EL SIMBOLISMO DEL CUERPO HUMANO
PARTE I
Cabeza de Minerva
(pintura de Mihran K. Serailian) (1)
(pintura de Mihran K. Serailian) (1)
En la Escritura se nos dice que Dios hizo al hombre
a su propia imagen y semejanza. Así ha sido declarado no solamente en la Biblia Cristiana, sino también en la mayoría de
los escritos sagrados de los seres iluminados. Los patriarcas judíos enseñaron
que el cuerpo humano es el microcosmos, o pequeño cosmos, hecho a la semejanza
del macrocosmos, o gran cosmos. Esta analogía entre lo finito y lo infinito se
ha dicho que es una de las claves por la cual se pueden develar los secretos de
la Sagrada Escritura.
El
Viejo Testamento es un libro de texto fisiológico y anatómico para aquellos que
son capaces de leerlo desde un punto de vista científico. Las funciones del
cuerpo humano, los atributos de la mente y las cualidades del alma humana, han
sido personificados por los sabios de la antigüedad, y un gran drama ha sido
elaborado acerca de sus relaciones entre si mismos y con los demás. Al gran
egipcio semidios Hermes, la raza humana
debe su concepto sobre la ley de analogía. El gran axioma hermético fue: “Como arriba es abajo; como abajo es arriba.”
La
construcción de los templos en la forma del cuerpo humano es una costumbre
común a todos los pueblos. El tabernáculo de los judíos, el gran templo egipcio
de Karnak, las estructuras religiosas
de los sacerdotes hawaianos, y las iglesias cristianas dispuestas en forma de
cruz, son ejemplos de esta práctica.
Si
el cuerpo humano fuera extendido sobre uno de estos edificios, con los brazos
abiertos, se vería que el altar mayor ocuparía la misma posición relativa que
el cerebro ocupa en el cuerpo humano.
Todos
los sacerdotes de la antigüedad conocían anatomía. Aceptaban que todas las
funciones de la Naturaleza eran reproducidas en pequeño en el cuerpo humano.
Por lo tanto, consideraban al hombre como un libro y enseñaban a sus discípulos
que entender al hombre era comprender el universo. Aquellos sabios creían que
cada estrella en el cielo, cada elemento en la tierra y cada, función en la
Naturaleza, estaba representado en el cuerpo humano por su correspondiente
centro, polo o actividad.
Esta
correlación entre la Naturaleza y la naturaleza interna del hombre que estaba
oculta para las masas constituía las enseñanzas secretas del antiguo
sacerdocio. La religión era considerada mucho más seriamente que lo que es en
nuestros días, por los atlantes y egipcios. Era la vida misma de estos pueblos.
Los sacerdotes tenían un control total sobre millones de ignorantes hombres y
mujeres, a los cuales se les había enseñado desde su infancia que estos
patriarcas, con sus atavíos y luengas barbas, eran los mensajeros directos de
Dios; y se creía que toda desobediencia a lo ordenado por los sacerdotes
atraería sobre la cabeza de los transgresores la cólera del Todopoderoso.
El
templo dependía de su apoyo, basado en su secreta sabiduría, la cual daba a los
sacerdotes control sobre ciertos poderes de la Naturaleza y los dotaba de una
sabiduría y comprensión enormemente superior al estado seglar que ellos
controlaban.
Esos
sabios comprendieron que en la religión había algo mucho más grande que el mero
canto de mantrams e himnos;
ellos comprendieron profundamente que la senda de la salvación sólo puede ser
recorrida con éxito por aquéllos que tienen conocimiento práctico y científico
de las funciones ocultas de sus propios cuerpos. El simbolismo anatómico que
ellos desarrollaron para perpetuar este conocimiento ha llegado hasta la
cristiandad moderna, pero, aparentemente, su clave parece haberse perdido. Es
una tragedia para los religiosos el estar rodeados por cientos de símbolos que
no pueden comprender; pero, es más triste aún que ellos hayan llegado a olvidar
totalmente que estos símbolos tienen otro significado que las tontas
interpretaciones que ellos a su manera han urdido.
La
idea predominante en la mente de los cristianos de que su creencia es la única
y verdadera doctrina inspirada, y que vino huérfana al mundo, es irrazonable en
extremo. Un estudio comparativo de las religiones prueba, sin lugar a dudas, de
que la cristiandad ha mendigado, pedido prestado o se ha apropiado de los
conceptos y filosofías de los tiempos antiguos y de los paganos del medioevo.
Entre los símbolos y alegorías religiosas que pertenecían al mundo antes de la
aparición de la cristiandad, hay algunos que nosotros deseamos someter a
vuestra atención.
Los
siguientes conceptos y símbolos cristianos son de origen pagano:
La
cruz cristiana viene de Egipto y de la India; la triple mitra, del culto de Mithra; el cayado, de los Misterios Herméticos y Grecia; la inmaculada
concepción, de la India; la
transfiguración, de Persia; y la trinidad, de los
Brahamanes. La Virgen María, como la madre de Dios, se encuentra en una
docena de diferentes creencias. Hay más de veinte salvadores del mundo
crucificado. El campanario de la iglesia es una adaptación de las pirámides y
obeliscos egipcios, en tanto que el diablo de los cristianos es el Tifón de los egipcios con algunas
variantes.
Mientras
más profundiza uno el problema, mejor comprende que no hay, realmente, nada
nuevo bajo el sol.
Un
sincero estudio de la fe cristiana demuestra, claramente, que es la evolución
natural de las doctrinas primitivas. Hay una evolución en la religión así como
en la forma física. Si aceptamos e incorporamos en nuestras doctrinas el
simbolismo religioso de cerca de cuarenta pueblos, esto nos permitirá
comprender (al menos en parte) el significado de los mitos y alegorías de lo
que hemos tomado prestado, y no ser más ignorantes que aquéllos a las cuales
hemos recurrido.
Este
pequeño libro está dedicado a procurar explicar el problema de la relación que
existe entre el simbolismo del antiguo sacerdocio y las funciones ocultas del
cuerpo humano.
Primero
debemos comprender que se supone que toda escritura sagrada está sellada con
siete sellos. En otras palabras, que se requieren siete interpretaciones
completas para entender plenamente el significado de las revelaciones
filosóficas antiguas, que nosotros hemos preferido llamar Escritura Sagrada. La
escritura no debe entenderse como algo histórico. Aquellos que interpretan su
significado literal, comprenden la parte mínima de ella.
