Centro Holística Hayden

Escuela de Autoconocimiento personal y espiritual

Master Reiki Usui - Master Reiki Karuna - Master Reiki Egipcio Seichim - Terapeuta Holística - Facilitadora espiritual - Numeróloga Evolutiva Humanista.

A través de estas herramientas te encuentras con tu verdadero Ser...aqui estamos....esperando darte la mano.........

9 de octubre de 2018

Dios nunca parpadea - Lección 14, 15 y 16


LECCIÓN 14

No compares tu vida con la de otros, pues no sabes en qué consiste su propio viaje.

Durante el Día de la Vocación, siempre me escondía. La directora de la Inmaculada Concepción anunciaba que el Padre Fulanito iba a hablarnos sobre elegir una vocación. Sólo había dos opciones: convertirte en monja o en sacerdote.

Le tenía pavor a La Plática. El sacerdote caminaba por el salón, examinando nuestros rostros en busca de halos. Él nos decía que algunos niños y niñas tenían una vocación, un llamado para hacer algo especial con sus vidas.

Yo me escondía detrás del niño frente a mí para que el sacerdote no me eligiera, y tampoco Dios. Si Dios no me veía, no me escogería. No quería usar un hábito y esconder mi cabello en ese artilugio que las dominicas usaban en la cabeza y sólo dejaba ver el rostro.


El día de reclutamiento, las opciones eran simples: elegir a Dios o elegir el mundo. La única manera de servir completamente a Dios era estar en una orden religiosa. Había tantas para elegir: sacerdotes Franciscanos, Jesuitas o de Maryknoll; monjas Ursulinas, Dominicas o del Verbo Encarnado. Ellos incluso tenían folletos para atraer reclutas, como en el ejército.

Por lo que sé, nadie en mi clase recibió el llamado. Todos elegimos trabajos y vidas normales, elegimos salir con gente del sexo opuesto, casarnos, tener hijos, y no siempre en ese orden. Yo algunas veces llegué a preguntarme si no nos habíamos conformado eligiendo el mundo por encima de Dios. No teníamos vocaciones ni llamados; optamos por trabajos y carreras.

Me tomó años llegar a entender el concepto de vocación; comprender que cada persona tiene una y las elecciones no están limitadas a las órdenes religiosas. También me costó darme cuenta de que no debía comparar ni medir mi vocación con respecto a la de nadie más.

Todos estamos en este mundo por algo mayor que nuestro pequeño ser. Todos tenemos una misión, una tarea, un llamado, una vocación que es nuestra y sólo nuestra. La mejor descripción que he leído del término es la del escritor y teólogo Frederick Buechner, la cual me ayudó a afinar mi enfoque en la vida. Para parafrasear a Buechner, el lugar que Dios ha elegido para ti es la intersección donde se encuentran tu más grande alegría y la más grande necesidad del mundo.

Durante años luché por encontrar la mía. Quería una vida que tuviera significado y sentido.

Trastabillé por un sendero roto lleno de baches y desviaciones y conos de construcción color naranja. Trabajé como cajera despachando vitaminas en una farmacia, después, como mesera. Usé un uniforme rosa y una red para el cabello cuando trabajé en la cocina de un hospital, colocando licuados de ciruela pasa en las bandejas de los pacientes. Di primeros auxilios como técnica de emergencias médicas, recogí cadáveres para una funeraria. Cobré multas por exceso de velocidad y llené expedientes cuando trabajé para el área de tránsito. Mecanografié escritos legales como secretaria del defensor público del condado. Fui la recepcionista de una clínica de rehabilitación para pacientes alcohólicos. También fui terapeuta de personas con problemas de alcoholismo, y llegué a hacer terapia de grupo.

Me tomó décadas llegar a escritora, y hacer lo que amo. Todo el tiempo solía voltear alrededor y comparar mi interior con el exterior de todos los demás. Quería lo de los demás simplemente porque no lo tenía. “Para todos los demás era mucho más fácil”, lloriqueaba. Quería sus vidas. Parecían mucho mejores que la mía.

Dejé de quejarme el día que mi prometido me engañó y le devolví el anillo. Un hombre no es un plan financiero, me di cuenta finalmente. Mi futuro dependía de mí, y fue entonces cuando regresé a la universidad y perseguí mi sueño de ser escritora.

Con el tiempo, descubrí que en la economía de Dios, nada se gasta. Todos esos “trabajos sin futuro” me prepararon para el trabajo de mis sueños como periodista. Haber sido técnica en emergencias médicas me enseñó a trabajar con fechas límite.
Recoger cuerpos muertos me enseñó a hablar con las familias dolientes. Trabajar en el sistema jurídico me enseñó a leer escritos legales y a investigar registros criminales para futuras historias. Ser consejera de personas alcohólicas me enseñó a entrevistar y a escuchar, lo que a su vez me ayudó a desarrollar el detector de mentiras que todo periodista necesita.

Todos mis trabajos me prepararon para la tarea de mi vida.
Me encanta decirle a la gente que no he trabajado desde 1986. Me pagan por escribir. ¡Por escribir! Mi vocación es inspirar a la gente a través de la escritura. Ése es el lugar donde mi alegría más profunda y el hambre más profunda del mundo se encuentran. Escribo para que la gente se sienta menos sola.

¿Cuál es tu alegría más profunda? ¿Dónde se encuentra con el hambre más profunda del mundo?
¿Es todo? Eso es lo que tú necesitas descubrir.
La gente que desconoce mi viaje podría decir, “Tienes tanta suerte”. ¿Suerte? Reconozco que ha sido gracia, pero no suerte. Puedes compararte con los que están encima y llorar o puedes compararte con los que están abajo y regodearte, o puedes mantenerte concentrado en ese hombre o mujer en el espejo y abrazar su tarea única con gratitud.

¿Cuál es tu tarea aquí?
Puedes ser cualquier cosa —doctor, abogado, trabajador social, alcalde, presidente, columnista—, ¿pero por qué no descubrir tu llamado?

No importa lo que te ha sucedido, importa lo que haces con lo que te ha sucedido. La vida es como un juego de póquer. No puedes elegir las cartas, pero depende de ti totalmente cómo juegas tu mano.

Una de mis líneas favoritas en la película Harry Potter y la cámara de los secretos es cuando el gran sabio Dumbledore le dice a Harry: “No son nuestras habilidades las que muestran quiénes somos realmente. Son nuestras decisiones”.

La elección, no la casualidad, es lo que determina tu destino. Depende de ti decidir lo que vales y cómo eres significativo para el mundo. Nadie más tiene tus dones, tu serie de talentos, ideas, intereses. Eres un original, una obra maestra.

Muéstrale al mundo el milagro de tu ser. Fíngelo hasta lograrlo. Todos fingimos. Los más grandes escritores se levantan todos los días sobrecogidos por el temor de no poder volver a escribir otra palabra interesante. Los líderes de negocios más importantes se levantan preguntándose si hoy es el día en el que el mundo descubrirá la gran farsa que representan. Los líderes religiosos más importantes luchan diariamente con la fe. Los grandes líderes políticos se preocupan de que cada decisión les cueste la siguiente elección.

Nadie se siente con una confianza o una seguridad absolutas. Obtenemos sólo pequeños destellos de ello. Todos tenemos miedo de cometer el error que arruine nuestras vidas. Probablemente no haya tal cosa. Incluso si cometiéramos cada uno de los errores que, según nosotros, nos arruinarían, nuestra vida no se vendría abajo. Sólo cambiaría.

Todos tenemos miedo de estar haciendo mal las cosas, de no agradarle a la gente, de no ser lo suficientemente listos, lo suficientemente buenos, lo suficientemente exitosos, lo suficientemente atractivos. No luches contra ello. Conviértelo en un miedo como de montaña rusa. Disfruta los saltos, las curvas pronunciadas, las subidas y las bajadas, las sacudidas que casi te hacen sacar el almuerzo.

La vida te pateará como si fueras el balón del Mundial de futbol. Mantén tu rebote. Disfruta el paseo.
El miedo y la emoción se llevan muy bien.

No intentes ocupar el lugar de nadie más. El mundo no necesita que seas la Madre Teresa, Gandhi, Martin Luther King, Michael Jordan, Maya Angelou o Bill Gates. El mundo necesita que seas tú.

LECCIÓN 15

Si una relación debe mantenerse en secreto, aléjate de ella.

Durante las décadas de mis veinte y treinta años, pasé por una serie de hombres como las migas de pan pasarían a través de la garganta de un ganso. Aunque con distinto nombre, la verdad es que yo seguía saliendo con el mismo hombre.

