Alejandro Lodi
Esta serie de
ocho notas acerca de la carta natal de Argentina y sus momentos cíclicos
relevantes para 2017 se basa en la charla realizada el 16 de junio en la
Escuela de Lenguajes Simbólicos “Consideral”. Gracias a Beatriz Leveratto por
ofrecer su espacio y a Ana Victory por la transcripción de la grabación.
Les voy
proponer, inaugurando la práctica de una “astrología preventiva”, un mantra
libriano disolvente de polarizaciones que dice:
“Ambas cosas
pueden ser ciertas…”.
Quizás les
parezca que no tiene sentido, pero vamos a tenerlo presente a lo largo de esta
charla. Quizás no sea necesario recurrir a él, pero, si en algún momento de la
conversación sentimos que se impone, nos pondremos todos en posición de
loto y diremos al unísono: “Ambas cosas pueden ser ciertas…”. (Risas). Les
aseguro que tiene el mágico efecto de disolver polarizaciones.
La carta natal
de Argentina tiene tres tramas energéticas principales. Es algo que hemos
desarrollado en otros encuentros (*), por lo que ahora solo presento una síntesis
recordatoria.
Una de esas
tramas está constituida por Sol en Cáncer y en Medio Cielo, en oposición a Luna
en Capricornio y en casa IV. Argentina es Luna Llena. Sol en Cáncer simboliza
una identidad nacional ligada a la calidez, al celo por lo propio, que valora
lo sentimental. Se trata de la patria afectiva.
En astrología
mundana, la Luna simboliza al pueblo y la casa IV al patrimonio, el pasado, la
memoria compartida. Sol en Cáncer y Luna en casa IV configura una comunidad
replegada en la pertenencia de origen, en la fidelidad a lo conocido y muy
desconfiada de “lo de afuera”. Por su parte, el Sol representa a la figura
gobernante y el Medio Cielo a las posiciones de prestigio y honor. Sol en
Cáncer y en Medio Cielo refiere a una autoridad de gobierno muy individual, de
altos valores y gran calidez afectiva (o, por lo menos, la necesidad de que lo
sea). Es decir, este recorte habla de la atracción por figuras de autoridad con
fuerte personalidad, que nos gobierne y -sobre todo- que nos quiera, tal como
un padre o una madre quiere a sus hijos. Con lo cual la relación entre pueblo y
mandatario adquiere un carácter vertical. El que manda otorga con generosidad y
la población recibe -agradecida- lo que le brindan. El gobernante no es uno más
entre nosotros que asume una función destacada que lo compromete con la
comunidad, sino que es una personalidad singular -cuando no un líder
providencial al que se le rinde culto- que tiene atributos muy especiales y de
cuya voluntad -benefactora y bien intencionada- depende nuestra suerte. Desde
esta característica energética, nuestra entidad nacional tiende a adherir a
líderes carismáticos y a concentrar el poder en la voluntad de caudillos
benefactores (rasgo de los feudos), antes que a apreciar la circulación del
poder y la alternancia en su ejercicio (valor de la democracia). Revela nuestra
tendencia a una forma de gobierno presidencialista y uniforme. La búsqueda de organizar
nuestras relaciones sociales alrededor del encanto de una figura fuerte,
protectora, a la que solo resta obedecer con devoción filial.
Otro recorte de
la carta es el que podemos llamar la patria ilustrada. Técnicamente está compuesto por
Ascendente en Libra, Júpiter en casa I y Venus –gobernante de la carta- en casa
IX.
Libra es
abrirse al encuentro complementario. La cualidad de Libra es la capacidad de
entregarnos al vínculo, establecer vínculo con quienes son diferentes y
desconocidos, con quienes no compartimos memoria. Libra significa ofrecenos a
vínculos que no son familiares y, en ese sentido, es casi lo opuesto a la
cualidad canceriana. Si en el primer núcleo energético hay mucho celo por lo
propio, aquí hay una gran disposición de apertura a lo lejano, a lo extranjero
y al viaje del conocimiento, a la aventura de las ideas y a la búsqueda de
sentido trascendente e integrador. Esto promueve el idealismo y también una
valoración jerárquica de la relaciones humanas que, en su modo polarizado, tiende
a un elitismo aristocrático, a justificar inequidades en virtud de atribuir una
superioridad moral a determinadas cosmovisiones y principios ideológicos o
religiosos por sobre otras. Predispone a formas de organización social como
la de democracias calificadas, totalitarismos reaccionarios o vanguardias
revolucionarias.
