Centro Holística Hayden

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25 de julio de 2017

Un Clamor que surge del alma

Por Carmen Santiago

Con la guerra desatada en tantos lugares en pleno siglo XXI y toda su secuela de terror, dolor y sufrimiento, con la violencia y el terror que viven millones de seres en el mundo uno se pregunta cómo es posible que la humanidad todavía no aprenda que la violencia nunca termina con la violencia, que el terror no se acaba añadiendo más terror, ni el odio con más odio.

Hasta cuándo, ¡OH Señor!, vamos a aprender que tu Ley es el Amor y el Perdón, que Tu Sendero está hecho de Compasión y que sólo cuando decidamos vivir como hermanos, dejando para siempre la competencia y tomando como ley la cooperación, abandonando la indiferencia y el egoísmo, y tomando como forma de vida la solidaridad, viviremos en paz.

Hasta cuándo, uno se pregunta, y no haya la respuesta. Somos una civilización guerrera, muy guerrera, que se cree pacífica, con la responsabilidad histórica de construir una cultura de paz que garantice la supervivencia de la especie humana. Enseñamos a nuestros niños la violencia y la agresión con los juegos que ensenan a matar y agredir. Mientras tanto, el futuro nos reclama Paz, Paz, Paz.  Creo que somos la civilización más sanguinaria que ha conocido la historia de la humanidad porque nunca antes la maquinaria de guerra ha sido capaz de matar a tantos y tantos en tan corto tiempo y muchas veces, utilizando drones que como juegos electrónicos se operan desde muy lejos del campo atacado. ¿Es que nadie se da cuenta de la implicación moral que tienen estas armas? Somos una civilización terrorista porque hacemos llover bombas de todo tipo, engendrando terror a los habitantes de las ciudades bombardeadas de la misma manera que engendra terror el que se amarra bombas a su cuerpo para volar con él a otros.

Cada vez que un ser humano ocasiona la muerte de otro nos alejamos de nuestra esencia. Porque el alma humana, esa unidad de conciencia que tiene la capacidad de convertirse en un glorioso Hijo de Dios tiene una Ley, y esa Ley es el Amor y la Compasión. La violencia nos aleja de nosotros mismos, nos desconocemos, y entonces, nos confundimos con el reino animal. Una vez escuché a un sabio decir que el ser humano podía, debido a su maldad, reencarnar en el reino animal;  confieso que me pareció absurda aquella aseveración, pero ahora, ante la escalada de violencia en pleno siglo XXI, las imágenes de niños inocentes muertos, jóvenes quemados vivos, refugiados que piden clemencia y encuentran desprecio, pienso que podía tener razón, porque no es que uno tome un cuerpo de rata o de cucaracha, el cuerpo puede parecer humano, pero es la conciencia, y por ende, la conducta, la que se vuelve animal.

Pero a pesar de todo este desastre estamos cerca, muy cerca de un nuevo amanecer de la conciencia humana. Soy de las que creo que es cuestión de un instante de luz, de un profundo contacto con la Verdad de lo que cada uno Es y este mundo de competencia, de violencia, de codicia, se hace pedazos y en su lugar aparece el mundo real.

La esperanza surge de la humanidad misma. Estamos cambiando. Algo en nuestra conciencia se está despertando. No es el cambio hacia esa bondad tonta de creer que cumplimos con Dios porque no le hacemos daño a nadie, sino algo más profundo. Estamos dándonos cuenta de la realidad interna, del Alma, de nuestra naturaleza divina. De la convicción de que somos gotas del mismo océano, rayos de luz del  mismo sol. Que “pueblo escogido” es toda la humanidad y, por lo tanto, nos duele tanto la muerte de un niño americano, como la de un judío, un irakí, un sirio, un palestino…  Sí, la de todos, porque respetamos la vida humana, porque hemos empezado a darnos cuenta que somos lo mismo, que la fraternidad no es una idea a realizar sino un hecho a descubrir.