Es
un hecho bien conocido que, por razones de índole dramática, Shakespeare juntó en sus obras caracteres de
individuos que habían vivido en épocas distintas separados por cientos de años;
pero Shakespeare no estaba escribiendo historia sino drama. Lo mismo ocurre con
la Biblia. La Escritura deja a los historiadores envueltos en desesperante
desconcierto al formular su auto contradictorias tablas cronológicas, en las
cuales la mayoría de ellos quedarán esperando el día del juicio final.
La
Escritura brinda excelentes temas para debatir, y también es un terreno
propicio para las discusiones sobre nimiedades, respecto a términos y ubicación
de desconocidas ciudades.
La
mayoría de las ciudades de la Biblia, hoy señaladas en las guías, recibieron su
nombre cientos de años más tarde al nacimiento de Cristo,
por peregrinos que suponían haber ocupado lugares próximos a los mencionados en
la Biblia. Todo esto puede convencer a algunos, pero, para el pensador es de
una evidencia concluyente que la historia es lo menos importante de la
Escritura.
Cuando
la emperatriz Elena, madre de Constantino el Grande, visitó Jerusalén en el año 326, descubrió que
no sólo había desaparecido toda traza de cristiandad, sino que un templo
dedicado a la diosa Venus permanecía
en pie, sobre la colina hoy aceptada como el Monte Calvario. ¡Cerca de
cuatrocientos años después de la muerte de Cristo no había, aparentemente,
nadie en la Tierra Santa que hubiese oído hablar de él! Esto no implica
necesariamente que él no haya vivido, pero si que el halo de milagros y
atmósfera sobrenatural con que lo rodea la cristiandad moderna es grandemente
mitológico.
Semejante
a todas las otras religiones, la fe cristiana ha acumulado una colección de
fantásticas leyendas que despiertan la superstición y que son sus propios
enemigos, porque ellos han tomado al simple moralista de Nazareth – el hombre
que amaba a sus prójimos – y construyeron una superestructura de idolatría que
nadie ama y sólo sirve a su propio fin.
Así
como Buddha en la India reformó,
meramente, los conceptos que se tenía sobre Brahman en sus días, Jesús dio
nueva forma a la fe de Israel y dio a sus discípulos y al mundo una doctrina
basada sobre lo que había estado antes establecido, pero remodelada para
enfrentar los problemas y necesidades de su pueblo. Los esenios que educaron a
Jesús eran de origen egipcio o hindú, y su fe tomó lo mejor que había en el
pasado.
Los
recuerdos preservados son sumamente alegóricos, y el hombre simple es sumergido
por ellos en un inmenso mar de súper naturalismo. Esto no fue hecho enteramente
sin propósito, pues, así como Shakespeare se tomó la licencia de utilizar la
historia para presentar verdades esenciales, parece ser que, del mismo modo,
los historiadores de Jesús usaron el carácter del hombre como base fundamental
de un gran drama. Él deviene el héroe de un relato siete veces sellado, y
aquellos cristianos que han estudiado los símbolos pueden conseguir con ese
relato la clave de los verdaderos Misterios Cristianos.
Entonces,
ellos comprenderán que la Escritura es la eterna historia; que ella no
pertenece a ninguna nación o pueblo en particular, y que sólo es narración o
relato de todas las naciones y todos los pueblos.
Es
una cosa maravillosa, por ejemplo, estudiar la vida de Cristo a la luz de la
astronomía, pues él deviene el sol, y sus discípulos los doce signos del zodíaco. Entre las constelaciones
encontramos las escenas de su ministerio, y en la precesión de los equinoccios
el relato de su nacimiento, crecimiento, plenitud y muerte por los hombres. Por
otra parte, las atormentadas substancias químicas en la retorta nos revelan
simbólicamente la vida del Maestro, pues, con la clave de la química la
Escritura se convierte en otro libro.
En
este librito, en particular, sin embargo, nos referiremos solamente a la
relación que existe entre estas alegorías y el cuerpo humano.
Descubrimos
que la vida de Cristo, como la encontramos en los Evangelios, ha sido
conformada artificiosamente hasta coincidir perfectamente con las vidas de una
docena de salvadores de la humanidad, porque todos ellos son, también, mitos
astronómicos y fisiológicos. Todos estos mitos nos
llegan a nosotros desde la más remota antigüedad, en cuya época las razas
primitivas utilizaban el cuerpo humano como la unidad simbólica, y los dioses y
demonios eran personificados en los órganos y funciones del cuerpo.
Entre
ciertos escritores cabalistas vemos que la Tierra Santa era delineada sobre la
base del cuerpo humano, y las diversas ciudades se muestran como centros de
conciencia en el hombre.
Aquí
se encuentra un maravilloso campo de estudio para aquéllos que quieran
investigar profunda y sinceramente los antiguos
Misterios.
Nosotros
no abrigamos la esperanza de agotar el tema, pero si vosotros obtenéis con este
librito la clave para seguir esta línea de pensamiento hasta que logréis que
sea vuestro íntimamente, se abrirá para vosotros, al final, uno de los secretos
del Libro Divino de la Revelación.
LOS TRES MUNDOS
PARTE II
De
acuerdo con las Escuelas de Misterios el cuerpo humano está dividido en tres
grandes partes, y, en analogía con esto, el universo externo se dice que esta
compuesto de tres mundos: cielo, tierra e infierno. El cielo es el mundo
superior y por alguna razón desconocida se supone que está arriba, aunque
Ingersoll ha probado concluyentemente que debido a la rotación de la
tierra, arriba y abajo son siempre lugares
cambiables.
Casi
todas las religiones enseñan que Dios mora en el cielo. A sus componentes se
les enseña que Dios está sobre ellos, por eso levantan sus manos en la oración
y elevan sus ojos hacia el cielo al implorar o pedir algo. En algunos países se
supone que Dios mora en la cima de las montañas, que son los lugares más
elevados del mundo. Dondequiera que él esté y quienquiera que sea, el lugar de
su morada está arriba, desde donde protege al mundo de abajo.
Entre
el cielo de arriba y el infierno de abajo está la Tierra, llamada por los
escandinavos Midgard, o jardín
del medio. Está suspendida en el espacio y constituye la morada de los hombres
y otros seres vivientes. Está conectada con el cielo por un arco iris que hace
de puente y por el cual los dioses descienden. Sus cráteres volcánicos y
fisuras, se dice que sirven de conexión con el infierno, el lugar de la
oscuridad y el olvido. Aquí, “entre los dominios del cielo y de la tierra que
maneja”, como dice Goethe, existe la
Naturaleza. La verde campiña, los corrientes ríos, el poderoso océano, existen
sólo en el mundo medio, el cual es una especie de campo neutral, en donde las
huestes del bien y del mal libran su eterna batalla de Armageddon.