En principio,
la patria ilustrada está
en conflicto con la patria afectiva. No hace falta profundizar demasiado
para descubrir que es la historia argentina: el gaucho o el extranjero,
cerrarnos en lo propio o abrirnos al mundo, lo valioso está afuera o lo valioso
está adentro.
Y el último
recorte es el que podemos llamar la patria oculta o, mejor aún, la patria fascinada.
Es un contenido
de la carta natal que involucra a Neptuno en Sagitario en aspecto con Plutón en
Piscis en casa VI, a Quirón en Piscis en casa VI, a Júpiter en Escorpio. ¿Qué
significa esto? Plutón es la función transformadora, la disposición a jugar
profundidad e intensidad vital; y está en un área de hipersensibilidad
(Piscis). Hay una enorme sensibilidad a la potencia curativa y regeneradora,
tanto como una fascinación por lo épico y por el sacrificio redentor. El don de
esta cualidad energética es una notable sensibilidad compasiva, la capacidad de
percibir el sufrimiento del otro y propiciar su sanación; pero esa gracia puede
quedar capturada por el hechizo de la entrega heroica. Es el encanto del
arquetipo del mártir, del santo redentor, del mesías salvador, de la víctima
propiciatoria o el chivo expiatorio. Morir por nobles causas, matar por nobles
causas. En su distorsión más extrema, para este recorte la vida no vale nada y
debe estar consagrada a ideales superiores. Los rituales de muerte y el
sacrificio de la vida. Puede ser la aspiración del santo, la fuerza que mueve
al fundamentalista religioso, o la convicción fanática del militante
ideológico. Para la astrología cada una de esas expresiones es la misma energía
en diferente grado de manifestación.
Aquí aplica la
paradoja de Neptuno, que representa la empatía capaz disolver toda
separatividad entre adentro y afuera y abrir una sensibilidad amorosa
universal, tanto como la ilusión convincente de encarnar el amor en contra del
odio, el bien en contra de la mal, la luz en contra de la oscuridad, las
víctimas en contra de los victimarios. De este modo, siendo la cualidad
neptuniana la más próxima a la percepción de la realidad como polos en relación
necesariamente complementaria (la percepción de yin-yang), puede generar la más
severa disociación perceptiva en la que la conciencia se refugia en una burbuja
ideal (la fantasía oceánica del paraíso en la Tierra, la sociedad sin clases,
un mundo sin egoísmo…) y repudia todo contacto exterior que no la confirme.
Este modo regresivo de lo neptuniano constituye la realidad como polos en
conflicto excluyente permanente, la polaridad como batalla, el anhelo del
triunfo definitivo de un polo sobre el otro y la entrega en sacrificio por el
control de la circulación vital. Y es mucho más contundente cuando Neptuno está
en contacto con Plutón. Se excita, entonces, la fantasía de absoluto, de que la
realidad coincida con la visión de un polo (el verdadero, el nuestro). En los
vínculos sociales esto se traduce en la polarización maniquea, en la percepción
del otro como “un enemigo a destruir” antes que un ser humano distinto a mí con
quien comparto la vida en comunidad.
¿Qué significa
que estemos definiendo cualidades energéticas de nuestra entidad
nacional? Significa que estamos transparentando patrones arquetípicos
inconscientes que operan sobre nuestra conciencia colectiva, formas psíquicas
que condicionan nuestras respuestas, que propician reacciones mecánicas y
repetitivas, y que no resultan exclusivas de determinadas ideologías sino que
las atraviesan. Cuando se activa su hechizo, podemos ver encarnados estos tres
patrones en políticas de izquierda o de derecha, en posiciones conservadoras o
progresistas. Aunque, por cierto, para percibirlo nuestra conciencia debe estar
dispuesta a desencantarse de ideas afectivizadas, valores seguros o
cosmovisiones cómodas en las que ha hecho identidad. Nada sencillo.
Los diferentes
momentos cíclicos de la carta de Argentina activan a alguno de estos focos
energéticos y presentan diversos desafíos a la conciencia colectiva. Los climas
característicos de esos momentos indican oportunidades y riesgos. Simbolizan,
en definitiva, crisis de madurez que marcan la revelación de lo que somos, el
despertar de nuestras potencialidades o la evidencia de nuestras patologías.
Argentina 2017
(II): La oscuridad transversal
Alejandro Lodi
Luego de
describir los tres tonos energéticos destacados de la carta natal de Argentina
(la patria afectiva, la patria ilustrada y la patria fascinada), vamos a
desarrollar la cualidad de los ciclos astrológicos del presente y de los
próximos años.
Presentar
ciclos y tránsitos significa abordar procesos. Quiero decir, no nos vamos a
conformar con “la foto del momento”, sino que el presente no está aislado del
pasado ni del futuro. Los acontecimientos de la actualidad son fase de un
proceso que se viene desarrollando y lo seguirá haciendo. Tenemos la tendencia
a creer que siempre estamos en un momento fundante de la historia, pero, en
verdad, aun cuando puedan pasar cosas novedosas, todo lo que ocurre está dentro
de una lógica de proceso. La astrología es lógica de procesos. Cada cosa
que ocurre es fase de un proceso, viene de algún lado y va hacia algún otro.
Además, la astrología es circular y los ciclos se repiten. ¿Qué quiere decir
esto? Que quizás para poder comprender lo qué estamos viviendo hoy, encontremos
claves en las vivencias de esos mismos climas en el pasado. El pasado puede ser
un condicionante que nos lleva a la repetición o también una referencia creativa;
todo depende de la madurez con la que la conciencia (en este caso colectiva)
haya elaborado los traumas de la experiencia.
Está ocurriendo
hacia 2016-2017 una específica fase del ciclo de un planeta muy lento a la
carta natal de Argentina: Plutón transita la casa IV, lo que además significa
que desarrolla la cuarta fase del ciclo que comenzó cuando cruzó el Ascendente.
La primera vez
que un planeta cruza el Ascendente de la carta de un país sí merece ser
considerada como un momento fundante de la historia. Muchos más si se
trata de Plutón, porque está inaugurando un ciclo de 250 años. El primer ciclo
de Plutón en la carta natal de Argentina se inicia en 1982. Estamos
astrológicamente legitimados a considerar que en esa fecha se inicia “una historia
de Plutón” en nuestro país, que comienza a expresarse con una conciencia y
visibilidad inédita, y que todo lo vivido con anterioridad es una
pre-historia plutoniana.
Pero ¿qué
simboliza Plutón y cómo se lo considera en astrología mundana?
Plutón representa
al dios de las profundidades infernales, de las intensas y oscuras honduras del
alma, tanto transformadoras como destructivas, tanto nutritivas y vitales como
tóxicas y mortales. En lo psicológico, es indicador de la pulsión. La pulsión
vital es amoral, no está sometida a criterios de bien y mal. Por eso es,
psicológica y físicamente, pulsión de vida y pulsión de muerte, eros y tanatos,
lo creativo y lo destructivo: no hay creatividad (ni integridad) sin
destrucción.
Plutón refiere
a cómo la conciencia organiza la potencia vital. Plutón tiene que ver con el
poder. En la carta de un país, aporta claves acerca de cómo esa comunidad
organiza el poder, cómo circula y qué trama de relaciones genera. Se vincula
con las relaciones económicas de producción, con la explotación de los recursos
y de la fuerza del trabajo, con el mundo empresario y sindical. Como fuerza
psíquica, Plutón en la carta de un país simboliza la pulsión de la masa, en su
modo generador y transformador, o en su expresión ciega y adictiva. Representa
la fuerza de la vida: su organización, su sublimación creativa y su desborde
destructivo.
Generalmente, a
escala individual, los humanos reaccionamos a Plutón: sentimos la necesidad de
concentrar el poder, para no quedar sometidos al poder del otro. Como naciones,
hacemos lo mismo… y un poquito peor también. Concentrar poder produce mucha
excitación, pero al mismo tiempo, mucho miedo. Con todo criterio, la conciencia
sospecha que, en verdad, está a merced del inconsciente, que irreversiblemente
la fuerza pulsional de la vida doblega a la voluntad personal. En palabras del
poeta Evaristo Carriego “en el fondo temible de tu alma anda suelto un
espanto de fiera…”. Plutón es el planeta de las adicciones. La sensación
de que hay una fuerza dentro de nosotros que no puede ser controlada por
la personalidad, que se impone a ella y nos conduce a pesadillas. El apego a
conductas que producen alta satisfacción y placer en lo inmediato, pero que
terminan siendo tóxicas y autodestructivas.
