LECCIÓN 14
No compares tu vida con la de otros, pues no
sabes en qué consiste su propio viaje.
Durante el Día de la Vocación, siempre me
escondía. La directora de la Inmaculada Concepción anunciaba que el Padre
Fulanito iba a hablarnos sobre elegir una vocación. Sólo había dos opciones: convertirte
en monja o en sacerdote.
Le tenía pavor a La Plática. El sacerdote
caminaba por el salón, examinando nuestros rostros en busca de halos. Él nos
decía que algunos niños y niñas tenían una vocación, un llamado para hacer algo
especial con sus vidas.
Yo me escondía detrás del niño frente a mí para
que el sacerdote no me eligiera, y tampoco Dios. Si Dios no me veía, no me
escogería. No quería usar un hábito y esconder mi cabello en ese artilugio que
las dominicas usaban en la cabeza y sólo dejaba ver el rostro.
El día de reclutamiento, las opciones eran
simples: elegir a Dios o elegir el mundo. La única manera de servir
completamente a Dios era estar en una orden religiosa. Había tantas para
elegir: sacerdotes Franciscanos, Jesuitas o de Maryknoll; monjas Ursulinas,
Dominicas o del Verbo Encarnado. Ellos incluso tenían folletos para atraer
reclutas, como en el ejército.
Por lo que sé, nadie en mi clase recibió el
llamado. Todos elegimos trabajos y vidas normales, elegimos salir con gente del
sexo opuesto, casarnos, tener hijos, y no siempre en ese orden. Yo algunas
veces llegué a preguntarme si no nos habíamos conformado eligiendo el mundo por
encima de Dios. No teníamos vocaciones ni llamados; optamos por trabajos y
carreras.
Me tomó años llegar a entender el concepto de
vocación; comprender que cada persona tiene una y las elecciones no están
limitadas a las órdenes religiosas. También me costó darme cuenta de que no debía
comparar ni medir mi vocación con respecto a la de nadie más.
Todos estamos en este mundo por algo mayor que
nuestro pequeño ser. Todos tenemos una misión, una tarea, un llamado, una
vocación que es nuestra y sólo nuestra. La mejor descripción que he leído del
término es la del escritor y teólogo Frederick Buechner, la cual me ayudó a
afinar mi enfoque en la vida. Para parafrasear a Buechner, el lugar que Dios ha
elegido para ti es la intersección donde se encuentran tu más grande alegría y
la más grande necesidad del mundo.
Durante años luché por encontrar la mía. Quería
una vida que tuviera significado y sentido.
Trastabillé por un sendero roto lleno de baches
y desviaciones y conos de construcción color naranja. Trabajé como cajera
despachando vitaminas en una farmacia, después, como mesera. Usé un uniforme
rosa y una red para el cabello cuando trabajé en la cocina de un hospital,
colocando licuados de ciruela pasa en las bandejas de los pacientes. Di
primeros auxilios como técnica de emergencias médicas, recogí cadáveres para
una funeraria. Cobré multas por exceso de velocidad y llené expedientes cuando
trabajé para el área de tránsito. Mecanografié escritos legales como secretaria
del defensor público del condado. Fui la recepcionista de una clínica de
rehabilitación para pacientes alcohólicos. También fui terapeuta de personas
con problemas de alcoholismo, y llegué a hacer terapia de grupo.
Me tomó décadas llegar a escritora, y hacer lo
que amo. Todo el tiempo solía voltear alrededor y comparar mi interior con el
exterior de todos los demás. Quería lo de los demás simplemente porque no lo
tenía. “Para todos los demás era mucho más fácil”, lloriqueaba. Quería sus
vidas. Parecían mucho mejores que la mía.
Dejé de quejarme el día que mi prometido me
engañó y le devolví el anillo. Un hombre no es un plan financiero, me di cuenta
finalmente. Mi futuro dependía de mí, y fue entonces cuando regresé a la
universidad y perseguí mi sueño de ser escritora.
Con el tiempo, descubrí que en la economía de
Dios, nada se gasta. Todos esos “trabajos sin futuro” me prepararon para el
trabajo de mis sueños como periodista. Haber sido técnica en emergencias
médicas me enseñó a trabajar con fechas límite.
Recoger cuerpos muertos me enseñó a hablar con
las familias dolientes. Trabajar en el sistema jurídico me enseñó a leer
escritos legales y a investigar registros criminales para futuras historias.
Ser consejera de personas alcohólicas me enseñó a entrevistar y a escuchar, lo
que a su vez me ayudó a desarrollar el detector de mentiras que todo periodista
necesita.
Todos mis trabajos me prepararon para la tarea
de mi vida.
Me encanta decirle a la gente que no he
trabajado desde 1986. Me pagan por escribir. ¡Por escribir! Mi vocación es
inspirar a la gente a través de la escritura. Ése es el lugar donde mi alegría más
profunda y el hambre más profunda del mundo se encuentran. Escribo para que la
gente se sienta menos sola.
¿Cuál es tu alegría más profunda? ¿Dónde se
encuentra con el hambre más profunda del mundo?
¿Es todo? Eso es lo que tú necesitas descubrir.
La gente que desconoce mi viaje podría decir,
“Tienes tanta suerte”. ¿Suerte? Reconozco que ha sido gracia, pero no suerte.
Puedes compararte con los que están encima y llorar o puedes compararte con los
que están abajo y regodearte, o puedes mantenerte concentrado en ese hombre o mujer
en el espejo y abrazar su tarea única con gratitud.
¿Cuál es tu tarea aquí?
Puedes ser cualquier cosa —doctor, abogado,
trabajador social, alcalde, presidente, columnista—, ¿pero por qué no descubrir
tu llamado?
No importa lo que te ha sucedido, importa lo que
haces con lo que te ha sucedido. La vida es como un juego de póquer. No puedes
elegir las cartas, pero depende de ti totalmente cómo juegas tu mano.
Una de mis líneas favoritas en la película Harry Potter y la cámara de los secretos es cuando el gran sabio Dumbledore le dice a Harry: “No son
nuestras habilidades las que muestran quiénes somos realmente. Son nuestras
decisiones”.
La elección, no la casualidad, es lo que
determina tu destino. Depende de ti decidir lo que vales y cómo eres
significativo para el mundo. Nadie más tiene tus dones, tu serie de talentos,
ideas, intereses. Eres un original, una obra maestra.
Muéstrale al mundo el milagro de tu ser. Fíngelo
hasta lograrlo. Todos fingimos. Los más grandes escritores se levantan todos
los días sobrecogidos por el temor de no poder volver a escribir otra palabra
interesante. Los líderes de negocios más importantes se levantan preguntándose
si hoy es el día en el que el mundo descubrirá la gran farsa que representan.
Los líderes religiosos más importantes luchan diariamente con la fe. Los
grandes líderes políticos se preocupan de que cada decisión les cueste la
siguiente elección.
Nadie se siente con una confianza o una
seguridad absolutas. Obtenemos sólo pequeños destellos de ello. Todos tenemos
miedo de cometer el error que
arruine nuestras vidas. Probablemente no haya tal cosa. Incluso si cometiéramos
cada uno de los errores que, según nosotros, nos arruinarían, nuestra vida no
se vendría abajo. Sólo cambiaría.
Todos tenemos miedo de estar haciendo mal las
cosas, de no agradarle a la gente, de no ser lo suficientemente listos, lo
suficientemente buenos, lo suficientemente exitosos, lo suficientemente atractivos.
No luches contra ello. Conviértelo en un miedo como de montaña rusa. Disfruta
los saltos, las curvas pronunciadas, las subidas y las bajadas, las sacudidas
que casi te hacen sacar el almuerzo.
La vida te pateará como si fueras el balón del
Mundial de futbol. Mantén tu rebote. Disfruta el paseo.
El miedo y la emoción se llevan muy bien.
No intentes ocupar el lugar de nadie más. El
mundo no necesita que seas la Madre Teresa, Gandhi, Martin Luther King, Michael
Jordan, Maya Angelou o Bill Gates. El mundo necesita que seas tú.
LECCIÓN 15
Si una relación debe mantenerse en secreto,
aléjate de ella.
Durante las décadas de mis veinte y treinta
años, pasé por una serie de hombres como las migas de pan pasarían a través de
la garganta de un ganso. Aunque con distinto nombre, la verdad es que yo seguía
saliendo con el mismo hombre.
Nunca me di cuenta hasta que una relación me
llevó a aterrizar en terapia. El hombre joven y guapo que me coqueteó en el
trabajo parecía emocionado de salir conmigo. Él fue efusivo durante tres meses.
Justo cuando yo estaba por bajar la guardia, me dijo que no podía salir conmigo
ese fin de semana porque su prometida estaba por llegar a la ciudad.
¿Su qué?
Sí. Estaba comprometido. Yo había sido,
nuevamente, el segundo plato de alguien. Me sentí furiosa. Había hecho mi
tarea. El tipo no era homosexual, no estaba casado y no era adicto a nada.
Así es que, ¿cómo era que de nuevo me encontraba
saliendo con un hombre que no estaba libre?
La historia de mi vida. ¿Por qué seguía
repitiendo esa historia? Cuando le dije que no lo quería volver a ver, lloré y
recé y le grité al universo:
—¿Por qué sigo atrayendo hombres que no están
disponibles?
—Porque tienes miedo de los que sí lo están
—contestó el universo.
Guau. Me di cuenta de que tenía miedo de los
hombres que podían permanecer. ¿Por qué? Crecí con un hombre en la casa que
sermoneaba y se enfurecía. Del otro lado de la moneda, era el papá más generoso
y desinteresado con el que uno pudiera encontrarse. El asunto era que jamás
sabías qué lado te iba a tocar. En algún momento y lugar de mi niñez hice una
nota mental que terminó grabada en mi corazón: Los hombres lastiman. Nunca vivas con uno.
Así es que no lo hice. Escogí hombres que no
podían quedarse. Hombres que no estaban disponibles. Hombres que estaban
casados, comprometidos, que salían con otras personas, que vivían en otro
estado o que eran adictos al alcohol o al trabajo. Hombres que jamás se comprometerían
por completo. Los hombres amables que sí podían quedarse dejaron de asustarme después
de años de terapia.
La terapeuta que curó mis heridas más profundas
y oscuras también me dio reglas sólidas para las citas. Estas reglas eran
fáciles de recordar y deletreaban la palabra seguro.
De las cuatro reglas, la primera era la más importante.
Secreto. ¿Puede la relación pasar por el
escrutinio público? Si la relación debe mantenerse en secreto, aléjate.
Abusiva. ¿Te hiere o degrada a ti o a tus hijos
de alguna manera?
Sentimientos. ¿Estás en la relación para evitar
sentimientos dolorosos? ¿Es una relación que modifica tu estado de ánimo?
Vacía. ¿Está vacía de cuidado y compromiso?
Fue un gran punto de arranque. De ahí en
adelante, supe cuál era la cualidad número uno para buscar en un hombre:
disponibilidad. Tan pronto como me sentía atraída a alguien, me preguntaba si estaba
disponible para una relación desde el principio. Si no, no tenía futuro.
Con el tiempo hice mi propia lista de consejos
para las citas:
Mantente alejada de hombres que no están
disponibles. Hombres que no están disponibles incluyen homosexuales,
sacerdotes, hombres geográficamente no deseables, hombres casados, hombres que
están comprometidos con alguien más, hombres que tienen miedo de decirles a
otros que están saliendo contigo porque eso ahuyentaría otras citas
potenciales.
No tengas secretos. Tengo una querida amiga cuyo
esposo la engañó durante años. No fue una aventura amorosa, era un estilo de
vida. Durante ese tiempo, ellos iban a terapia de pareja y “trabajaban en la
relación”. Él fingía participar en las sesiones, sin mencionar jamás a las
otras mujeres, hasta el día que fue descubierto y el matrimonio terminó. Otra
amiga volvía una y otra vez con un hombre que estaba casado, pensando que él
dejaría a su esposa y se casaría con ella. Yo solía decirle:
—Si te casas con un hombre que engaña a su
esposa, te casas con un hombre que engaña a su esposa.
Lo mismo va para los hombres. Si tu novia no
quiere decirle a su hermana, madre, o amigos que está saliendo contigo, sigue
otro camino. No seas el guardadito o el segundo plato de alguien más. Si ella
no puede ser honesta y abierta sobre su relación, mándala a volar. ¿Quieres una
aventura o una relación?
Cuidado con las adicciones. Si alguien está
atrapado en la bebida, las apuestas, la marihuana, el crack, los billetes de
lotería, el sexo, el trabajo, etcétera, entonces esa persona no está
disponible.
Ten cuidado con tu propia necesidad interna de
encontrar y reparar un alma rota. Si sigues con el patrón del salvador,
pregúntate por qué. Si crees que puedes salvarlo o salvarla, reflexiona con más
detenimiento. Dentro de cada uno de los programas de los doce pasos, el primero
consiste en reconocer tu impotencia.