Abajo,
en oscuridad y en llamas, tormentos y sufrimientos, esta el mundo de Hel, el
cual nosotros hemos interpretado como infierno. Es lo más bajo; porque,
seguramente, así como pensamos del cielo como lo de arriba, lo hacemos del
infierno como lo de abajo, mientras que este lugar medio (Tierra) parece ser
como la línea divisoria entre ambos. En el infierno están las fuerzas del mal,
las lágrimas, los profundos dolores, los poderes destructivos, los cuales están
siempre produciendo aflicción a la Tierra y luchando, incansablemente, para
derribar el trono de los dioses en el cielo.
Este
sistema en su totalidad es un mito anatómico, pues el mundo celestial de los
antiguos – el templo de la justicia en la cima de la montaña – era el cráneo
con su divino contenido. Es el hogar de los dioses en el hombre. Se lo denomina
con el término de arriba porque ocupa el extremo norte de la
columna vertebral humana.
Se
dice que el templo de los dioses que gobiernan la Tierra está en el Polo Norte, el cual es, mencionándolo de paso, el
hogar de Santa Claus, porque el Polo Norte representa el lado positivo de la
columna vertebral del “Señor planetario”. Santa Claus, saliendo de la chimenea,
con su ramita de siempreviva (Árbol de Navidad), en la estación del año cuando
la Naturaleza esta muerta, tiene una hermosa interpretación masónica para
aquéllos que quieran estudiarla.
Lo
mismo es cierto respecto al maná que descendía para alimentar a los Hijos de
Israel en el desierto, porque este maná es una sustancia que desciende por la
médula espinal desde el cerebro. Los hindúes simbolizan la espina dorsal como
el tallo del loto sagrado; por lo tanto, el cráneo y su contenido está
simbolizado por la flor. La columna vertebral es la escala de Jacob, conectado
el cielo con la Tierra, mientras que los treinta y tres escalones son los
grados de la masonería y los años de vida de Cristo. En lo alto de estos
escalones, el candidato asciende en el plano de la conciencia para alcanzar el
templo de la iniciación, que se halla colocado en la cima de la montaña. En
este lugar majestuoso, con su cúpula arriba de todo, con un agujero en su piso
(foramen magnum), es donde se dan las iniciaciones del gran misterio.
Las montañas de los Himalayas con
sus picos, representan los hombros y la parte superior del cuerpo. Son las
montañas más elevadas de la Tierra. En alguna parte, sobre la cima más alta, se
levanta el templo, descansando (como en el cielo de los griegos) sobre los
hombros de Atlas.
Es
interesante notar que la vértebra superior de la columna vertebral del hombre
es llamada atlas y sobre ella descansa la base del cráneo. En el cerebro hay un
número de cavidades y circunvalaciones, y en ellas (según las leyendas
orientales) viven los sabios – los yoguis y hermitaños -. Las cavernas de los
yoguis, se dice, están ubicadas en los lugares cercanos al nacimiento del río
Ganges. Toda religión tiene su río sagrado. Para los cristianos es el Jordán; para los egipcios, el Nilo; y para los hindúes, el Ganges. El río sagrado es el canal espinal que
corre entre los picos de las montañas. Los santos, en su retiro, representan
los centros sensorios del ojo espiritual ubicado en el cerebro humano y son los
siete durmientes, del Corán, quienes deben permanecer en la oscuridad de sus
cavernas hasta tanto el fuego espiritual los vitalice.
El
cerebro es la habitación de arriba a que se refieren los Evangelios, en donde
Jesús se encontraba con sus discípulos, y se ha dicho que los discípulos
representan las doce sinuosidades del cerebro. Son estos doce senos del cerebro
los que más tarde envían sus mensajes por medio de los nervios, al cuerpo que
está abajo, para convertir a los Gentiles, o predicar el Evangelio a campo
abierto. Estas doce sinuosidades se reúnen alrededor de la abertura central del
cerebro (el tercer ventrículo), el cual es la santidad de santidades – el
asiento de la misericordia -, en donde, entre las extendidas alas de los
Ángeles, Jehováh habla con el sumo Sacerdote, y donde permanentemente, día y
noche, se manifiesta la gloria de Shekinah.
Desde
este punto asciende, finalmente, el espíritu; lugar del cráneo que representa
al Gólgota. Es un hecho clarividente de que el espíritu no sólo deja el cuerpo
sino que también entra en él, por la coronilla, lo cual probablemente ha dado
origen al relato de Santa Claus y su chimenea.
La
Trinidad en el hombre mora en las tres grandes cámaras del cuerpo humano, desde
las cuales irradian su poder a través de los tres mundos. Estos centros
son: el cerebro, el corazón y el
sistema de reproducción. Estas son las tres cámaras principales de la
pirámide y, también, los lugares en donde se dan las iniciaciones de Aprendiz,
Compañero y Maestro masón, todos éstos, grados de la Logia Masónica Azul. En
estas tres cámaras moran el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los cuales son
simbolizados por la palabra de tres letras: AUM.
La
transmutación, regeneración y desarrollo de estos tres grandes centros se
produce por la repetición de la Palabra Pérdida la cual es el
gran secreto de la Orden Masónica. De
los nervios espinales vienen impulsos y fuerzas vitales que hacen eso posible.
Por lo tanto, al masón se le advierte que debe considerar con todo cuidado su
palabra substituta, que significa “la médula de los huesos.”
En
el cerebelo, o cerebro posterior – el cual tiene a su cargo el sistema motriz
del cuerpo humano y es el único cerebro desarrollado en el animal -, se
encuentra el desarrollo de un pequeño árbol, el cual, por su forma
arborescente, ha sido simbolizado como una rama de acacia y como tal se refiere
a una alegoría masónica.
Los
dos hemisferios del cerebro fueron llamados por los antiguos Caín y Abel, y tiene mucho que hacer con la
leyenda del castigo de Caín, que es, literalmente, el castigo por el
desequilibrio. Porque Caín, matando el espíritu de equilibrio, es enviado a
vagar por la faz de la tierra. Yo tengo en mi poder un cráneo muy notable que,
originalmente, descansaba sobre los hombros de un homicida. Es de una cualidad
orgánica elevada, pero lleva la maldición de Caín. Este individuo tenía odio
por alguien, y lo alimentaba muy cuidadosamente.
El
alimentar un rencor, algunas veces, deviene una de las cosas más peligrosas.
Este individuo juró que cuando encontrara a cierta persona, le arrancaría el
corazón y se lo echaría a la cara. Pasaron varios años; su odio aumentaba. Al
final, encontró a su enemigo, lo atacó y cumplió la amenaza. Fue ahorcado por
el crimen, pero el cráneo, llevando el testimonio de su cerebro, revela un
hecho muy interesante.