Por primera vez
en la historia de la Argentina, Plutón transita el Ascendente en 1982 e inicia
el primer ciclo por la carta natal. Con la particularidad de que lo cruza de la
mano con Saturno. El señor de los límites también comenzaba un ciclo en 1982.
El protagonismo de la pulsión psíquica colectiva (Plutón) y del principio de
realidad (Saturno). El inicio de un ciclo de la estructuración del poder en
nuestra comunidad. Un tiempo en el que no es posible eludir los hechos que
expresan los contenidos más sombríos del inconsciente colectivo, de asumir sus
consecuencias para desarrollar madurez y regular el uso del poder. Un tiempo
propicio para que cobre protagonismo y emerja a la luz de la conciencia
colectiva todo el horror y el daño que pudimos provocarnos entre nosotros, todo
el desprecio por la vida que pudo reproducirse en nuestros vínculos.
En 1982 la
entidad nacional comienza a estructurar la expresión del poder, a construir la
forma institucional que contendrá las relaciones de poder entre individuos,
corporaciones, estamentos, clases. Esto incluye, por supuesto, el poder
económico, el poder político y el poder religioso. Es una transformación
cultural que coincide con la fundación de un bloque histórico. En
sincronicidad, es el inicio de la era democrática.
En 2016-2017,
Plutón ingresa por tránsito a la casa IV. El proceso iniciado en 1982 llega a
su momento de forma (fase IV de un ciclo). Aquel modo de organizar el poder
adquiere una definición, un formato. La democracia soñada en 1982 es la
realidad que deja en evidencia el presente del 2017. Un momento crucial. La
forma que adquiere la organización de la pulsión psíquica colectiva va a
determinar el resto del ciclo.
Toma forma la
organización del poder gestada desde la recuperación de la democracia en 1983.
Y aquí hay un punto clave: la astrología nos dice que no podemos
responsabilizar de lo que vemos hoy a lo que ocurrió antes de esa fecha. Las
relaciones de poder que muestra hoy nuestra sociedad son la gesta de esta
democracia. Toda la potencia transformadora y regeneradora que exhiba hoy el
proceso histórico iniciado en 1983 es propia del sistema que hemos construido,
tanto en sus luces como en sus sombras. La democracia surgida del horror ha
generado otros horrores.
Aquí es donde
el astrólogo calla y propone una meditación colectiva. Seguramente cada uno,
con su sensibilidad, puede apreciar que hay una deuda ética y moral entre
nosotros más grande de la que quisiéramos tener. Quiero decir, de la mano con
el fervor democrático, la forma que ha adquirido Plutón en estos años ha
transformado traumas y superado dolores, pero ha generado desigualdades severas
y hábitos tóxicos graves. Más allá de nuestras creencias e ideas políticas,
siendo muy honestos y sinceros con nuestra percepción, se ha hecho (se está
haciendo) muy evidente una circulación y manejo muy oscuro del poder. Claro,
compararlo con la oscuridad previa a 1983 permite “blanquearlo” porque nada
podría ser más oscuro que aquello. Pero el ciclo de Plutón no permite esa treta
autoindulgente: el ciclo empezó en 1983 y se trata del poder construido desde
esa fecha.
Es el tiempo de
asumir la sombra de la democracia. La violencia cotidiana, la exclusión social,
el narcotráfico, los hábitos de consumo de drogas, la oscuridad de los
servicios de inteligencia, la corrupción política, judicial y policial, la
trata de personas, los crímenes y atentados sin resolución ni condena, son los
hechos que transparentan la forma del poder gestada (o, al menos, reproducida
sin solución de continuidad desde el pasado) desde la recuperación de la
democracia en 1983. No es de otra sociedad ni se corresponde con otro sistema
político, sino que es la oscuridad de la democracia a la que supimos dar forma
en esta comunidad. No son patología de la democracia, sino de “esta”
democracia. La salud de nuestra democracia dependerá de la madurez y
responsabilidad con la que asumamos la toxicidad que circula en el sistema. Y
con Plutón en tránsito por la casa IV descubrimos que hay más toxicidad de la
que imaginamos.
Así como no
podemos acusar al pasado, tampoco podemos señalar a una facción política,
corporación económica o estamento social de esta. La evidencia horrible
interroga e involucra a todos. La instalación del narcotráfico no es el
perverso triunfo de un grupo, sino el logro de una red de complicidades (más
activas, más pasivas) que involucra a la sociedad de un modo transversal.
Otra gran
sombra de nuestra democracia es la cristalización de la pobreza. La pobreza
estructural. La pobreza naturalizada. La generación de 30 % de pobres en nuestra
población, cautivos de operadores políticos que asisten a cambio de favores
electorales, sin modificar las condiciones de base, sin ofrecer horizontes de
progreso, sin comprometerse con la transformación y reversión de la situación
de exclusión. El 30 % de la población condenada a la postergación permanente
(como lo fueron sus padres, como lo serán sus hijos), amenazada sin salida por
la marginalidad, la delincuencia y la droga.
Pero ¿esto
responsabilidad de la democracia que empezamos a construir desde 1983 o viene
de mucho tiempo atrás y atraviesa toda nuestra historia?
Convoquemos al
mantra: “Ambas cosas pueden ser ciertas…”.
De todos modos,
la calificada responsabilidad del proceso democrático que iniciamos en
sincronicidad con el tránsito de Plutón por el Ascendente en 1983 se hace
muy evidente con el narcotráfico. El narcotráfico, la instalación del
narcotráfico en nuestro país, es un oscuro logro de nuestra democracia. Es una
de las sombra más pesadas de nuestra democracia. No sabemos cómo pero quedó
instalado. Y si está instalado es porque esto ha sabido penetrar la capa
política, policial y judicial. Más aún, el narcotráfico es un fenómeno
cultural, incluye dimensiones que van mucho más allá de la institucional,
Compromete la educación, el arte, nuestros hábitos y costumbres cotidianas. Y
va de la mano con el progresivo deterioro de la calidad de vida y de la pobreza
estructural.
Finalmente, en
esta sustancia sombría que golpea a nuestra conciencia colectiva en el contexto
de Plutón en tránsito por casa IV (es decir, en fase IV de proceso iniciado en
1983 con su cruce del Ascendente) sobresalen otros dos componentes que
provienen de muy lejos y que mantienen una continuidad incómoda para nuestra
conciencia democrática. Uno es el de la corrupción estructural, naturalizada en
la amplia gama de estamentos de la sociedad: organizaciones políticas,
instituciones judiciales, entidades empresarias y financieras, policías y
agentes del orden, clubes de fútbol… El otro es la tenebrosa y persistente
acción de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad, que operan
casi desde una realidad paralela de la que nunca termina de enterarse el común
de la población.
Estas sombras
que atraviesan la historia democrática de las últimas tres décadas -la instalación
del narcotráfico, la cristalización de la pobreza, la naturalización de la
corrupción y la continuidad de los oscuros hábitos de sectores ligados a
seguridad e inteligencia- son cuestiones que, aunque las incluyan, exceden la
discusión política, la reflexión de académicos, o las posiciones fijas de
nuestras ideologías. Su reversión no tiene nada que ver con el triunfo de
ciertas ideas sobre otras. No es un tema de ideas ni opiniones, sino de
condicionamientos emocionales y discernimiento consciente. Esas sombras son un
trauma en el alma de la nuestra sociedad y, en ese sentido, comprometen a una
transformación emocional colectiva, conducen a una crisis espiritual en el
corazón de nuestra comunidad, convocan a una sanación de la memoria de nuestra
entidad nacional compartida.
Argentina 2017
(III): Violencia, transformación y patología
Alejandro Lodi
Hemos
presentado el actual tránsito de Plutón a la cúspide de casa IV de la carta de
Argentina y considerado algunos de los significados y hechos sincrónicos con
ese clima. Pero no es ese el único movimiento relevante de Plutón en el
presente: también transita a Luna y Sol natales entre 2016 y 2018 (tal como lo
hiciera antes solo en tres momentos de nuestra historia 1838-1842, 1928-1931 y
1978-1980).
