JUNIO 13, 2020
Es curioso que creamos que seremos felices cuando
obtengamos las cosas que queremos en la vida. Puede ser encontrar a nuestra
alma gemela o ganar un millón de dólares, pero te diré un secreto: conozco
gente que consiguió a su alma gemela y gente que ganó un millón de dólares, ¡y
son algunas de las personas más infelices que conozco! Si acaso, parecen tener
más problemas ahora que nunca. Ahora bien, ¿por qué crees que eso ocurre?
No se trata de lo que obtenemos en la vida, sino de lo
que hacemos con nuestras bendiciones. La manera en la que retribuimos
al mundo le da forma a nuestra vida, nos define como seres humanos y origina
felicidad desde el interior.
Sé lo que estás pensando. Está bien, Karen.
Pero seguro me caería bien un millón de dólares en este momento, ¡también una
pareja! Si tuviera esas bendiciones, ¡daría muchísimo! ¡Haría muchísimas cosas
buenas con ellas!
Por eso, tengo que preguntarte: ¿En serio lo harías?
Hay una parábola sobre un hombre que se perdió en el
mar. Buscaba la costa sin cesar, pero al no encontrarla, se asustó. Con miedo,
clama al Creador: “Dios, si me ayudas a encontrar mi camino a casa, dedicaré mi
vida entera al estudio. Seré una persona más espiritual. Compartiré mis
bendiciones con los demás. ¡Daré dinero a los pobres y ayudaré a alimentar al
hambriento!”.
Justo en ese momento, en la distancia, ve tierra.
Llora lágrimas de felicidad y vuelve a clamar al Creador: “Oh, ¡olvídalo!
¡Encontré la costa yo solo!”.
Es una historia graciosa, ¿verdad? Pero, claro, la
verdad es que… todos somos un poco como él. Creemos que cuando veamos los
milagros, seremos mejores. Creemos que una vez que “tengamos”, daremos. Creemos
que si tuviéramos un millón de dólares, ¡compartiríamos de maneras
maravillosas! Pero la verdadera pregunta es: ¿qué hacemos con las bendiciones
que tenemos en este momento? Si tenemos un techo sobre nuestra
cabeza, ¿invitamos gente a nuestra casa? Si tenemos un vehículo, ¿les ofrecemos
a los demás llevarlos a su trabajo o al aeropuerto cuando lo necesitan? Si
tenemos algo de tiempo libre, ¿lo pasamos alimentando a las personas sin hogar,
ayudando al necesitado o haciendo voluntariado en nuestra propia comunidad?
Para aclarar, no digo esto desde un punto de vista
estrictamente moral. Todos sabemos que es bueno compartir. ¡Lo que no todos
sabemos es que compartir nos hace más felices!
“Obtener” algo puede darnos placer temporal, pero “dar” nos permite probar la
Luz y conseguir plenitud duradera.
Como verás, no tenemos que indagar mucho en la porción
de esta semana para descubrir de qué se trata. La historia comienza con las
palabras: Y Kóraj tomó… Pues bien, ¡ese fue su problema! Ahí
comenzó su perdición. Eso fue lo que lo apartó de la Luz y lo llevó a la
Inclinación al Mal.
Lo entendimos al revés. Pensamos que “tomar” nos haría
felices, pero es al dar que conseguimos una verdadera plenitud del alma. Inténtalo
esta semana y ve qué sucede. En los momentos en los que más desees tomar como
“Kóraj tomó”, haz una pausa y encuentra una manera de dar. Encuentra la manera
de compartir incluso más allá de tu comodidad. Fíjate sino recibes más plenitud
como resultado. ¡Apuesto a que sí!
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