La
mitad derecha del cerebro está bajo el control de Mercurio –
el planeta de la inteligencia – y como resultado de que lo cruzan nervios en la
base del cráneo, domina el lado izquierdo del cuerpo. El lado izquierdo del
cerebro, bajo el control de Marte –
el espíritu de la ira y del impulso – gobierna el lado derecho del cuerpo y del
mismo modo el fuerte brazo derecho. Como resultado de su odio y el gobierno de
Marte, que crecía por ese odio, la parte posterior del lado, izquierdo del
cerebro llegó a ser justamente el doble en volumen que la del lado derecho. El
individuo permitió que Marte controlara su naturaleza. La impetuosidad de Marte
lo gobernaba, y pagó con su vida la maldición de Caín.
La
ciencia sabe que hay una línea muy fina que separa la genialidad de la
insanidad; porque, cualquier vicio o virtud dominante, el hombre la debe pagar
con el desequilibrio. La falta de armonía siempre altera nuestro punto de
vista, y un punto de vista erróneo siempre produce sufrimiento.
En
el cráneo se halla “el tablero de
los conmutadores” que controla las actividades del cuerpo. Toda función del
hombre que tenga lugar debajo del cuello, tiene su control desde un centro de
conciencia del cerebro. La prueba de esto es que cualquier lesión producida en
determinados centros del cerebro, produce la paralización de varias partes del
cuerpo. La ciencia médica sabe ahora que la médula espinal es una prolongación
del cerebro, y algunos hombres con autoridad científica afirman que la médula
es capaz de tener inteligencia, a lo largo de todo su recorrido. Esta médula es
la espada flamígera que se supone está colocada verticalmente en los portales
que cierran el Jardín del Edén. El Jardín del Edén es el cráneo, dentro del
cual hay un árbol que tiene doce clases de frutos.
El cerebro está lleno de cámaras abovedadas y
galerías, las cuales tienen su correspondencia en las bóvedas y arcos de los
templos, siendo, indudablemente, el tercer ventrículo la Cámara del Rey de la Gran Pirámide. La médula espinal es la serpiente
de los antiguos. En algunos lugares de la América Central y Sud América el Dios
Salvador es llamado Quetzalcoatl. Su
nombre significa: serpiente emplumada, y éste ha sido siempre su
símbolo. Esta es la serpiente bronceada levantada por Moisés en el desierto.
Los nueve anillos de la cola de la serpiente son llamados el número del hombre,
y ellos representan las vértebras sacras y
coxígeas, en cuyos centros se encuentra el secreto de la evolución
humana.
Cada
órgano del cuerpo físico esta reproducido en el cerebro, en donde está copiado
por la ley de analogía. Hay dos formas humanas
embriónicas, una masculina y otra femenina, entrelazadas en el cerebro.
Éstas son el Yin y Yang de la China, los
dragones blanco y negro mordiéndose entre si. Una de estas figuras tiene como
órgano de expresión la glándula pineal,
y la otra, el cuerpo pituitario. Estas
glándulas de secreción interna, son dignas de consideración, pues ellas son
factores de suma importancia en el desarrollo de la conciencia humana. Aunque
aparecen como no teniendo ninguna función, no están atrofiadas, y como la
Naturaleza no preserva ningún órgano innecesario, ellas deben tener un rol muy
importante.
Es
conocido que estas glándulas son mayores y más activas en las mentalidades con
un alto grado de desarrollo y lo contrario ocurre en las de desarrollo
inferior; y, en ciertos idiotas congénitos, ellas son muy pequeñas. Estas dos
glándulas son llamadas la cabeza y la cola del dragón de la sabiduría. Ellas
son los polos de cobre y de zinc de un circuito eléctrico, que tienen al cuerpo
entero como una batería.
El
cuerpo pituitario (que descansa en la “silla turca” del hueso esfenoide, directamente detrás y un poco
debajo del puente de la nariz y conectado con el tercer ventrículo por un fino
canal llamado: infundibulum) es el polo femenino, o centro negativo, que tiene
a su cargo la expresión de la energía física. Su actividad regula en alto grado
el tamaño y peso del cuerpo. Es también un termómetro que revela los desórdenes
que hubieren en cualquiera de las cadenas de las glándulas internas.
La endocrinología (estudio de las glándulas
internas y sus secreciones) esta todavía en un estado embrionario, pero algún
día, se revelará como lo más importante de la ciencia médica.
En
el mundo antiguo se conocía al cuerpo pituitario por los siguientes símbolos:
la retorta de los alquimistas; la boca del dragón; la Virgen María; el Santo
Grial; el cuarto creciente lunar; el baño purificador; uno de los querubines
del Arca; la Isis de Egipto; Radha de la India; y la boca del pez. Puede
ser muy bien llamado: la esperanza de gloria del hombre físico. En el extremo
opuesto del tercer ventrículo y un poco más arriba, está la glándula pineal, la
cual no deja de semejarse a una piña (de la cual toma su nombre).
Sir Ernest Alfred Wallis Budge (2), cuidador de las
antigüedades egipcias en el Museo Británico,
menciona, en una de sus obras, la costumbre egipcia de atarse conos de piñas
sobre la cabeza. Declara que, en los rollos de papiros, esos conos están atados
en lo alto de la cabeza de los muertos, cuando tienen que hacerse presente
ante Osiris, señor del mundo inferior.
Indudablemente que este símbolo se refiere a la glándula pineal.
Había,
también, costumbre en ciertas tribus de África de atar pedazos de grasa sobre
sus cabezas, y dejarlos que se derritieran al sol y les corriera sobre el
cuerpo, como parte de normas religiosas. Es interesante observar que los Indios Americanos solían llevar su pluma –
que originalmente era símbolo de su Cristo – en el mismo lugar en donde los
monjes cristianos afeitan su cabeza. Los hindúes, enseñan que la glándula pineal es el tercer ojo,
llamado el ojo de Dangma. Es
Llamado por los buddhistas el ojo que todo lo ve, y en la cristiandad
se habla de él como del ojo único.
Se
nos dice que en épocas remotas la glándula pineal era un órgano de orientación,
por el cual el hombre conocía el mundo espiritual, pero que, con la aparición
de los sentidos materiales y los dos ojos objetivos, dejó de usarse, y, durante
el tiempo de la raza lemur, se retiró
al lugar que, actualmente, ocupa en el cerebro. Se dice que los niños, recapitulando
sus períodos previos de evolución, tienen, alrededor de los siete años un uso
limitado del tercer ojo, en cuyo tiempo los huesos del cerebro se desarrollan
en conjunto.
Esto
se relaciona con la condición semiclarividente de los niños, los cuales son, en
el campo psíquico, mucho más sensitivo que los adultos. Se supone que la
glándula pineal secreta un aceite, el cual es llamado resina, la
vida del pino. Esta palabra parece estar relacionada con el origen de los Rosacruces, quienes trabajaban sobre las
secreciones de la glándula pineal buscando la apertura del ojo único; porque en
la Escritura se dice: “La luz del cuerpo es el ojo; por lo tanto, si tu ojo se
hace único, el cuerpo todo será llenado con luz.”
La
glándula pineal es la cola del dragón y en un extremo tiene una pequeña
protuberancia parecida a un dedo. Esta glándula es llamada Joseph (José), porque
es el padre del hombre Divino. La protuberancia semejante a un dedo, es
llamada la vara de Dios; algunas veces, la lanza
sagrada. Su contorno se asemeja a esas retortas que utilizaban los
alquimistas para evaporar líquidos. Es un órgano espiritual, destinado, más
tarde, a ser lo que fue al comienzo, esto es, el eslabón de enlace entre lo
humano y lo divino.
El
vibrante dedo en el extremo de esta glándula es la vara de
Jesse y el cetro del alto Sacerdote. Algunos ejercicios,
como se dan en las escuelas de Misterios del occidente y oriente, hacen vibrar
este pequeño dedo, produciendo un sonido zumbante sordo, en el cerebro. Esto
es, algunas veces, muy penoso, especialmente cuando el individuo que
experimenta el fenómeno, lo que ocurre en la mayoría de los casos, no sabe nada
de la experiencia a través de la cual está pasando.
En
el medio del cerebro y rodeado por las circunvoluciones, está el tercer ventrículo,
una cámara abovedada de iniciación. Alrededor de ella se sientan los tres
reyes, tres grandes centros de vida y fuerza – el cuerpo pituitario, la
glándula pineal y el thalamus óptico. En esta cámara hay,
también una pequeña simiente como arenisca, la cual está indudablemente,
conectada con el arca del rey que se halla en la Gran Pirámide. Se supone que
el tercer ventrículo es el sitial del alma, y se dice que el aura que rodea la
cabeza de los santos y sabios, representa el resplandor dorado que irradia este
tercer ventrículo.
Entre
los ojos y justo arriba de la raíz de la nariz, hay una dilatación en el hueso
frontal del cráneo que es llamado el seno frontal. La ligera comba producida
por la dilatación de este hueso, es conocida en frenología como el asiento de
la individualidad. Es este lugar donde se colocan las joyas en la frente de los
Buddhas, y es, también, desde este punto que la serpiente se levanta de la
corona de los antiguos egipcios.
Varias
de las Escuelas de Misterios enseñan que este es el sitial de Jehová en el
cuerpo humano. Aunque su función se realiza por medio del sistema generativo,
su centro de conciencia, como una parte del espíritu del hombre, esta
localizado en un mar de éter azul, en el centro del seno frontal, llamado el velo de Isis. Cuando se estudia el cuerpo
humano, clarividentemente, ese pequeño punto aparece, siempre, como un centro o
punto negro y no puede ser analizado.
El
monte Palatino de los antiguos, sobre el cual fueron construidos los templos de Júpiter y Juno, tiene, también, su
lugar en el cuerpo humano. La estructura del hueso del paladar es una especie
de colina, y arriba del mismo, en línea recta, están las dos órbitas de los
ojos, las cuales son el Júpiter y Juno del mundo antiguo.
La cruz, desde luego, representa el cuerpo humano. Su
parte superior es la cabeza del hombre, irguiéndose sobre la línea horizontal
de los dos brazos abiertos. Como ya lo dijéramos, las grandes iglesias y
catedrales del mundo han sido construidas en forma de cruz, y contienen (donde
estaría la cabeza) el altar con sus velas encendidas. Estas velas simbolizan
los centros espirituales que se hallan en el cerebro, y la costumbre de colocar
una ventana sobre el altar, sugiere el delicado lugar que se halla en la parte
superior del cráneo. El cráneo – la habitación superior – es el sanctum sanctorum del Templo Masónico, y
a él sólo pueden aspirar los puros.
El
hueso en forma de ala, que la ciencia médica conoce como esfenoide, es el
escarabajo egipcio, llevando en sus garras el cuerpo pituitario y teniendo,
también, en lo alto, las centelleantes chispas de la inmortalidad localizada en
el seno frontal.
Se
nos dice, en las mitologías antiguas, que los dioses bajaban del cielo y
andaban entre los hombres, instruyéndoles en las artes y ciencias. De manera
similar, los poderes divinos del hombre, descienden del mundo celestial de su
cerebro para llevar a cabo la obra de construir y reconstruir las sustancias
naturales. Se nos dice que al final de la evolución del cuerpo humano, éste se
irá disolviendo lentamente retornando al cerebro (que fue su origen) hasta que
no quede nada más que siete centros globulares irradiando siete sentidos de
percepción perfectos, que son los espíritus ante el trono y los salvadores que
son enviados al mundo para redimirlo por medio de los siete períodos de su
desarrollo.
El
hombre es una planta invertida; se nutre del sol como la planta lo hace de la
tierra. Así como la vida de la planta asciende por su tronco para nutrir sus
ramas y hojas, la vida del hombre (arraigada en el cerebro) desciende para
producir el mismo resultado.
Esta
vida descendente se simboliza por el mundo de los salvadores, que bajan al
mundo para morir por los hombres. Más tarde, estas vidas retornan al cerebro,
en donde ellas glorifican al hombre ante todos los mundos de la creación. Es
suficiente ya, como relato sobre el cerebro.
Ahora,
consideraremos la otra parte maravillosa del hombre, es decir, la espina
dorsal.
LA ESPINA DORSAL
PARTE III
Conectando los dos mundos (arriba el cielo y abajo la esfera de la oscuridad) está la espina dorsal, una cadena de treinta y tres segmentos, que protege en su interior a la médula espinal. Esta escalera de huesos juega un rol muy importante en el simbolismo religioso de los antiguos. A menudo, se la menciona como un camino o escalera en espiral. Algunas veces se le llama la serpiente, otras, la vara o cetro.
Los
hindúes enseñan que hay tres distintos canales o tubos en el sistema espinal.
Los llaman Ida, Pingala y Sushumna.
Estos canales conectan los centros inferiores generativos del cuerpo con el
cerebro. Los griegos los simbolizaban por el caduceo, o báculo alado de Hermes.
Éste consistía en un bastón largo (el Sushumna que va al centro), que terminaba
en una perilla o bolita (que está en el centro de la
médula oblongata).