Se trata de un
evento astrológico que ya hemos presentado en otros artículos (*). Recordemos
que simboliza un clima propicio para ver la oscuridad de nuestras figuras
gobernantes (Sol) tanto como la que circula en la vida cotidiana del pueblo
(Luna). La perversión del poder y la que hemos naturalizado en nuestros hábitos
de relación y en la vida familiar. Es un contenido horroroso e inconsciente que
acaso hemos negado o reprimido, pero que ya no podemos proyectar en los
dirigentes que gobiernan y administran lo público. Si creyéramos que esas
conductas de espanto son propiedad de aquellos que elegimos para que nos
gobiernen, entonces los convertiríamos en “chivos expiatorios”: descargaríamos
nuestra propia oscuridad en ellos y nos sentiríamos ajenos a lo que percibimos
y nos incomoda. La oposición Sol-Luna de la carta de nuestro país nos recuerda
-implacablemente- que lo que vemos en nuestros gobernantes (Sol) es nuestro
propio reflejo como pueblo (Luna). Y cuando el clima que opera sobre esa
oposición es el de Plutón, la evidencia reflejada es de terror y náusea. Por
supuesto, en un plano hay responsables y es saludable que opere la justicia y
establezca sanciones y penalidades; pero, si eso condujera a que, como
comunidad, colguemos sobre ellos nuestro insoportable sentimiento de culpa,
entonces no nos quedará otro destino que seguir conviviendo con nuestros
monstruos (¿inconscientes?) y permanecer cristalizados en la victimización, ya
a extremos de una patológica manía de repetición.
Es un momento
crucial. Antes que resolver una situación dolorosa, un tránsito de Plutón
propicia que el dolor salga a la superficie y ya no sea posible ocultarlo, como
paso previo y necesario para su curación transformadora. Meditemos en la
referencia histórica del anterior clima plutoniano sobre el Sol-Luna natal:
cuando Plutón recorrió los grados 17 y 19 de Libra entre 1978-1980.
Es el momento
en el que sale a la luz un secreto, una verdad oculta de la que no estábamos
enterados o no queríamos enterarnos. No se trata solo de las atrocidades del
último régimen militar (sinceramente, creo que si nos quedáramos allí nos
extraviaríamos), sino de asistir a la sombría crueldad que circula a lo largo
de la historia de nuestra sociedad. No es la primera vez que acontecimientos
históricos exponen esa evidencia, pero en aquellos años el grado de odio y de
desprecio por la vida del otro se manifestó de un modo tan brutal que excedió
las justificaciones culturales, ideológicas o religiosas en la que
históricamente lo habíamos anestesiado. Hoy Plutón nuevamente nos interpela:
¿somos capaces de sostener ese discernimiento y asumir la evidencia que nos
compromete, o cedemos al encanto adolescente de narcotizarlo con eslóganes,
consignas y frases hechas autoindulgentes? La distancia entre una variable y otra
es -tratándose de un contexto plutoniano- la de la transformación y la regresión, la sanación y la patología.
Plutón en
tránsito a Sol natal indica tiempos de profunda transformación de la identidad
nacional y de expresar su potencia, tanto como de asistir a la sombra de
nuestro orgullo patriótico y de los traumas del pasado sobre los que hemos
construido la imagen que tenemos de nosotros mismos. Para la astrología
mundana, además, todo ello se corresponde con los atributos de las figuras
gobernantes; más específicamente, jefes de Estado, ministros y altos
magistrados de la justicia. Lo que percibimos en quienes nos gobiernan -sus
cualidades transformadoras en beneficio de activar las potencialidades de la
comunidad, tanto como sus abusos, corrupciones y megalomanías- está en
correspondencia con contenidos inconscientes de nuestra identidad argentina.
Como comunidad, reconocernos en lo que vemos proyectado en los egos gobernantes
es la condición para iniciar un proceso de sanación de las tóxicas
características de nuestra soberbia nacional. Un momento oportuno para
distinguir el don del orgullo como sinónimo de honor de su falsificación en
vanidad. La honorabilidad es generadora y estimulante; la vanidad es
destructiva y anuladora. El orgullo honorable -maduro y responsable- implica
una afirmación en el mundo; el orgullo vanidoso -demandante y apropiador-
representa la negación misma de los vínculos.
Plutón en
tránsito a Luna natal, por su parte, nos dice que hay mucho más dolor
circulando entre nosotros del que nos animamos a confesarnos. Hay oscuras
memorias, resentimientos y culpas, de las que no somos conscientes y que
contaminan nuestros vínculos. Existen indiferencias, desprecios e ignorancias
de hechos y situaciones que atraviesan de sufrimiento a gran parte de nosotros.
Quizás ni siquiera aparezcan registrados adecuadamente por los medios de
comunicación, ni considerados de un modo efectivo por las instituciones del
Estado. Uno de esos temas es el de la instalación (progresivamente sostenida,
al menos, desde hace 25 años) del narcotráfico en nuestra sociedad, no solo
como negocio, sino como cultura. Esto representa una horrorosa degradación de
valores de convivencia y una naturalización de la violencia. No sé qué sienten
ustedes, pero no parece ser una situación que reconociéramos, que realmente
percibiéramos próxima o en la que asumamos que estamos involucrados.
Pero atraviesa
la sociedad. Se ha desarrollado una cultura violenta. Se ve en el fenómeno del
fútbol, con las barras bravas involucradas en el negocio de la droga y
controlando clubes, con la violencia y el desprecio por la vida del otro que
implica que no se permita público del equipo visitante…
Es cierto, en
los partidos de fútbol no puede haber simpatizantes de los dos equipos porque
-institucionalmente- asumimos que no puede asegurarse la vida de los
concurrentes. Y, de todos modos, sigue habiendo muertos en los partidos, porque
se agreden entre integrantes de la misma barra a partir de disputas de poder y
del negocio de drogas. Es un síntoma de espanto. El reflejo del maltrato
establecido en nuestras relaciones cotidianas.
En los últimos
años hay madres que comenzaron a asociarse, sobre todo en el conurbano
bonaerense y en Rosario, a partir de que sus hijos han muerto víctimas del
consumo las drogas y del narcotráfico. Son mujeres que “ponen su pellejo” y que
se exponen a morir ellas también. Hay madres que han sido asesinadas. Y no entiendo cómo no son registradas. No sé
por qué el asesinato de una de esas mujeres no es tan relevante como otros
acontecimientos criminales de nuestra historia política. Si cediera al encanto
conspirativo, diría que hay una intención para que la información de esas
muertes no circule. Pero prefiero la opción de que nuestro inconsciente
colectivo elige no enterarse de eso, quizás porque sea demasiado horrible la
verdad que revelan esas muertes, tal como en su momento lo eran los
desaparecidos. Tenemos que recurrir a Google para recordar el nombre de alguna
esas mujeres asesinadas, como el de Norma Bustos, desaparecidas de nuestro
registro consciente. ¿Cuántas más habrá que no llegan siquiera a las crónicas
periodísticas? Estoy convencido que si nuestra conciencia colectiva fuera lo
suficientemente sensible, esas mujeres, nucleadas a partir del dolor y de la
necesidad de sanarlo con la verdad, conformarían algo análogo a lo que fueron
las Madres de Plaza de Mayo, precisamente en los tiempos del anterior tránsito
de Plutón a Luna natal de Argentina (1978-1980).
Es lo que te
iba a decir. Esa negación del conflicto y de la realidad dolorosa no es nueva
en la Argentina…
Exactamente.
Por eso, también tendría que haber una transformación de lo que significa hoy
tomar una responsabilidad como referente de los derechos humanos, porque va a
comenzar a resultar anacrónico asociar derechos humanos con acontecimientos
violentos de 40 años atrás, desconociendo lo que está pasando hoy. El tema es
que tendríamos que liberarnos de moldes ideológicos a los que nos hemos
acostumbrado y que definen cuáles son los motivos de reclamos humanitarios
válidos y cuáles no. La cultura narco no parece estar dentro de ellos. No
asociamos el narcotráfico como una actividad que atenta contra los derechos
humanos de los miembros de nuestra comunidad. La verdad puede ser horrible: tal
como descubrimos a finales de los 70 que la desaparición forzada de personas
respondía a un plan sistemático implementado desde el Estado ¿cómo conmovería a
nuestra conciencia colectiva la comprobación de que el negocio del narcotráfico
-con la degradación moral y la comisión de crímenes que implica- no es una
actividad delictiva marginal, sino que ha encontrado una necesaria complicidad
de los poderes del Estado, cuando no a los mismos protagonistas?
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