Artículo de Francesco Boer traducido por Phileas del
Montesexto
Imagen de Philosophia Reformata de Johann Daniel Mylius
El arquetipo del hijo simboliza la síntesis milagrosa de dos realidades
opuestas y aparentemente irreconciliables. Es un símbolo que todavía está
vivo, y que todavía aparece en historias recientes. En 1984, por ejemplo, se
emitió una popular serie de televisión norteamericana llamada “V: Invasión
extraterrestre”. La historia trataba sobre una raza alienígena con aspecto
reptiliano que quería conquistar la tierra: este es un simbolismo generalizado
que combina el tema de la invasión con la
desconfianza atávica que nos inspiran
los reptiles, ya representada anteriormente como enemiga de la humanidad en la
imagen mítica del dragón.
Nacimiento de Elizabeth
Uno de los personajes más importantes de la historia era Elizabeth
Maxwell, una bebé nacida de la relación sexual entre un ser humano y un alienígena. El
crecimiento de Elizabeth seguía un ritmo acelerado, mucho más rápido que el de
un bebé humano normal y unas horas después de su nacimiento, su apariencia ya
era la de una niña de ocho años.
Este crecimiento acelerado es, obviamente, un recurso narrativo para
introducir rápidamente al personaje en la historia teniendo en cuenta que
durante años no sería capaz de hablar. Sin embargo, este maravilloso
envejecimiento también es parte de una serie de signos extraordinarios que
muestran que la hibridación es una cosa milagrosa, mucho más que una simple
suma de las características de las dos especies. En pocos días, Elizabeth
alcanzó la edad aparente de dieciocho años, demostrando estar en posesión de
poderes telepáticos y telequinéticos, y teniendo la posibilidad ver el
futuro. Su papel terminará siendo fundamental para recomponer el conflicto
entre los visitantes y los terrícolas.
El contacto de
amor entre dos mundos diferentes genera un hijo que trasciende las dos
naturalezas, que tiene la capacidad de crecer rápidamente y que está dotado de
poderes especiales, siendo capaz de traer la paz entre las dos
facciones. El mismo patrón simbólico aparece en otros programas de
ciencia-ficción, como Falling Skies (2011-2015), donde Alexis era
hija de una mujer inseminada artificialmente con materia genética alien durante
un experimento realizado por una especie que está invadiendo el planeta
tierra. También en este caso, el bebé crece muy rápido, alcanzando en
pocos meses la apariencia de una niña. Sus poderes están muy desarrollados
y se asemeja a un dios, y esto se convertirá en un elemento clave para derrotar
a los agresores.
Otro ejemplo podemos hallarlo en el remake de Battlestar Galactica del
año 2003. El oponente en este caso son los Cylons, una forma de vida
artificial creada por la propia humanidad. Incluso aquí, el enemigo
simboliza al Otro, una imagen que a primera vista nos parece totalmente
extraña, pero que de hecho refleja la parte oscura de la humanidad
misma. No es casualidad que los Cylons nacieran con una apariencia
completamente robótica, llegando a evolucionar a través de un proceso de
auto-perfeccionamiento hasta que puedan asumir una apariencia exterior
completamente humana.
De la historia de amor entre un humano y una cylon nació Hera Agathon,
una niña que -aunque no crece tan rápidamente como sus homólogos- tiene poderes
curativos y de precognición, y juega un papel muy importante en la resolución
de la historia.
Se pueden encontrar otros ejemplos similares (1), pero lo importante es
destacar cómo esta estructura narrativa no es una invención reciente, sino que,
por el contrario, refleja en una nueva forma un símbolo que difundido desde la
antigüedad.
El alienígena es, de hecho, un protagonista del imaginario moderno, pero
detrás de su fachada refleja el mismo “totalmente diferente” que antiguamente
aparecía en lo sagrado. Dioses, ángeles y demonios ya no son tomados en
serio por el público en general. Sin embargo, estas figuras imprimieron
conceptos importantes en el alma humana y sin ellas no podría habido
manifestarse. De este modo, este rol ha pasado a ser desempeñado por los
extraterrestres, dado que ellos también provienen del cielo, y son
infinitamente más poderosos que los seres humanos. Incluso algunos llegan
suponer que han sido los creadores de la vida en la Tierra. La
superposición funcional es tan fuerte que algunos han hipotetizado que los
antiguos dioses eran realmente alienígenas. En cierto sentido, en cambio, sería
justo decir que los alienígenas del imaginario moderno son los dioses del
pasado que se han camuflado para sobrevivir (2).
El Hijo de las
Estrellas, el híbrido mitad celestial y mitad terrenal, tiene raíces antiguas.