A
cada lado de esta perilla, están las alas arqueadas, que se utilizaban para
representar los dos lóbulos cerebrales. Arriba de este báculo suben,
alternativamente y en forma de espiral, dos serpientes, una negra y la otra
blanca. Éstas representan el Ida y Pingala.
Los
antiguos hindúes tienen una leyenda concerniente a la diosa Kundalini, en la cual se dice que ella
descendió del cielo, por medio de una escalera o cuerda, a una pequeña isla que
se halla flotando en el inmenso océano. Relacionando esto con la embriología,
es evidente que la escalera o cuerda representa al cordón umbilical, y la
islita el plexo solar.
Cuando
la escalera es cortada y se desconecta del cielo, la diosa huye aterrorizada a
refugiarse en una caverna (el plexo sacro), en donde ella se oculta totalmente
a la vista de los hombres. Como Amaterasu,
la diosa japonesa del Rostro Refulgente, ella debe ser sacada de su caverna,
pues, mientras permanece ahí y se resiste a salir fuera, el mundo está en la
oscuridad.
Kundalini,
es una palabra sánscrita cuyo significado es: “una fuerza serpentina, o gas
enroscado”. Esta fuerza, según lo declaran los sabios orientales, puede ser
dirigida hacia arriba a través del canal espinal central (Sushumna). Cuando esta esencia se encuentra con el
cerebro, abre el centro de la conciencia espiritual y percepción interna,
llevando con ello la iluminación espiritual. El sistema cultural por el cual
eso es posible, es la enseñanza más secreta de los santos orientales, porque
ellos saben que esta fuerza serpentina o enroscada no sólo lleva a la
iluminación sino que, como la serpiente que es un símbolo, es, también,
mortalmente venenosa.
Conocimientos
superficiales o fragmentos de ocultismo oriental están llegando frecuentemente
al mundo Occidental, pero, lamentamos decirlo, con ellos vienen interminables
sufrimientos y males, porque estas grandes verdades en las manos de individuos
incapaces de comprenderlas o aplicarlas correctamente, destruyen la
inteligencia y la razón.
A lo
largo de la espina dorsal hay cierto número de nervios, ganglios y plexos.
Todos estos tienen lugar en el simbolismo religioso. Por ejemplo, se nos dice,
que los antiguos judíos llamaban al plexo
sacro y al ganglio sacrocoxígeo,
las ciudades de Sodoma y Gomorra.
Hay
un pequeño plexo en la región de los riñones llamado plexo sagitario, al cual
los antiguos llamaron la ciudad de Tarso, donde San Pablo luchó con las
bestias. El ocultismo superior enseña que las flores de loto (centros nerviosos
de la espina dorsal) son como polos negativos, que dan testimonio de los siete
grandes centros positivos de conciencia localizados en el cerebro. Estos siete
centros funcionan por medio de los otros centros que se hallan en la espina
dorsal en la misma forma, aproximadamente, en que los siete espíritus ante el
trono funcionan por medio de los cuerpos planetarios.
El
discípulo es advertido de no trabajar con los centros que se hallan en la
espina dorsal, sino que debe hacerlo con los centros gobernantes – los centros
del cerebro.
El
caminar errante de los Hijos de Israel en el desierto, el peregrinaje de los
mahometanos a la Meca, los interminables peregrinajes de los santos hindúes que
se pasan la vida yendo de un templo a otro, representan el peregrinaje del
fuego espiritual (kundalini) a través de los centros nerviosos que se hallan a
lo largo de la espina dorsal.
Siguiendo
ciertas instrucciones particulares, la fuerza es llevada a estos centros, uno
tras otro, hasta que, visto clarividentemente, se convierten estas áreas en una
especie de flores luminosas, de las cuales dimanan rayos de luz, semejando los
pétalos. Cada uno de estos lotos tienen diferentes números de pétalos de
acuerdo con las ramificaciones nerviosas que dependen de él.
Se
dice que el Logos, cuando llegó el
momento de crear el universo material, entró en estado de profunda meditación,
concentrando el poder de su pensamiento en los siete centros, semejantes a
flores, de los siete mundos. Esa fuerza vital, descendiendo gradualmente del
cerebro (el cual era el gran mundo superior) y penetrando en las flores de
loto, una por una, dio nacimiento a los mundos inferiores.
Cuando,
al final, ese fuego espiritual penetró en el centro más bajo, el mundo físico
fue creado, y su fuego estaba en la base de la espina dorsal.
Cuando
el mundo retorne a él de nuevo, y el Logos vuelva a ser supremo en conciencia,
será porque retiró la vida de estos siete centros, comenzando por los
inferiores, llevándolas nuevamente, al cerebro. Así es que la senda de
evolución de todas las cosas vivientes es elevar este fuego, cuyo descenso hizo
posible su manifestación en estos mundos inferiores y cuyo ascenso les pondrá,
otra vez, en armonía con los mundos superiores.
Este
mito de la fuerza vital que desciende y toma a su cargo el gobierno de los
mundos, se encuentra en todos los pueblos civilizados de la tierra. Esto es
el Hiram Abiff quien construyó el
Templo Masónico (los cuerpos), y que fue muerto por los tres vehículos que él
había formado. Tiene su similitud con el Cristo, muerto por los pecados del
mundo.
Por
el hecho de que este fuego espinal es una fuerza enroscada, serpentina, en
todas partes del mundo se ha usado la serpiente para representar a los
salvadores del mundo. El uraeus (emblema de serpiente) usado por los sacerdotes
egipcios en su frente, era un símbolo del Kundalini, la sagrada cobra que,
cuando fue elevada en el desierto, salvó a todos aquéllos que la contemplaron
(Moisés y la serpiente de bronce).
Así
como el cerebro es el centro del mundo divino, el plexo solar es el centro del
mundo humano que, representando la semiconciencia, une la inconsciencia de
abajo con la conciencia de arriba. El hombre no sólo es capaz de pensar con el
cerebro; cierta fase del pensamiento es producida por los centros nerviosos
del plexo solar.
Probablemente,
antes de ir más adelante, será prudente describir la diferencia que hay entre
un médium y un clarividente. Para la mayoría de las personas no hay ninguna
diferencia, pero, para el místico, estas dos fases de la vista espiritual,
están separadas entre si por los límites de las etapas totales en la evolución
humana.
Un
clarividente es aquél que ha elevado al cerebro la fuerza espinal serpentina y
por su desarrollo ha merecido el derecho de percibir los mundos invisibles con
la ayuda del tercer ojo, o glándula pineal. Este órgano de conciencia, que
millones de años ha, conectaba al hombre con los mundos invisibles, se cerró
durante el período lemúrico, cuando los órganos sensorios, perceptores del
mundo objetivo, comenzaron a desarrollarse.
Los
ocultistas, sin embargo, por el proceso de desarrollo al cual nos hemos
referido someramente antes, pueden volver a abrir este ojo y por medio de él
explorar los mundos invisibles. El clarividente no nace, se hace. Los médiums
no se hacen, nacen.
El
clarividente puede llegar a serlo sólo después de años, algunas veces, de
vidas, de auto preparación; por el otro lado, el médium, sentándose en una
habitación a oscuras o por otras prácticas similares, puede obtener ciertos,
resultados en muy pocos días.
El
médium usa el plexo solar como un espejo, y en sus nervios sensitivos son
reflejados cuadros registrados en los éteres invisibles. A través del bazo (que
es el portal del cuerpo etérico) el médium permite la entrada, en su
constitución espiritual, de inteligencias desencarnadas, dando como resultado
el oír voces y otras manifestaciones psíquicas.
La
escritura automática se consigue permitiendo, al brazo etérico de una
inteligencia extraña, el control temporario del brazo físico del
médium. Esto no es posible hasta tanto el médium no quita su doble etérico del
brazo, pues dos cosas no pueden ocupar el mismo lugar al mismo tiempo. El
resultado de la separación periódica de las fuerzas vitales del brazo físico,
es muy desastroso, llegando, frecuentemente, hasta la parálisis.
La
mediumnidad es antinatural para el hombre, mientras que la clarividencia es el
resultado natural del crecimiento y desarrollo de la naturaleza espiritual. Hay
cien médiums por un clarividente, porque sólo puede llegarse a ser clarividente
por el autodominio y el ejercitamiento de un tremendo poder; mientras
que, el más débil, el más enfermo y más nervioso de los individuos, es el que
mejor médium resulta. El clarividente desarrolla su mente llenándola de
benéficos conocimientos, en tanto que la primera instrucción que se le da al
que quiere ser médium, es: “Trate de dejar su mente vacía.”
La
razón por la cual la mediumnidad, a
través del plexo solar, es una retrogradación, puede ser resumida como sigue:
Los espíritus-grupo, que controlan el reino animal, desempeñan sus cargos
produciendo imágenes en el plexo solar, pues el animal no tiene mente
autoconsciente. Su resultado es que, en lugar de pensar con su propio cerebro,
piensa con el cerebro del espíritu-grupo, a quien esta unido por invisibles
hilos magnéticos.
Estos
hilos conducen sus impresiones y las fotografías en el sistema nervioso
simpático. No teniendo voluntad propia, el animal es incapaz de combatir sus
impulsos y, en consecuencia, los obedece implícitamente.
El
hombre se gobierna a si mismo por medio del sistema cerebro espinal, porque ha
desarrollado la individualidad, y el sistema simpático ya no lo gobierna más.
Exponiéndose a los impulsos que le llegan por el plexo solar, el médium
obstaculiza su propio desarrollo al no permitir que el sistema nervioso cerebro
espinal controle su destino.
Al
hombre siempre le ha gustado apoyarse en las cosas externas. No le agrada
enfrentar cada problema y resolverlo con el cerebro que Dios le ha dado. Por
eso, busca el apoyo de los mundos invisibles, pidiéndoles ayuda para realizar
la obra que debiera llevar a cabo por su propio esfuerzo.
Miles
de personas deben participar de la responsabilidad del médium, porque muchos de
ellos siguen ese camino debido a que cientos de personas desean hablar con sus
parientes muertos o tener informaciones reservadas sobre los valores de la
Bolsa. Aquéllos que alientan cosas que ellos no harían por si mismos, son
personalmente responsables por el daño que, por su egoísmo, han permitido que
les llegue a otras personas.
La
diferencia, por lo tanto, entre la mediumnidad y la clarividencia se halla
cerca de la mitad de la columna vertebral. Es la diferencia entre lo negativo y
lo positivo; es la diferencia que hay entre la oscuridad de una habitación en
donde se realiza, a medianoche, una sesión espiritista y la ceremonia al
mediodía en un templo.
Todos
los órganos que se encuentran dentro del cuerpo humano tienen su significación
religiosa. El corazón, con sus cámaras, es en si un templo erigido sobre la
montaña del diafragma. El bazo, con su pequeño cuerpo en forma de sombrilla,
concentra los rayos solares y tiene a su cargo el
cuerpo etérico. Es este cuerpo etérico, enrollado dentro del bazo, el
que inyecta en el sistema circulatorio los corpúsculos blancos de la sangre.
Nosotros
sabemos que el cuerpo humano ha servido de inspiración para casi todas las
invenciones mecánicas. Las bisagras han sido copiadas del cuerpo humano; lo
mismo las perillas y la cuenca o alvéolo que las contienen.
Se
nos ha dicho que la primera instalación de plomería fue reproducida de los
sistemas circulatorios arterial y venoso. Centenares de máquinas e implementos
han sido inspirados por los sutiles movimientos del funcionamiento de nuestros
propios vehículos, porque el cuerpo humano es la más maravillosa máquina que
pueda concebirse y, por eso, la mejor que pueda la mente humana estudiar.
La
estrecha relación que existe entre el sistema generativo inferior y el cerebro
en la parte superior (porque el cerebro es un sistema generativo positivo) se
debe, desde luego, a la médula espinal que los conecta. En un momento
determinado, cierto número de pequeñas puertas, que ahora separan el cerebro
del sistema generativo, se abren, y el Sushumna se convierte en un abierto
túnel y, así, cada impulso es llevado inmediatamente a ambos extremos del
cuerpo.
Es
por esta razón que el candidato hace voto de castidad, ya que la estrecha
conexión existente en los discípulos avanzados entre el cerebro y el sistema
reproductivo, exige una absoluta conservación de todas las energías vitales.
Las
amígdalas están conectadas directamente con el sistema generativo; en realidad,
ellas son parte de su polo positivo formado por el cerebro.
La
deplorable costumbre actual de vacunar y de cortar las amígdalas a los niños
apenas llegan al mundo, producirá en alguna época una definida degeneración de
la raza. La mayoría de las amígdalas se infectan a causa de que el niño, en los
primeros años, come demasiados dulces. La moral es no cortar las amígdalas, y
suprimir los dulces.
La
mayor parte de los padres son responsables por la enfermedad de sus hijos. Ya
sea por su ignorancia o por indulgencia, ellos permiten que la inconsciencia
infantil, que todavía no esta controlada por los vehículos superiores, los
destruya antes de que la vida se exprese plenamente.
