Cuando
las actividades de la vida se encuentran infundidas de respeto se llenan de
sentido y alcanzan resultados. Cuando ese respeto está ajeno a las actividades
vitales, el resultado no es otro que la crueldad, la violencia y la soledad. El
ruedo físico es un medio de aprendizaje magnífico. Se trata de una escuela
gracias a la cual, y a través de la experimentación, llegamos a entender qué
provoca que nosotros llegamos a expansionarnos o a contraernos, qué es lo que
hace que crezcamos o, por el contrario, que nos encojamos, qué alimenta nuestras
almas y qué las agota, qué funciona y qué no.
Cuando
se contempla el medio físico solamente desde el punto de vista de los cinco
sentidos, es la supervivencia física la que nos muestra como único criterio de
evolución puesto que no se puede detectar ningún otro tipo de evolución. Es
precisamente desde este punto de vista desde el cual la “supervivencia de los
más aptos” se nos presenta como sinónimo de evaluación y el dominio físico se
nos muestra como principal característica del avance evolutivo. Cuando la
percepción del mundo físico queda limitada a la percepción cinco-sensorial, las
bases de la vida en el mundo físico se convierten en temor. Es esencial,
entonces, el poder para controlar el medio y aquellos que se encuentran
inmersos en ese medio.
La
necesidad de dominación física produce una clase de competencia que afecta a
cada aspecto de nuestras vidas. Quiebra la tendencia natural hacia la armonía
entre naciones y entre amigos. El poder para controlar el medio, y a quienes se
encuentran en él, es un poder sobre el que todos hemos sentido, olido, probado,
oído o visto. Esta clase de poder es un poder externo. Y ese poder externo
puede ganarse o perderse, tanto en el mercado de valores como por una elección.
Puede comprarse o venderse, transferirse o heredarse. Se piensa de él como de
algo que puede arrebatársele a algún otro o en algún otro lugar. Percibimos el
aumento de poder externo de una persona al tiempo que la otra lo pierde. La
violencia y la destrucción son los resultados de contemplar el poder como si de
algo externo se tratase. Todas nuestras instituciones -sociales, económicas y
políticas- reflejan nuestra manera de entender el poder como algo externo.
Así es
como hemos evolucionado hasta ahora y esto es lo que estamos abandonando en
este momento.
Nuestro
entendimiento más profundo nos conduce a otra clase de poder, un poder que ama
la vida en cualquier forma en que ésta se nos muestre, un poder que no juzga lo
que se le presenta, un poder que percibe lo significativo y las intenciones hasta
del más ínfimo detalle sobre la Tierra. Éste es el auténtico poder.
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