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6 de noviembre de 2018

Las diosas eliminadas del Zodíaco, ¿cómo repercuten en tu signo?


Las regencias femeninas quedaron excluidas durante la Era de Piscis que fue la de la hegemonía de los valores paternos. ¿Cómo se modifica la Astrología si estas deidades recuperan su lugar?

Los tiempos están cambiando, cantaba Bob Dylan y tenía razón. Lo que quizás no sabía mientras escribía esa canción es la increíble velocidad con que se iban a dar algunos procesos.
Para la Astrología, entendida como un lenguaje simbólico cuyo alcance es muy difícil de delimitar, también es tiempo de transformación y puesta al día. Así lo afirma Jorge
Bosia, filósofo y astrólogo. “La Astrología que nosotros heredamos de la era pasada es patriarcal y machista. Ya no corresponde a este tiempo. Está decrépita y necesita que la actualicemos”.
Este filósofo es un legitimado maestro e investigador de los lenguajes simbólicos, en general, y del Zodíaco en particular. Está seguro de que la Astrología orienta, sugiere y propone caminos de evolución y nos ayuda a vivir mejor. Su trabajo forma parte de la Escuela de Astrología que dirige, dentro del Proyecto Trenkehué, dedicado a diversas artes simbólicas.
Una de las ideas más fuertes sobre las que Bosia está trabajando es la necesidad de recuperar las historias y el simbolismo de las divinidades femeninas para cada signo zodiacal porque eso permitiría complementar su sentido y apreciar significados plenos. La Astrología es el saber más antiguo que conocemos. Se remonta a más de 5000 años. Cada era le fue dando su sentido. La que transitamos primero fue la Era de Piscis que comenzó en el Siglo II a. CSin embargo, desde 1969, y por los próximos 22 siglos, estamos en la Era de Acuario. Al combinarse con el machismo, se expulsó a las diosas; el campo simbólico de cada signo zodiacal quedó amputado. Las únicas diosas que se salvaron fueron Venus y Selene (la Luna), ya que por más patriarcal que fuera aquella época, las mujeres resultan inevitables en dos roles: el de la prostituta (Venus) y el de la Madre (Selene). Toda otra función quedó reservado a los varones con exclusividad”, explica el filósofo.
Las regencias astrológicas femeninas quedaron excluidas porque la Era de Piscis fue la era del patriarcado, es decir, la época de la hegemonía de los valores paternos.
Bosia reclama la inclusión de las deidades femeninas: “Los mitos son cristalización de un modo de ser. Cuando eliminamos o agregamos algo a un mito, cuando se instala o se desinstala un mito en nuestro imaginario, cambia nuestro modo de vivir. Por eso es importante reinstalar a las diosas en cada signo, junto a los dioses. Hasta que no cambia el mito, no termina de regir una manera de comportarse”.
Jorge Bosia acaba de publicar el primer libro de Astrología escrito en lenguaje inclusivo. Se trata de una investigación que realizó junto a la reconocida Ana Zettina donde conecta cada signo zodiacal con uno o dos mitos tradicionales (Edipo, el Minotauro, Drácula, Frankenstein, Deméter y Perséfone, y muchos más).

Las diosas excluidas
Artemis, Perséfone, Rhea, Era, Gea y Anfitrite son las diosas que fueron eliminadas de la Astrología, sin comprender que junto a los dioses, completan el verdadero sentido de los signos.
Leo: tiene como regente tradicional al Sol, que corresponde a Apolo. Su regente femenina excluida es la sutil diosa Artemis, la hermana gemela de Apolo, de idéntica jerarquía. Artemis, además, es quien nace primero de los dos, y enseguida ayuda a su madre a parir a su hermano. No habría Apolo sin Artemis. ¿Qué importancia tiene esto? Cuando nos referimos a Leo hablamos del "yo"o de la conciencia singular, de esa energía que irradia a su entorno. Cuando funciona bien, la energía creadora, generosa y expansiva de Leo es puesta al servicio de un contexto mayor. Pero al excluir a Artemis nos estancamos en el individualismo, en la competencia egoísta. Una actitud que solo puede sostenerse si se asume una visión mutilada de la singularidad humana.

Artemis, la hermana gemela de Apolo, de idéntica jerarquía.
La Era de Piscis pensó una singularidad cerrada sobre sí misma, atómica, indivisible, a Apolo solitario en el centro de una bola de billar transparente en cuyo centro refulge un solitario Apolo. Pero el "yo", lo singular, es otra cosa y allí también está Artemis. Como mínimo, se puede ver como algo dual, como una estructura que contiene dos focos. Terminar con el patriarcado, implica dejar el individualismo. Hay que mirar de otra manera la singularidad humana. Artemis le agrega al "yo"la capacidad de autocontenernos y autocuidarnos. Porque es el símbolo de la internalización de la mirada materna. Artemis representa los ojos interiores con los que nos vemos a nosotros/as mismos/as. Por eso es la que hace posible la autoconsciencia. Es la mirada de la madre la que nos constituye como singulares que pueden tener presencia ante los y las demás. Artemis representa los ojos interiores con los que nos vemos a nosotros/as mismos/as. Por eso es la que hace posible la autoconciencia.
Escorpio. “Lo que nos vuelve ricos es lo que entregamos. La tradición dice que el regente es Plutón, el dios del inframundo. Sin embargo, se olvida que Plutón tiene una esposa que reina con él. Se la excluye, y cuando por excepción se la trae a escena, la presentan como víctima, como objeto de rapto y hasta como violada, lo que es falso. Se ha llegado a reprochar sin fundamento a su madre, Deméter, por permitir que Plutón raptase a su hija.
Sin embargo, Perséfone está contenta compartiendo el trono del mundo subterráneo con su supuesto “raptor” Plutón, ella es equivalente en poder a su esposo.Es imposible comprender el sentido profundo de Escorpio sin considerar a Perséfone, hija del trabajo (su madre es Deméter) y de la síntesis (su padre es Júpiter) y reina del mundo invisible, en que viven los/las que se han entregado a la cooperación con otros y otras.

Plutón, el dios del inframundo.

El mundo invisible de Plutón y Perséfone es el de nuestras asociaciones, que son invisibles. ¿Qué le agrega Perséfone a este mundo muy real, pero que se nos escapa de la vista? El nombre de la diosa significa “destrucción de la muerte”. Y ella completa el sentido de Escorpio, porque su historia sugiere que asociarse es el modo de vencer a la muerte. Nos indica que los hombres y las mujeres pasamos, pero seguimos vivos en nuestras asociaciones; las organizaciones en que cooperamos nos trascienden y son mucho más poderosas que las personas consideradas de una en una.
Perséfone representa también nuestra posibilidad de ganarnos la vida por nosotros/as mismos/as, y por fuera de los límites familiares, es decir, asociándonos con nuestros/as semejantes para cubrir nuestras necesidades. El rey de este mundo invisible se llama, precisamente, Hades “el Invisible”, pero lo llaman “Plutón”, “el ricachón”. Es “el ricachón” porque solo cooperando nos hacemos ricos. Esto se puede concebir, solo si incluimos a Perséfone; ella nos convoca a pensar que nuestra riqueza no está en lo que poseemos a título singular, sino en las experiencias y creaciones que logramos cuando compartimos la aventura de producir juntos en plena paridad. Perséfone es la que trasciende a la “muerte” porque permite traducir muerte por entrega. Nos permite seguir nuestro viaje del héroe, ya en común con otros y otras, porque nos devuelve resignificados y enriquecidos a la vida personal, tras cada entrega a lo cooperativo. Ella matiene la vida en movimiento a través de los procesos de entrega y recuperación enriquecida. Lo que nos vuelve ricos, dice Perséfone, es lo que entregamos. Solo desde nuestro lado femenino, seamos varones o mujeres, se puede entender eso.
Capricornio: “El tiempo fluye, cada momento tiene un sentido y solo así encontramos evolución". La tradición dice que Saturno (llamado Crono por los griegos) es el único regente de Capricornio. Pero Crono es esposo y hermano de Rhea; se trata de una unión inseparable.¿Adónde nos condujo la regencia unilateral de Crono? A generar una idea de tiempo tan poco atractiva como limitada. Se ha llegado a pensar al tiempo como si fuera una línea recta homogénea donde todos los instantes son iguales y carentes de todo contenido.
Yo diría que ese es el tiempo del puro aburrimiento. Para recuperar una idea profunda, vital del tiempo, es preciso incluir a Rhea, la diosa del fluir de las cosas. Crono y Rhea juntos nos permiten pensar un tiempo no homogéneo, cargado de cualidades, donde cada momento es parte de un proceso. Además, Rhea es la que salva a su hijo, Zeus, de ser devorado por Crono, y Zeus (junto con su hermana-esposa Hera) son los promotores de la evolución. Por tanto, sin Rhea, no hay evolución. ¿Qué quedaría si Rhea no hubiera salvado a Zeus? El eterno retorno de lo mismo, el nihilismo, el sin sentido. La repetición indefinida.
Sagitario: con este signo, ocurrió otra terrible pérdida. Su regencia se le atribuye solo a Zeus (es decir, Júpiter), y se excluye a Hera. Pero Zeus y Hera también son esposos-hermanos y constituyen otra pareja inseparable.¿Cómo pudimos exiliar del mundo a Hera? Es un absurdo proscribir el lado femenino de la máxima pareja del cosmos. Zeus es la luz, y Hera es nada menos que “lo iluminado”. La luz solo es visible en lo iluminado. Sin Hera nos quedamos sin mundo, sin cuerpo, sin nada. Zeus, además, simboliza el significante; y Hera, lo significado. Toda la colorida riqueza de la existencia está simbolizada por Hera. Por eso se la relaciona con el pavo real y su magnífica cola, y su mensajera es la multicolor Iris, que tiende el puente entre el Cielo y la Tierra. Hera es la voluptuosa belleza colorida de las cosas, en tanto les damos sentido. Sin ella, el mundo es vacío, o adquiere una pátina gris plomo, como polvo de huesos milenarios.

Zeus y Hera, esposos-hermanos que constituyen otra pareja inseparable
Acuario: la regencia tradicional de Acuario también es solitaria: se le atribuye solo a Urano, el Cielo. Imaginemos un Cielo sin Tierra, o con una Tierra que sea un pálido reflejo del Cielo…. Si no introducimos también a Gea o Gaia, estaremos considerando a Acuario como si lo único que importara fuese el Cielo. Sin embargo, toda la existencia surge de sus encuentros eróticos con Gaia. Incluso Urano es quien es expulsado del Cosmos. Si Gea no se hubiese podido poner a distancia su pulsión creativa incesante, no hubiese existido este espacio que habitamos, el que hace posible que la vida con sentido se desarrolle, el mundo humano que se da en el “entre” que separa (y une) Cielo y Tierra. Sin Gea no tenemos casa donde habitar, perdemos a nuestra hermana Tierra y estamos condenados a vagar por un despiadado Cielo donde todos nos dispersamos desesperados buscando una diferencia absoluta imposible.
Piscis: el regente tradicional es Neptuno (Poseidón para los griegos). La injusticia se comete contra una diosa no tan conocida, pero fundamental para comprender nuestra existencia: Anfitrite, su esposa, una de las Nereidas. Anfitrite quiere decir “dos, que no excluyen un tercero, y por tanto, que no excluyen múltiples”. Si no reivindicamos a Anfitrite nos perdemos la oportunidad de experimentar la experiencia de compartir el mundo con otros seres vivos de toda clase, que no por ser distintos, dejan de ser valiosos y queribles. Cada entidad viva es importante, dice Anfitrite, y ninguna niega a otra. Anfitrite, perfecciona a Piscis junto a su esposo. Él permite abarcar en conjuntos y ella nos habilita el discernir y respetar a todas las partes que integran un todo. Si nos quedamos con Neptuno solo, vemos el todo, pero despreciamos o desechamos las partes.
Quizá con Anfitrite logremos dar forma a una Era de Acuario en la que no nos definamos por lo que no somos, sino por lo que somos: valiosos a nuestra manera y con nuestras particularidades. Cada ser es una parte que importa por sí misma y forma por integración amorosa un todo mayor, por lo cual tiene derecho de existir y ser parte. ¿Será éste el último aprendizaje que aún nos queda por hacer para pasar a vivir la Era actual, la de Acuario, de un modo cordial?
Si resumimos el aporte de las divinidades femeninas como co- regentes astrológicas en los signos, podríamos afirmar que su presencia el mundo gana en presencia, cooperación, disfrute, evolución, habitación y diversidad.


Por Natalia Carcavallo


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