El Centro de Kabbalah
Lo hacemos sin siquiera darnos cuenta. Vemos
a un indigente en la calle y una ráfaga de juicios viene a nuestra mente: Esa
persona probablemente sea demasiado perezosa para conseguirse un empleo. Seguro
es adicta a las drogas. Ha perdido la cabeza y está sucia. ¡Ni siquiera sabemos
la historia de esa persona! No tenemos ni una pizca de información, pero la voz
del juicio suena fuertemente en nuestra cabeza y nos conduce a prejuicios
apresurados, estereotipos o suposiciones.
¿Cuántas veces la gente ha hecho juicios
injustos acerca de ti? Quizá cometiste un simple error y alguien asumió que
eras un despistado. O quizá asumen tu posición política con base en tu género,
raza o crianza.
Si sabemos que duele cuando nos lo hacen a
nosotros, ¿por qué seguimos juzgando a otras personas de la misma manera? ¡Es
todo un fenómeno! En lugar de desarrollar una conexión basada en el amor y la
comprensión, la naturaleza humana es creer que los demás son diferentes a
nosotros. Como resultado, pasamos una gran parte de nuestra vida alejando a las
demás personas.
Si queremos entender esto, debemos observar
lo que verdaderamente significa el juicio, por qué lo hacemos, y cómo podemos
comenzar a juzgar menos y a amar más.
¿Qué significa juzgar?
Un juicio es la suma de nuestros
pensamientos, sentimientos y observaciones. Nuestro cerebro es obligado a hacer
miles de juicios cada día; algunos buenos, algunos malos y algunos neutrales.
Cuando estamos conduciendo, tenemos que evaluar si es seguro cambiar de carril
antes de hacerlo. Eso es un juicio que hacemos, ¡y uno bastante útil! Si vemos
a alguien ayudando a una anciana a cruzar la calle, quizá hagamos un juicio
positivo acerca de esta persona.
El problema con juzgar a la gente es que las
reducimos a un puñado de características e ignoramos por completo el hecho de
que las personas son seres complejos y tridimensionales con muchas facetas. Por
ejemplo, quizá juzguemos a alguien por la crianza que tuvieron. Al catalogar mentalmente
a alguien como “malcriado”, descartamos la noción de que a veces puede ser una
persona altruista y generosa. Después de un momento de observación, solemos
pensar que hemos descifrado a alguien en su mayoría y no dejamos espacio para
aceptar lo contrario. En realidad no tenemos ni idea si la persona que ayuda a
la anciana a cruzar la calle es un buen samaritano, ¡o si en ese momento le
está robando sigilosamente sin que ella se dé cuenta!
Resistir el impulso de juzgar a alguien no
significa que tengamos que estar de acuerdo con todo lo que hagan. Es válido no
estar de acuerdo con las opiniones o acciones de alguien. Si tu jefe pierde la
paciencia y comienza a vociferar insultos, está bien pensar que está actuando
inapropiadamente. La diferencia entre tener una opinión y juzgar a alguien es
que, cuando juzgas, descartas sus sentimientos y experiencias; en esencia,
borras a la persona.
Entonces, en lugar de ver a tu jefe como
alguien que está teniendo un día muy difícil o ha tenido problemas para manejar
su ira, lo ves como un maníaco impulsivo.
¿Por qué juzgamos?
La raíz de todo juicio proviene de solo un
lugar: el ego. Cuando vemos a alguien actuando de una forma con la que no
estamos de acuerdo, pensamos: “¡Jamás actuaría así! Yo estoy por encima de eso.
Yo soy más justo, más trabajador, más inteligente…”.
Menospreciar a alguien nos hace sentir mejor
con nosotros mismos temporalmente. El ego es el mago maestro, está
constantemente desviando nuestra atención, distrayéndonos de nuestros defectos
y el trabajo que necesitamos hacer para mejorar.
¿Cómo podemos juzgar menos?
Veamos cinco métodos para comenzar a juzgar
menos y amar más
1. Recuerda que la experiencia de cada persona es única.
Nunca podemos entender a totalidad la
experiencia de alguien más. Ni podemos predecir cómo reaccionaríamos nosotros
si tuviéramos que estar en su situación. Todos tienen temores, dudas y cargas
que no siempre son evidentes. Cuando juzgamos, solamente miramos la parte
visible de alguien. Sus acciones, comportamiento o personalidad podrían tener
más sentido para nosotros si supiéramos lo que hay en el fondo.
2. Escucha y aprende.
El escritor Andrew Solomon dijo: “Es casi
imposible odiar a alguien cuya historia conoces”. Cuando enfrentamos una
circunstancia que no entendemos o nos incomoda, hay una oportunidad para
aprender y crecer. Escuchar la historia de alguien e intentar entenderlos puede
expandir nuestro punto de vista.
3. Busca lo positivo
Cuando juzgamos a alguien, estamos enfocados
en lo que consideramos que son sus características negativas. En lugar de
criticarla, intenta ver sus atributos positivos; ¿qué está haciendo bien?
¿Cuáles son sus mejores cualidades?
4. Cestiónate a ti mismo.
Cuando alguien te hace alterar, hay una razón
para ello. En lugar de condenar a la persona, obsérvate y pregúntate: “¿Por qué
esto me molesta tanto?”. A menudo las cosas que no nos agradan sobre otras
personas son un reflejo de nuestros propios problemas o nuestras inseguridades.
5. No trates de cambiar a las personas.
Podemos ofrecer consejos, predicar con el
ejemplo e inspirar a la gente, pero depende de cada persona mejorar su vida.
Permite que los demás tengan espacio para ser quienes son. Las cosas que quizá
no te agradan de alguien quizá sean precisamente las cosas en las que ya está
trabajando.
"CREAR UN MUNDO AMOROSO Y TOLERANTE
COMIENZA CON NOSOTROS"
Rav Berg, fundador del Centro de Kabbalah tal
como lo conocemos hoy día, solía decir: “La razón por la que hay tanto caos en
este mundo es que una persona no soporta a otra. ¡Y esto es muy simple! La
intolerancia y la falta de dignidad humana es la causa de todo sufrimiento. Es
hora de que asumamos la responsabilidad de, al menos, eliminar el caos que está
en nuestro interior”.
Si se nos diera la oportunidad de elegir
entre un mundo en el que las personas son juzgadas, criticadas y denunciadas, y
un mundo en el que las personas son amadas y aceptadas, la mayoría de nosotros
elegiría el segundo sin lugar a dudas. Es difícil recordar que crear un mundo
amoroso y tolerante comienza con nosotros, tanto en nuestros pensamientos como
en nuestras acciones. Cuanto más juzgamos a los demás, menos espacio tenemos
para el amor.
Elijamos juntos reemplazar el juicio con
comprensión, compasión y amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario