Michael
berg
Estamos
en la mitad del período de siete días de Sucot. Los kabbalistas nos dicen que
el primer día fue el de Avraham. Se dice que Avraham estaba en el lugar en el
que muchos de nosotros estamos: aún dentro de los confines de la conciencia
física limitada, donde le tememos a las cosas de este mundo, las vemos como
problemas u oscuridad; desafortunadamente, verlas de ese modo es lo que hacen
que existan para nosotros. Por eso dice que el Creador “sacó a Avraham”, es
decir, el Creador sacó a Avraham de esa conciencia de creer en la oscuridad que
veía. Así pues, este mismo regalo está disponible para nosotros durante Sucot.
Hay
una historia un poco graciosa que expone hermosamente este poderoso concepto:
Había
una vez un leñador que vivió hace unos cientos de años en un bosque de Ucrania.
Un día, mientras cortaba leña, encontró un hermoso diamante. Él no sabía nada
de diamantes, pero pensó que seguramente valía algo. Así que fue al pueblo y le
mostró el diamante al comerciante de la localidad, este le dijo: “No tengo idea
de cuánto vale. Está por encima de mis conocimientos, pero debe valer bastante
dinero. Tienes que ir a Moscú, allí hay expertos que podrán evaluarlo”.
El
leñador estaba muy feliz. Había sido pobre toda su vida y finalmente encontró
algo tan valioso que nadie en su pueblo había visto algo así. No obstante, aún
no tenía ni un centavo en su bolsillo y necesitaba llegar a Moscú. No podía
pagar, pero le mostró la roca al conductor del carruaje. El conductor notó que
valía bastante dinero y le dijo: “Te llevaré gratis. Sé que me pagarás cuando
regreses”.
Viajaron
a Moscú, allí el leñador se dirigió al gran comerciante de diamantes, quien lo
vio y dijo: “Nunca he visto algo como esto. La verdad es que debe valer mucho
dinero, pero no conozco a nadie aquí en Moscú que pueda calcular asertivamente
su valor. Tienes que ir a Londres, allí están los comerciantes de diamantes más
importantes, ellos podrán decirte su valor”.
Para
viajar de Moscú a Londres, el leñador necesitaba tomar un barco, pero no tenía
dinero para pagar el boleto. Se dirigió al capitán del barco y le mostró el
diamante. El capitán supo con solo verlo que debía valer mucho dinero, y dijo:
“Confío en ti. Con el dinero que obtendrás al vender este diamante
definitivamente podrás pagarme”.
Cada
día que pasó en el barco, este simple leñador veía el diamante y sabía que su
vida cambiaría por completo gracias a él, que ahora sucedería todo lo que había
deseado. Y todos los días al desayunar ponía el diamante en la mesa solo para
observarlo y disfrutarlo; disfrutar todas las cosas que podría lograr para él,
su familia y el mundo. El segundo o tercer día lo puso en la mesa y, por alguna
razón, lo olvidó después de desayunar. El camarero fue a su habitación, tomó el
mantel donde estaba el diamante y lo sacudió por la ventana.
El
leñador se dio cuenta de que olvidó tomar su diamante después del desayuno y
notó que el mesonero lo había tirado al agua. Pensó que todo había acabado; no
solo había perdido lo que tuvo, sino que también todos los sueños que tenía ya
no se cumplirían. Pero luego recordó que, durante un día de Sucot, cuando fue a
la sucá, los kabbalistas de su pueblo le dieron esta lección: “El regalo de
Sucot es que, aunque veas oscuridad, no tienes que creértela. No tiene que
existir para ti”.
Al
recordar esta lección no actuó según sus instintos, que lo impulsaban a
decirles a todos que se lanzaran al agua para ayudarlo a buscar su diamante.
Luego, unos minutos después, cuando el capitán del barco fue a su habitación,
su primer impulso fue decirle sobre esta terrible oscuridad que se le presentaba.
Sin embargo, el leñador se detuvo nuevamente y se dijo: “No, no caeré en ella”.
Luego
el capitán le contó al leñador un secreto que jamás se había sentido cómodo
para compartir con alguien. Dijo: “Antes de convertirme en capitán de este
barco fui pirata. Solía robarle a la gente. Y en todos estos años he temido
que, si intento vender lo que robé, me descubrirán. Pero puedo confiar en ti,
tú que ciertamente tendrás mucho dinero, para que te quedes con mis
maravillosos tesoros. Por eso, unos días después de que tengas el dinero de la
venta de tu diamante, iré a buscar mis tesoros. Juntos encontraremos un modo de
venderlos”. El capitán se fue y el hombre se dijo: “Bien, este no es mi dinero,
pero al menos lo tendré, así que lograré sobrevivir un día o dos en Londres.
Luego veré qué hacer”.
El
leñador fue a un hotel londinense que, de nuevo, no podía pagar. Pero, al
mostrar los tesoros que tenía, los encargados del hotel supieron que podría
pagar una vez que vendiera los tesoros. Pasó una semana y el capitán no regresó.
Al final, uno de los trabajadores del barco fue a hablar con él y le dijo que
el capitán había muerto. El leñador se dio cuenta de que nadie reclamaría los
tesoros y que todo lo que alguna vez fue del capitán ahora era suyo.
Cuando
los kabbalistas cuentan esta historia, explican que el diamante y todo el
dinero que valía nunca fue del leñador. ¿Por qué? Porque el único propósito del
diamante era llevarlo al barco, lugar donde estaba lo que verdaderamente le
correspondía: los tesoros del capitán. No obstante, la única manera en la que
podía recibir esas bendiciones era no creer en el problema o la oscuridad
cuando perdió lo que no era suyo. De habérselo creído y haberle dicho al
capitán que había perdido todo, el capitán no habría confiado en él ni le
habría dado los tesoros; de ese modo, el leñador no habría recibido lo que
realmente le correspondía.
De
esto aprendemos dos poderosas lecciones. La primera es que a menudo pensamos
que algo es nuestra bendición, pero verdaderamente no lo sabemos; podría serlo
como podría no serlo. Quizá nuestra bendición sea lo siguiente, o lo que
pensamos que es nuestra bendición solo existe con el propósito de llevarnos a
nuestra verdadera bendición. La segunda lección es que, si caemos en la
conciencia de problemas y oscuridad, creamos ese problema y oscuridad, nos
cerramos a las bendiciones que están destinadas a llegar a nosotros.
Lo que
aprendemos de la historia y lo que queremos recibir en Sucot es dejar esa
oscuridad atrás. A lo largo de este año, cuando tengamos un momento que parezca
como una pequeña o grande oscuridad, debemos recordar esta historia; recordar a
Avraham y lo que el Creador hizo por él y por nosotros en Sucot: nos dio la
fuerza para salir de la conciencia de oscuridad, la conciencia de un problema.
Dado que, si no vivimos en la conciencia de oscuridad, esta no existirá para
nosotros.
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