Nunca me di cuenta hasta que una relación me llevó a aterrizar en terapia. El hombre joven y guapo que me coqueteó en el trabajo parecía emocionado de salir conmigo. Él fue efusivo durante tres meses. Justo cuando yo estaba por bajar la guardia, me dijo que no podía salir conmigo ese fin de semana porque su prometida estaba por llegar a la ciudad.

¿Su qué?
Sí. Estaba comprometido. Yo había sido, nuevamente, el segundo plato de alguien. Me sentí furiosa. Había hecho mi tarea. El tipo no era homosexual, no estaba casado y no era adicto a nada.

Así es que, ¿cómo era que de nuevo me encontraba saliendo con un hombre que no estaba libre?
La historia de mi vida. ¿Por qué seguía repitiendo esa historia? Cuando le dije que no lo quería volver a ver, lloré y recé y le grité al universo:
—¿Por qué sigo atrayendo hombres que no están disponibles?
—Porque tienes miedo de los que sí lo están —contestó el universo.
Guau. Me di cuenta de que tenía miedo de los hombres que podían permanecer. ¿Por qué? Crecí con un hombre en la casa que sermoneaba y se enfurecía. Del otro lado de la moneda, era el papá más generoso y desinteresado con el que uno pudiera encontrarse. El asunto era que jamás sabías qué lado te iba a tocar. En algún momento y lugar de mi niñez hice una nota mental que terminó grabada en mi corazón: Los hombres lastiman. Nunca vivas con uno.

Así es que no lo hice. Escogí hombres que no podían quedarse. Hombres que no estaban disponibles. Hombres que estaban casados, comprometidos, que salían con otras personas, que vivían en otro estado o que eran adictos al alcohol o al trabajo. Hombres que jamás se comprometerían por completo. Los hombres amables que sí podían quedarse dejaron de asustarme después de años de terapia.

La terapeuta que curó mis heridas más profundas y oscuras también me dio reglas sólidas para las citas. Estas reglas eran fáciles de recordar y deletreaban la palabra seguro. De las cuatro reglas, la primera era la más importante.

Secreto. ¿Puede la relación pasar por el escrutinio público? Si la relación debe mantenerse en secreto, aléjate.

Abusiva. ¿Te hiere o degrada a ti o a tus hijos de alguna manera?
Sentimientos. ¿Estás en la relación para evitar sentimientos dolorosos? ¿Es una relación que modifica tu estado de ánimo?
Vacía. ¿Está vacía de cuidado y compromiso?

Fue un gran punto de arranque. De ahí en adelante, supe cuál era la cualidad número uno para buscar en un hombre: disponibilidad. Tan pronto como me sentía atraída a alguien, me preguntaba si estaba disponible para una relación desde el principio. Si no, no tenía futuro.

Con el tiempo hice mi propia lista de consejos para las citas:
Mantente alejada de hombres que no están disponibles. Hombres que no están disponibles incluyen homosexuales, sacerdotes, hombres geográficamente no deseables, hombres casados, hombres que están comprometidos con alguien más, hombres que tienen miedo de decirles a otros que están saliendo contigo porque eso ahuyentaría otras citas potenciales.

No tengas secretos. Tengo una querida amiga cuyo esposo la engañó durante años. No fue una aventura amorosa, era un estilo de vida. Durante ese tiempo, ellos iban a terapia de pareja y “trabajaban en la relación”. Él fingía participar en las sesiones, sin mencionar jamás a las otras mujeres, hasta el día que fue descubierto y el matrimonio terminó. Otra amiga volvía una y otra vez con un hombre que estaba casado, pensando que él dejaría a su esposa y se casaría con ella. Yo solía decirle:

—Si te casas con un hombre que engaña a su esposa, te casas con un hombre que engaña a su esposa.
Lo mismo va para los hombres. Si tu novia no quiere decirle a su hermana, madre, o amigos que está saliendo contigo, sigue otro camino. No seas el guardadito o el segundo plato de alguien más. Si ella no puede ser honesta y abierta sobre su relación, mándala a volar. ¿Quieres una aventura o una relación?

Cuidado con las adicciones. Si alguien está atrapado en la bebida, las apuestas, la marihuana, el crack, los billetes de lotería, el sexo, el trabajo, etcétera, entonces esa persona no está disponible.