Sé como tú eres. Sé tú al cien por ciento. Un
hombre con el que salía me dijo que le gustaba todo de mí, a excepción de mi
parte excesivamente espiritual. ¿Hay tal cosa? ¿Qué esperaba que hiciera, que
creyera más en él y menos en Dios? La cosa que yo valoro más de mí, él la
encontraba difícil de tolerar. Yo no quiero a alguien que me tolere, quiero a
alguien que me celebre.
Dile al mundo lo que quieres en un compañero.
Tienes que saberlo tú primero. Escríbelo. Saca las cosas superficiales —la
altura, el peso, el ingreso—, libéralas y déjalas ir. Después, siéntate en el
silencio de tu alma, ve hasta el núcleo y pregúntate qué es lo que realmente
quieres. Luego haz una lista, hasta abajo escribe: “Esto o algo mejor”. Después
guarda el papel en una caja y olvídalo.
Ignora la envoltura. La envoltura de un regalo
normalmente no da indicación alguna de lo que está adentro. Algunas veces la
envoltura es mejor que el contenido. Algunos de los mejores regalos vienen sin
envoltura. No ignores a los hombres bajos y calvos o a los tipos que parecen
ositos de peluche. Antes de mandarlos a volar con la maldición de la palabra
“tierno”, piensa profundamente en lo que realmente quieres. No hagas a un lado
al rechonchito con un corazón tierno por el hombre rudo con abdominales
impresionantes. El corazón tierno sobrevivirá al vientre de lavadero.
Pregúntale a cualquier mujer casada que tenga
más de 40.
Crea tu mejor ser. Crea y vive una vida que sea
tan buena que no importe si alguien aparece en ella. Dile sí a cada oportunidad
para hacer nuevos amigos, conocer gente nueva, intentar nuevas aventuras.
Ocúpate en vivir la vida de tus sueños, en lugar de buscar al hombre o a la
mujer de tus sueños. Es como la mariposa proverbial: una vez que dejas de
perseguirla, gentilmente se posará en tu hombro. En lugar de buscar al
compañero adecuado, conviértete en la persona adecuada…por ti.
Se tu mejor ser, el más profundo, el más
auténtico. Hazte atractivo para ti.
Hay alguien para todos. Si estás preocupada por
convertirte en alguien más, el Sr. Adecuado quizá no se interese en ti, pues
estará buscando a una mujer como la que tú rechazaste.
LECCIÓN 16
Todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.
Pero no te preocupes, Dios nunca parpadea.
En una de sus novelas, Chaim Potok compara la
visión de Dios con la de los humanos. Nosotros vemos el mundo fragmentado
porque parpadeamos. Pero Dios, que jamás parpadea, ve el universo como nosotros
no podemos verlo: Completo.
Imagínate lo que podríamos ver en una vida sin
parpadear.
Algunas personas creen que unos cuantos
privilegiados ven durante el parpadeo. La Hermana María Gloria Riva, quien es
crítica de arte, alguna vez le dijo a un entrevistador que los santos y los artistas
pueden ver durante el parpadeo. Si examinas sus creaciones, la belleza de la
totalidad brilla a través de ellas.
Los santos y los artistas ven con la visión de
la fe; para parafrasearla, si tienes fe, puedes ver más allá de las
limitaciones de la visión. Puedes ver la luz del “ahora” donde otros sólo ven
la oscuridad del “todavía no”.
Una vez conocí a un hombre que podía ver el ahora en el todavía no. Durante una Navidad, todo en
su vida cambió en un abrir y cerrar de ojos.
El Padre Mike Surufka recibió la llamada
mientras estaba de viaje, el 7 de diciembre de 2002. Su casa, la rectoría de la
iglesia, estaba en llamas. Él regresó corriendo para recibir peores noticias.
Su mejor amigo, el pastor de la iglesia, había desaparecido. Nadie podía
encontrar al Padre Willy.
Después el obispo llamó. Los bomberos habían
encontrado un cuerpo entre los escombros. Era el Padre Willy. La investigación
reveló un nuevo horror, el sacerdote no había muerto en el incendio, le habían
disparado. ¿Quién asesinaría al Padre William Gulas?
Todo el mundo en la Iglesia de San Estanislao,
del viejo barrio eslavo de Cleveland, amaba al Padre Willy. Él era el pastor de
la hermosa y ornamentada iglesia polaca que los padres franciscanos pastoreaban.