En la antigua Grecia encontramos innumerables semidioses, hijos nacidos de la
unión de mortales y deidades del Olimpo. En las leyendas artcurianas, Merlín es
el hijo de una princesa concebida por un demonio. El aspecto principal del
cristianismo es, pues, la unión en la figura de Jesucristo de una naturaleza
humana y una naturaleza divina.
Incluso en estos niños, los poderes sobrehumanos a menudo se manifiestan
con una notable precocidad. Este es el caso, por ejemplo, de Heracles, que
todavía estaba en la cuna cuando estranguló con sus manos a las serpientes que
Hera había enviado para matarlo.
La conjunción de dos naturalezas diferentes es
también una de las enseñanzas más importantes de la alquimia, y se simboliza de
varias maneras, por ejemplo con la unión del Sol y la Luna (“Sol est eius
coniugii pater et alba Luna Mater, tertius succedit, ut gubernator, Ignis“):
Imagen de Symbola Aureae Mensae de Michael Maier, 1636
Más abiertamente también se simboliza en la imagen del matrimonio (“Lapis
habetur ex matrimonio Chabrici & Beiae“):
Imagen de Symbola Aureae Mensae de Michael Maier, 1636
E incluso está implícito en el símbolo del acto de
amor (“Corpus infantis ex masculo et foemina procedit in actum”):
Imagen de Symbola Aureae Mensae de Michael Maier, 1636
No es casualidad que la Piedra Filosofal sea
designada como “Infans Noster” o “Filius Philosophorum”. También existe un
paralelismo entre la Piedra y Cristo, expresada en particular en el símbolo del
Niño Jesús (“Lapis, ut infans, lacte
nutriendus est virginalis”):
Imagen de
Symbola Aureae Mensae di Michael Maier, 1636
En su “Liber Novus”, Jung menciona de este modo el significado divino
del símbolo del niño: “El espíritu de la profundidad me enseñó que la
vida está circundada por el niño divino. De su mano me vino todo lo
inesperado, todo lo viviente. Este niño es lo que siento como una juventud
que brota eternamente en mí“. (3)
Jung colaboró con el historiador Kerényi en un trabajo titulado “Introducción a la esencia
de la mitología”, dedicado
principalmente a la figura del niño divino. En él puede leerse: “Un aspecto fundamental del motivo del niño es su
carácter de futuro. El niño es futuro en potencia. Por eso, la aparición del
motivo del niño en la psicología del individuo suele significar una
anticipación de desarrollos futuros, aunque a primera vista parezca tratarse de
una formación retrospectiva. La vida, no hay que olvidarlo, es un transcurrir,
un fluir hacia el futuro, y no una marea en retroceso. Por eso no es de
extrañar que los salvadores míticos sean muchas veces dioses-niños.
[…] Es, por eso, un símbolo que une los opuestos, un mediador, un
salvador, es decir, un hacedor-de-la-totalidad”. (4)
El niño es, pues, el símbolo de la unidad inicial recuperada: la
fractura inherente al devenir que termina recomponiéndose y que, por un
momento, hace brillar la fuente eterna en la que todos los destinos son todavía
posibles.
Notas del texto
(1) Otro ejemplo de esto puede encontrarse en el capítulo de “Star
Trek: Next Generation”titulado “The Child” (temporada 2), donde la consejera
Deanna Troi queda embarazada de una entidad alienígena y, al cabo de 36
horas, da a luz a un niño aparentemente normal, al que llama Ian Andrew.
El niño se desarrolla muy rápidamente y en pocas horas tiene la apariencia de
un niño de 4 años. (Nota de Phileas)
(2) Según Mircea Eliade: “El cinematógrafo encierra aún esa enorme posibilidad de narrar un mito y de camuflarlo maravillosamente, no sólo en lo profano, sino incluso en cosas casi degradadas o degradantes. El arte del cinematógrafo trabaja tan estupendamente con el símbolo que incluso éste no llega a verse, pero se le presiente enseguida.” Véase: “La prueba del laberinto” (Nota de Phileas)
(3) Jung, Carl Gustav: “El Libro Rojo”.
(4) Jung, Carl Gustav y Kerényi, Károly: “Introducción a la esencia de la mitología”
(2) Según Mircea Eliade: “El cinematógrafo encierra aún esa enorme posibilidad de narrar un mito y de camuflarlo maravillosamente, no sólo en lo profano, sino incluso en cosas casi degradadas o degradantes. El arte del cinematógrafo trabaja tan estupendamente con el símbolo que incluso éste no llega a verse, pero se le presiente enseguida.” Véase: “La prueba del laberinto” (Nota de Phileas)
(3) Jung, Carl Gustav: “El Libro Rojo”.
(4) Jung, Carl Gustav y Kerényi, Károly: “Introducción a la esencia de la mitología”
La Consejera
Deanna Troi y su bebé
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