Ten cuidado con tu propia necesidad interna de encontrar y reparar un alma rota. Si sigues con el patrón del salvador, pregúntate por qué. Si crees que puedes salvarlo o salvarla, reflexiona con más detenimiento. Dentro de cada uno de los programas de los doce pasos, el primero consiste en reconocer tu impotencia.

Sé como tú eres. Sé tú al cien por ciento. Un hombre con el que salía me dijo que le gustaba todo de mí, a excepción de mi parte excesivamente espiritual. ¿Hay tal cosa? ¿Qué esperaba que hiciera, que creyera más en él y menos en Dios? La cosa que yo valoro más de mí, él la encontraba difícil de tolerar. Yo no quiero a alguien que me tolere, quiero a alguien que me celebre.

Dile al mundo lo que quieres en un compañero. Tienes que saberlo tú primero. Escríbelo. Saca las cosas superficiales —la altura, el peso, el ingreso—, libéralas y déjalas ir. Después, siéntate en el silencio de tu alma, ve hasta el núcleo y pregúntate qué es lo que realmente quieres. Luego haz una lista, hasta abajo escribe: “Esto o algo mejor”. Después guarda el papel en una caja y olvídalo.

Ignora la envoltura. La envoltura de un regalo normalmente no da indicación alguna de lo que está adentro. Algunas veces la envoltura es mejor que el contenido. Algunos de los mejores regalos vienen sin envoltura. No ignores a los hombres bajos y calvos o a los tipos que parecen ositos de peluche. Antes de mandarlos a volar con la maldición de la palabra “tierno”, piensa profundamente en lo que realmente quieres. No hagas a un lado al rechonchito con un corazón tierno por el hombre rudo con abdominales impresionantes. El corazón tierno sobrevivirá al vientre de lavadero.

Pregúntale a cualquier mujer casada que tenga más de 40.
Crea tu mejor ser. Crea y vive una vida que sea tan buena que no importe si alguien aparece en ella. Dile sí a cada oportunidad para hacer nuevos amigos, conocer gente nueva, intentar nuevas aventuras. Ocúpate en vivir la vida de tus sueños, en lugar de buscar al hombre o a la mujer de tus sueños. Es como la mariposa proverbial: una vez que dejas de perseguirla, gentilmente se posará en tu hombro. En lugar de buscar al compañero adecuado, conviértete en la persona adecuada…por ti.

Se tu mejor ser, el más profundo, el más auténtico. Hazte atractivo para ti.
Hay alguien para todos. Si estás preocupada por convertirte en alguien más, el Sr. Adecuado quizá no se interese en ti, pues estará buscando a una mujer como la que tú rechazaste.

LECCIÓN 16

Todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Pero no te preocupes, Dios nunca parpadea.

En una de sus novelas, Chaim Potok compara la visión de Dios con la de los humanos. Nosotros vemos el mundo fragmentado porque parpadeamos. Pero Dios, que jamás parpadea, ve el universo como nosotros no podemos verlo: Completo.
Imagínate lo que podríamos ver en una vida sin parpadear.

Algunas personas creen que unos cuantos privilegiados ven durante el parpadeo. La Hermana María Gloria Riva, quien es crítica de arte, alguna vez le dijo a un entrevistador que los santos y los artistas pueden ver durante el parpadeo. Si examinas sus creaciones, la belleza de la totalidad brilla a través de ellas.

Los santos y los artistas ven con la visión de la fe; para parafrasearla, si tienes fe, puedes ver más allá de las limitaciones de la visión. Puedes ver la luz del “ahora” donde otros sólo ven la oscuridad del “todavía no”.

Una vez conocí a un hombre que podía ver el ahora en el todavía no. Durante una Navidad, todo en su vida cambió en un abrir y cerrar de ojos.

El Padre Mike Surufka recibió la llamada mientras estaba de viaje, el 7 de diciembre de 2002. Su casa, la rectoría de la iglesia, estaba en llamas. Él regresó corriendo para recibir peores noticias. Su mejor amigo, el pastor de la iglesia, había desaparecido. Nadie podía encontrar al Padre Willy.

Después el obispo llamó. Los bomberos habían encontrado un cuerpo entre los escombros. Era el Padre Willy. La investigación reveló un nuevo horror, el sacerdote no había muerto en el incendio, le habían disparado. ¿Quién asesinaría al Padre William Gulas?

Todo el mundo en la Iglesia de San Estanislao, del viejo barrio eslavo de Cleveland, amaba al Padre Willy. Él era el pastor de la hermosa y ornamentada iglesia polaca que los padres franciscanos pastoreaban. El día del incendio, el Padre Mike llegó a la iglesia para la misa de las cinco de la tarde, justo cuando la gente oraba, “Cordero de Dios, ten piedad de nosotros”. Él contuvo el llanto hasta que elevó la mirada y vio a todos los niños y niñas del altar. Todos asistieron, pues la noticia se había dispersado. Ellos estaban ahí de pie, con sus sotanas y los rostros empapados en lágrimas.

El Padre Mike lloró.

Las cosas empeoraron todavía más. La policía acusó a un hermano franciscano del homicidio. El Hermano Daniel Montgomery había vivido con los dos sacerdotes, pero todavía no había tomado los votos finales para ser un franciscano. Su comportamiento era extraño y hacía sentir incómoda a la gente. El Padre Willy tuvo que darle la noticia de que no podría ordenarse.

El Hermano Dan le disparó y después incendió la rectoría para cubrir el asesinato.
Esa noche el Padre Mike se acostó en la cama, con el pesar de que había perdido todo, sus posesiones, su hogar, a su amigo. Al día siguiente, deambuló entre los escombros, a través de los pasillos ennegrecidos, el hedor del humo, los fragmentos de vidrio, los cables desnudos.

Él no tenía casa, su querido amigo se había ido, todos en la iglesia estaban devastados. Nunca había sentido tanta desesperanza. Cuando abrió la puerta, una mujer se acercó a él. Un ángel, la llama él ahora.

—¿Cómo está? —le preguntó ella.
Él le dijo la verdad.
—No tengo nada.
Ella lo vio y dijo cuatro palabras que cambiaron su vida:
—Nos tiene a nosotros.
Desde entonces, él hizo un nuevo cálculo:
—Lo tengo todo.

Esa noche fue conducido a la esencia de lo que significa ser franciscano: cuando tu único apego es Dios y el amor, tienes todo lo que importa. Él había usado esa larga y sencilla túnica café de San Francisco durante veinte años, pero ése fue el momento en que se convirtió en un franciscano.

En el núcleo de esta orden se encuentra la hermandad. Eso fue lo que hizo la muerte del Padre Willy más difícil. Un hermano mató a uno de los suyos.
Cuando el Padre Mike caminó por la rectoría quemada, sus sandalias crujieron por encima de los fragmentos de vidrio en la alfombra ennegrecida. Él se detuvo en su antigua oficina frente al tablero de anuncios, sólo se veían las chinchetas derretidas donde las fotos de amigos se enroscaban como garras negras. Caminó por el túnel oscuro, dejó atrás las ventanas selladas y cruzó los marcos de puertas carbonizadas para llegar a la capilla. En una pared ennegrecida por el humo, una cruz había dejado su marca en un blanco brillante; tan brillante que parecía fulgurar en la oscuridad.

Caminó por la cocina donde él y el Padre Willy compartían sus alimentos. Se detuvo en la puerta donde encontraron al Padre Willy. Se paró en la sala donde habían puesto el árbol de Navidad.

¿Cómo podrían las personas de la parroquia celebrar la Navidad? ¿Cómo podrían celebrar cualquier cosa?
La gente de San Estanislao sabía que la Navidad sería difícil, así es que buscaron el árbol más ancho y alto para la iglesia. Medía 5 metros. Lo cubrieron de luces, y todos los que pertenecían a esta vieja y fuerte parroquia polaca llevaron un adorno de casa para decorarlo. Fue el árbol más glorioso jamás visto.

Una sonrisa aparece en el rostro del Padre Mike cuando habla de esa Navidad, la más oscura y la más luminosa de su vida. Él toma una Biblia negra y raída, casi partida a la mitad, arrugada por abrirse tan a menudo. Le echa una ojeada a Juan 1:5 y sonríe cuando encuentra el pasaje.

—Éste es el espíritu de la Navidad —dice, y después lee en voz alta—: La luz brilla en la oscuridad, una oscuridad que no la superó.

Cierra el libro. En la cubierta, en la esquina inferior derecha, estampadas en color dorado hay dos palabras: William Gulas.
Era la Biblia del Padre Willy.

San Francisco alguna vez dijo que no había oscuridad que resistiera la luz de una vela.
Esa mujer fue la vela.
Una sola flama.
Un parpadeo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario