By PHILEAS
En la tradición
china “no se concebía la Tierra únicamente como origen de la
fertilidad agraria. Como potencia complementaria del Cielo, formaba parte integrante
de la totalidad cósmica” (1), y esta complementariedad muchas veces
aparece representada como un matrimonio entre la Tierra y el Cielo.
Muchos mitos
cosmogónicos están cimentados en la creación cósmica por medio de esta unión
entre el Padre-Cielo y la Madre-Tierra. Como todo mito cosmogónico sirve de
modelo al comportamiento humano, del mismo modo “el matrimonio humano
está considerado como una imitación de la hierogamia cósmica. «Soy el Cielo
—proclama el marido en la Brhadaranyaka Upanishad (VI, iv, 20)—, tú eres la
Tierra.» Ya en el Atharva Veda (XIV, ii, 71) el marido y la esposa se asimilan
al Cielo y a la Tierra. Dido celebra su boda con Eneas en medio de una violenta
tempestad (Eneida, IV, 165 ss.); su unión coincide con la de los elementos; el
Cielo abraza a su esposa, dispensando la lluvia fertilizante. (…) Como era de
esperar, el mito divino es el modelo ejemplar de la unión humana”. (2)
Por lo tanto, “la
hierogamia divina que tuvo lugar in illo tempore [fue] lo que hizo posible la
unión sexual humana. La unión entre el dios y la diosa acontece en un instante
atemporal, en un presente eterno; las uniones sexuales entre los humanos,
cuando no son rituales, se desarrollan en la duración, en el Tiempo profano”. (3)
Este punto es importante
porque nos permite comprender la sexualidad humana desde una óptica más
trascendente, donde los amantes tienen la posibilidad de salirse de la
dicotomía pasado-futuro y vivir en un eterno presente para repetir a escala
microcósmica el evento macrocósmico de la creación, la unión del Eterno
Femenino (Yin) y el Eterno Masculino (Yang).
En palabras de Ramiro
Calle: “La cópula es la representación del maridaje de Shiva y
Shakti, la conciencia y la energía, y los amantes iniciáticos son como dioses
haciendo el amor y re-creando un mundo espiritual. Cada consorte iniciático
halla su mismidad y la unifica con el otro, logrando un uno-sin-dos, es decir
retornando al ser antes de que se dividiera y diera lugar a todos los
fenómenos” (4). Siendo así, “el abrazo carnal es guía para el
abrazo espiritual, [donde] el consorte exterior constela el interior”.
Obviamente, en la
actualidad estos conceptos pueden parecer obsoletos, ridículos y sin sentido,
dado que la sexualidad ha sido totalmente desacralizada y profanada. Como
excepción, existe un creciente interés en los ritos sexuales tántricos, aunque
la mayoría de las veces se presenta como una curiosidad exótica más que un
entendimiento trascendente de la sexualidad.
En síntesis: desde una
perspectiva espiritual, el hombre y la mujer no son otra cosa que
manifestaciones “polares” de carne y hueso, los que -sin embargo- tienen la
posibilidad llegar a trascender la existencia material que los confina a
cuerpos masculinos o femeninos mediante la encarnación de los arquetipos
divinos.
En otras palabras,
mediante un acto mágico-sexual el lecho se convierte en un espacio sagrado
y Juan y María dejan de ser Juan y María para convertirse en Shiva y
Shakti, situándose por encima del tiempo y del espacio profanos. De
este modo, los amantes logran transformar la dualidad en Unidad y convertirse
en un solo ser, el andrógino.
Omnia vincit
Amor.
Medalla de matrimonio
alemana, ca. 1640. El hombre y la mujer unidos en un solo cuerpo, como el
andrógino alquímico que representa la conjunción de los opuestos. Un candado
cerrado marca el espacio del corazón, el espacio tradicional donde se reúnen lo
de Arriba y lo de Abajo, lo de Adentro y lo de Afuera.
El amor triunfa en el
reino de la muerte. Obra “Amore e Morte” (1881) de Calcedonio Reina en el Museo
Civico Castello Ursino.
“Hacer
el amor con una pareja compatible puede ser un acontecimiento profundamente
espiritual y, en ocasiones, puede incluso ser el desencadenante de un proceso
duradero de evolución de la conciencia”. (Stanislav Grof)
Notas
del texto
(1) Eliade, Mircea:
“Historia de las creencias” vol. II
(2) Eliade, Mircea: “El mito del eterno retorno”
(3) Eliade: Eterno retorno, op. cit.
(4) Calle, Ramiro: “Tantra”
(2) Eliade, Mircea: “El mito del eterno retorno”
(3) Eliade: Eterno retorno, op. cit.
(4) Calle, Ramiro: “Tantra”
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