El día del incendio, el Padre Mike llegó a la iglesia para la misa de las cinco
de la tarde, justo cuando la gente oraba, “Cordero de Dios, ten piedad de
nosotros”. Él contuvo el llanto hasta que elevó la mirada y vio a todos los
niños y niñas del altar. Todos asistieron, pues la noticia se había dispersado.
Ellos estaban ahí de pie, con sus sotanas y los rostros empapados en lágrimas.
El Padre Mike lloró.
Las cosas empeoraron todavía más. La policía
acusó a un hermano franciscano del homicidio. El Hermano Daniel Montgomery
había vivido con los dos sacerdotes, pero todavía no había tomado los votos
finales para ser un franciscano. Su comportamiento era extraño y hacía sentir
incómoda a la gente. El Padre Willy tuvo que darle la noticia de que no podría
ordenarse.
El Hermano Dan le disparó y después incendió la
rectoría para cubrir el asesinato.
Esa noche el Padre Mike se acostó en la cama,
con el pesar de que había perdido todo, sus posesiones, su hogar, a su amigo.
Al día siguiente, deambuló entre los escombros, a través de los pasillos
ennegrecidos, el hedor del humo, los fragmentos de vidrio, los cables desnudos.
Él no tenía casa, su querido amigo se había ido,
todos en la iglesia estaban devastados. Nunca había sentido tanta desesperanza.
Cuando abrió la puerta, una mujer se acercó a él. Un ángel, la llama él ahora.
—¿Cómo está? —le preguntó ella.
Él le dijo la verdad.
—No tengo nada.
Ella lo vio y dijo cuatro palabras que cambiaron
su vida:
—Nos tiene a nosotros.
Desde entonces, él hizo un nuevo cálculo:
—Lo tengo todo.
Esa noche fue conducido a la esencia de lo que
significa ser franciscano: cuando tu único apego es Dios y el amor, tienes todo
lo que importa. Él había usado esa larga y sencilla túnica café de San Francisco
durante veinte años, pero ése fue el momento en que se convirtió en un
franciscano.
En el núcleo de esta orden se encuentra la
hermandad. Eso fue lo que hizo la muerte del Padre Willy más difícil. Un
hermano mató a uno de los suyos.
Cuando el Padre Mike caminó por la rectoría
quemada, sus sandalias crujieron por encima de los fragmentos de vidrio en la
alfombra ennegrecida. Él se detuvo en su antigua oficina frente al tablero de
anuncios, sólo se veían las chinchetas derretidas donde las fotos de amigos se
enroscaban como garras negras. Caminó por el túnel oscuro, dejó atrás las
ventanas selladas y cruzó los marcos de puertas carbonizadas para llegar a la
capilla. En una pared ennegrecida por el humo, una cruz había dejado su marca
en un blanco brillante; tan brillante que parecía fulgurar en la oscuridad.
Caminó por la cocina donde él y el Padre Willy
compartían sus alimentos. Se detuvo en la puerta donde encontraron al Padre
Willy. Se paró en la sala donde habían puesto el árbol de Navidad.
¿Cómo podrían las personas de la parroquia
celebrar la Navidad? ¿Cómo podrían celebrar cualquier cosa?
La gente de San Estanislao sabía que la Navidad
sería difícil, así es que buscaron el árbol más ancho y alto para la iglesia.
Medía 5 metros. Lo cubrieron de luces, y todos los que pertenecían a esta vieja
y fuerte parroquia polaca llevaron un adorno de casa para decorarlo. Fue el
árbol más glorioso jamás visto.
Una sonrisa aparece en el rostro del Padre Mike
cuando habla de esa Navidad, la más oscura y la más luminosa de su vida. Él
toma una Biblia negra y raída, casi partida a la mitad, arrugada por abrirse
tan a menudo. Le echa una ojeada a Juan 1:5 y sonríe cuando encuentra el
pasaje.
—Éste es el espíritu de la Navidad —dice, y
después lee en voz alta—: La luz brilla en la oscuridad,
una oscuridad que no la superó.
Cierra el libro. En la cubierta, en la esquina
inferior derecha, estampadas en color dorado hay dos palabras: William Gulas.
Era la Biblia del Padre Willy.
San Francisco alguna vez dijo que no había
oscuridad que resistiera la luz de una vela.
Esa mujer fue la vela.
Una sola flama.
Un parpadeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario