By PHILEAS
El miedoso subió al trampolín y empezó a saltar con fuerza e impulsarse con la tabla. Saltaba y saltaba pero dudaba en tirarse a la piscina.
Luego de un rato saltando, prefirió volver a su asiento y prepararse
mentalmente para el clavado. Volvió al trampolín y una vez más saltó sobre la
tabla, saltó y saltó pero no llegó a tirarse. Impulsarse hacia arriba era
sumamente agradable y lo hacía sentirse un gran clavadista pero arrojarse al
agua… ¡uy, qué miedo! Después de saltar un buen rato, volvió una vez más a su
asiento y, al cabo de unos minutos, se colocó nuevamente en el trampolín.
Esta historia no es ficticia. La vida está llena de clavadistas que se
pasan toda su existencia dando vueltas y vueltas pero que no se atreven a
dar el salto. Dejan pasar el tiempo preparándose para el momento
oportuno, pero nunca terminan de abandonar su zona de confort.
En “Los Pilares de la Pansofía” hablé de tres posturas que son bastante
usuales en los buscadores que se acercan al Sendero Iniciático con
intenciones de transitarlo:
a) El valiente: Es aquel individuo que decide –sin vacilar– dar un
cambio radical a su existencia, analizando y modificando sus comportamientos
viciosos para poder transitar hacia la autorrealización.
Esta opción implica mucho sacrificio, dedicación y trabajo, pero
con un método gradual y ordenado (Ascesis), fundamentado en las
enseñanzas primordiales, el éxito está asegurado.
b) El cobarde: Es aquel individuo que –aun sabiendo que debe
cambiar– no mueve un dedo para salir de su triste situación.
Los cobardes y timoratos que anhelan “cambiar sin cambiar”, quieren
obtener resultados diferentes haciendo lo mismo de siempre, y van pasando de
organización en organización, de iglesia en iglesia, de secta en secta,
sin practicar ni interiorizar ninguna de las enseñanzas que se les brinda.
Muchas veces, estas personas –convencidas de la importancia del Sendero
Iniciático pero sin fuerza de voluntad para caminarlo– bajan los brazos y se
resignan a continuar viviendo de la misma manera que siempre, aunque adoptando
una “postura espiritualista”, llenando su casa de objetos “místicos”,
practicando algunos ejercicios aislados sin una metodología apropiada e incluso
usando palabras exóticas, conformando de este modo una especie de “máscara
espiritual” que –al carecer de una base sólida– se descascara con mucha
facilidad. El cobarde tiene un gran problema: no tiene la constancia necesaria
para pasar de la teoría a la práctica.
c) El indiferente: Es aquel individuo que sabe que debe modificar
profundamente su vida pero que –ante las dificultades del sendero– prefiere
optar por la comodidad burguesa que le ofrece la sociedad de consumo. Entre la
aventura y el sofá, el indiferente elige el confort del sofá.
En ocasiones, estas personas acuden a conferencias, cursos y charlas
sobre temas espirituales, pero cuando llega el momento de comprometerse,
vuelven a sus casas, toman el control remoto de la tele y se olvidan del tema.
El indiferente no solamente no tiene constancia y la voluntad para pasar
de la teoría a la práctica sino que se auto-engaña creyendo que la sola lectura
de libros esotéricos y espirituales lo puede ayudar mágicamente a avanzar en el
sendero. De este modo, el indiferente puede saber muchísimo sobre filosofía
esotérica y convertirse en un “erudito”, pero su vida no tiene diferencias
significativas con el hombre profano que lo ignora todo. El valiente, el
cobarde y el indiferente no están muy lejos. Están dentro de ti y de mi. Son
tendencias que perfectamente podemos identificar tu propio interior. ¿Las
puedes identificar?
Si puedes hacerlo, no esperes más tiempo ¡pasa a la acción!
¡Salta!
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