Entonces, de esta conciencia surge un clamor. Es el clamor histórico que ha provocado la aparición de los grandes Seres que vienen en ayuda de la humanidad cada vez que la humanidad, desde su alma, clama. Y así como sentimos el dolor terrible de todos los sometidos al espanto de la guerra, también sentimos la nota de los que claman por un mundo mejor. Y esa nota crece y crece cada vez más. Aunque los poderes materialistas que dominan el mundo tratan de acallarla, con aquel cuento infantil de que nosotros somos “los buenos” y los otros “los malos”, ella surge victoriosa. Es como el perfume de una flor que puede ser muy sutil pero imposible de detener.

¿Qué hacer? Además de evitar la violencia en nuestras vidas de palabra, pensamiento, sentimiento y acción, de sostener en nuestras esferas de influencia los más altos valores humanos, ahora que el Rayo de Orden Ceremonial y Magia está entrando con fuerza busquemos penetrar las esferas internas de poder con el decreto y la invocación para cambiar la condición desde adentro, en donde se libera la Gran Batalla, de la cual la que vemos, es una expresión externa.

Te ofrezco este decreto que me facilitó mi amiga Consuelo Orpi, en mi pasada visita a Barcelona, para que lo incluyas en tus oraciones diarias.

“Es nuestro privilegio y nuestra responsabilidad invocar la acción del fuego Cósmico del Cristo Victorioso, ordenando, desde nuestra Presencia Yo Soy: “Que la menor parcela de sustancia sea retirada instantáneamente del uso de los que quieren abusar de ella para destruir a la humanidad o esclavizarla. Pedimos que los que quieran dominar la Energía de Vida y hacer de ella un mal uso, sean privados de todo medio de acción por doquier”.


Invoquemos utilizando la Gran Invocación en sus tres partes, como nunca antes, y para aquellos que aún no la conocen, la ofrecemos a continuación. Hagámoslo como si la supervivencia de la humanidad estuviera en juego. ¿Acaso no lo está? En este tiempo de profundo enfrentamiento con las Fuerzas de la Oscuridad, la estrategia es generar Luz, Amor y Compasión. Unidos, en profundo recogimiento y anclados en la Presencia, invoquemos:

LA GRAN INVOCACIÓN

Que las Fuerzas de la Luz iluminen a la Humanidad
Que el Espíritu de Paz se difunda por el mundo
Que el Espíritu de Colaboración una a los hombres de buena voluntad donde quiera que estén.
Que el olvido de agravios por parte de todos los hombres sea la tónica de esta época.
Que el Poder acompañe los esfuerzos de los Grandes Seres.
Que así sea y cumplamos nuestra parte.

Que surjan los Señores de la Liberación.
Que traigan ayuda a los hijos de los hombres.
Que aparezca el Jinete del Lugar secreto y con Su venida, salve.
Ven, OH Todopoderoso.
Que las almas de los hombres despierten a la Luz.
Que permanezca con intención masiva.
Que el Señor pronuncie el fíat:
¡Ha llegado a su fin el dolor!
Ven, OH Todopoderoso.
Ha llegado, para la Fuerza Salvadora, la hora de servir.
Que se difunda por el mundo, OH Todopoderoso.
Que la Luz, el Amor, el Poder y la Muerte,
Cumplan el propósito de Aquel Que Viene.
La Voluntad de salvar está presente.
El Amor, para llevar a cabo la tarea, está ampliamente difundido.
La Ayuda activa de quienes conocen la verdad también está presente.
Ven, OH Todopoderoso, y fusiona a los tres.
Construye una muralla protectora.
El imperio del mal debe terminar ahora.
                    
Desde el punto de Luz en la Mente de Dios,
Que afluya luz a las mentes de los hombres;
Que la luz descienda a la Tierra.
Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,
Que afluya amor a los corazones de los hombres;
Que Cristo retorne a la Tierra.
Desde el Centro donde la Voluntad de Dios es conocida,
Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres;
El propósito que los Maestros conocen y sirven.
Desde el Centro que llamamos la raza de los hombres,
Que se realice el Plan de Amor y de Luz
Y selle la puerta donde se halla el mal.
Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la Tierra.


Con el amor más grande y la certeza de que somos Uno,

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