún momento- se hacen
insostenibles.
c) El fuego de tercer grado calienta, es decir
que nos reconforta. Nos brinda tranquilidad, seguridad y placer, y por lo
tanto, puede llegar a inmovilizarnos. En el ámbito espiritual, el confort puede
ser beneficioso pero la mayoría de las veces, por el contrario, es un obstáculo
a vencer.
d) El fuego de cuarto grado es un fuego
contenido que ilumina y que purifica profundamente. Se vincula con las
experiencias cumbre de tipo místico o espiritual, donde terminan disolviéndose
las fronteras del yo.
Sobre estos fuegos dice Enrique Eskenazi: “Lo
interesante es que los cuatro fuegos están escalonados. Y por lo tanto, ese
ardor, abrasamiento espera a transformarse en calor. Y ese calor espera
transformarse en energía astral. Y esa energía astral finalmente aspira a
devenir en luz inteligible”. (10) En otras palabras: todas las
experiencias vitales tienen un mismo propósito y nos llevan a un mismo lugar.
Los fuegos externos no se generan porque sí. No
son casuales, son causales y son, justamente, los fuegos que
necesitamos para que dentro de nosotros se lleva a cabo la Gran Obra. El mundo
que situamos “fuera” de nosotros (personas, accidentes, alegrías y pesares)
está íntimamente vinculado a nuestro mundo interior y está subordinado a
las necesidades del Alma, a todo aquello que nos urge aprender para
despertarnos y encaminar nuestros pasos de regreso a casa.
¿Esto es todo lo que puede decirse sobre el fuego
alquímico? Por supuesto que no, porque hay varias claves de interpretación
vinculadas al fuego y -como bien dice Michael Maier– “existen
entre los filósofos numerosas clases de fuegos” (11).
Según D’Espagnet: “Los autores, con una
manera de hablar distinta, envuelven a menudo con tinieblas la luz del fuego de
los filósofos, pues el conocimiento del fuego viene a ser entre ellos uno de
los principales secretos” (12).
Teniendo
en cuenta esto, hablaré en un próximo artículo del llamado fuego oculto
o secreto, de capital importancia para comprender la Gran Obra. Hasta la
próxima.
Concordancia
Esquema tomado y adaptado de la obra “Aion” de Carl Gustav Jung
Notas del texto
(1)
D’Espagnet, Jean: “La obra secreta de la filosofía de Hermes”
(2) D’Espagnet: op. cit.
(3) Las “impresiones” han sido estudiadas primeramente por la filosofía, especialmente por David Hume y Emmanuel Kant.
(4) Nicoll, Maurice: “Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky”
(5) Ouspensky, Piotr: “El cuarto camino”
(6) Séneca: “De la constancia del sabio”
(7) Frankl, Victor: “El hombre en busca de sentido”
(8) Nicoll: op. cit.
(9) de Vigenère, Blaise: “El tratado del Fuego y de la Sal”
(10) Eskenazi, Enrique: “Fuego en la piedra”
(11) Maier, Michael: “Atalanta Fugiens”
(12) D’Espagnet: op. cit.
(2) D’Espagnet: op. cit.
(3) Las “impresiones” han sido estudiadas primeramente por la filosofía, especialmente por David Hume y Emmanuel Kant.
(4) Nicoll, Maurice: “Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky”
(5) Ouspensky, Piotr: “El cuarto camino”
(6) Séneca: “De la constancia del sabio”
(7) Frankl, Victor: “El hombre en busca de sentido”
(8) Nicoll: op. cit.
(9) de Vigenère, Blaise: “El tratado del Fuego y de la Sal”
(10) Eskenazi, Enrique: “Fuego en la piedra”
(11) Maier, Michael: “Atalanta Fugiens”
(12) D’Espagnet: op. cit.
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