Cuando
los niños están enfermos en los primeros años de vida, el médico encontrará,
habitualmente, la causa del mal en los padres, y el padre o la madre – no el
niño – deberá ser medicamentado por las píldoras que necesite. Si el estómago
se mantiene en condiciones adecuadas, las amígdalas se mantendrán también en
buenas condiciones.
La
absoluta economía demostrada por la Naturaleza en la construcción de todas sus
estructuras sería prueba suficiente de que el Señor no estuvo perdiendo su
tiempo cuando hizo las amígdalas y el apéndice. Él tuvo, aparentemente, su
razón para hacerlo, pero estos pobres, inofensivos órganos, se han convertido
en una mina de oro para los médicos, quienes los quitan a la más ligera
provocación.
Se
nos dice que la posición vertical asumida por el cuerpo humano, que fuerza el
contenido de la región intestinal a viajar, parte del tiempo, cuesta arriba, es
la razón de la existencia del apéndice, que se ha perdido en las criaturas de
porte horizontal. Cada órgano no sólo tiene su propósito visible sino, también,
un invisible propósito espiritual, y puede ser envidiado el individuo que trata
de llevar su vida preservando intactos, en todo lo que le sea posible, sus
miembros y partes anatómicas originales.
En
cuanto a la deuda de la ciencia para con el cuerpo humano, debemos agregar que
el sistema decimal es el resultado del contar con los dedos del hombre
primitivo, por lo cual el número diez se convirtió en la unidad de enumeración.
El antiguo codo fue, también, la distancia entre el codo y el extremo del
segundo dedo, o aproximadamente, dieciocho pulgadas. Así sucede si retrocedemos
en el estudio de las cosas, encontrando que, casi todo con lo que el hombre se
ha rodeado, es una adaptación del cuerpo con el cual Dios ha envuelto su
espíritu.
El
hombre va conquistando, gradualmente, el control no sólo de los órganos de su
cuerpo sino, también, de sus funciones. La ciencia establece que ciertos
órganos funcionan mecánica o automáticamente, pero el ocultismo considera que
no hay nada mecánico en lo que se refiere a las funciones del cuerpo humano.
Tomemos el ejemplo de un obrero tirando un trozo de hierro entre las ruedas y
palancas de una maquina en perfectas condiciones de marcha. Se oirá un chirrido
y la maquina se detendrá.
Por
otro lado, si se tira, figuradamente, una llave inglesa dentro del cuerpo
humano, éste, inmediatamente, comenzará el proceso de eliminarla. Rodeará al
elemento extraño con una envoltura y tratará de absorberlo. Si esto es
imposible, tratará de arrojarlo hacia afuera por algún canal adecuado para ese
propósito. Si estos medios fracasan, se acostumbrará, en muchos casos, a la
presencia del obstáculo y procurará seguir sus funciones de algún modo.
Esto
demuestra, sin duda alguna, que las partes orgánicas del hombre poseen cierta
forma inherente de inteligencia; por lo tanto, ellas no son máquinas, porque
ninguna invención mecánica es capaz de tener inteligencia.
Paracelso, el gran médico suizo, quien, después de estar
muchos años en el lejano Oriente retornó a Suiza para enseñar medicina, fue el
primero que dio al mundo europeo su concepto de los espíritus de la Naturaleza.
Enseñó que las funciones de la Naturaleza estaban bajo el control de pequeñas
criaturas, invisibles para los sentidos normales pero que, trabajando a través
de los reinos de la vida, minerales, plantas, animales, y partes del cuerpo
humano, mantenían a todos ellos desenvolviéndose de una manera inteligente,
bajo el control de la gran jerarquía celestial de Escorpión, que tiene a su
cargo la construcción de los cuerpos en la Naturaleza, estos elementales son
las inteligencias invisibles que gobiernan el cuerpohumano y sus funciones.
Como
resultado de la siempre evolucionante conciencia del hombre, éste está
adquiriendo un control más completo de las funciones de sus diversos órganos.
Hay dos clases de músculos – voluntarios e involuntarios – siendo la diferencia
que los músculos voluntarios, que son controlados por la mente consciente del
individuo, tienen sus fibras que corren en dos modos y cruzándose entre si,
mientras que los involuntarios no tienen fibras que los crucen.
El
corazón ha sido considerado un músculo involuntario, pero está comenzando,
ahora, a mostrar fibras cruzadas, prefigurando así los días en que el hombre
consciente e inteligentemente regulará los latidos de su propio corazón. Lo
mismo reza, con respecto a todos los otros órganos que sobreviven a los
periódicos cambios que van teniendo lugar en la constitución del hombre.
Los
santos orientales pueden, con todo éxito, vivir sin que su corazón lata; pueden
pararlo y hacerlo latir a su voluntad. Echando la lengua hacia atrás y tapando
así el pasaje del aire a los pulmones, pueden permanecer por meses inmóviles.
Muchos chelas orientales, hacen
esto mientras reciben iniciaciones espirituales fuera del cuerpo físico.
Se
han registrado casos de santos que han sido enterrados vivos. Semanas más tarde,
al ser desenterrados, se encontró que el cuerpo estaba seco como un cuero. Se
le echó agua encima, y después de un cierto lapso, el hombre, que no había
respirado durante semanas, se levantó y empezó a caminar. Éste es el resultado
del extraordinario control que la mente es capaz de conquistar sobre las
funciones del cuerpo.
El ocultismo enseña que hay todo un universo dentro del
cuerpo humano; que él tiene sus mundos; sus planos, dioses y diosas. Millones
de diminutas células son sus habitantes. Éstas están agrupadas en reinos,
naciones y razas. Hay las células óseas y las
células nerviosas, y millones de estas pequeñísimas criaturas, al
agruparse, se transforman en una cosa compuesta de muchas partes.
El
Gobernador Supremo y Dios de este gran mundo es la conciencia del hombre que
dice: “yo soy“. Esta conciencia toma su universo y lo lleva hasta otra ciudad.
Cada vez que va y viene por las calles, ella toma sus centenares de millones de
sistemas solares y los lleva consigo, pero, siendo tan infinitesimales, el
hombre no puede comprender que ellos son realmente mundos.
Igualmente,
nosotros somos células individuales en el cuerpo de una creación infinita que
se mueve a si misma a través de la infinitud, a una velocidad desconocida. Los
soles, las lunas y estrellas, son, meramente, huesos del gran esqueleto
compuesto de todas las sustancias del universo.
Nuestras
propias minúsculas vidas son, simplemente, partes de esa infinita vida que
circula y palpita a través de las arterias y venas del espacio. Pero todo eso
es tan vasto que esta más allá de la comprensión de este pequeño “yo soy” en
nosotros. Por lo tanto, podemos decir que ambos extremos son, igualmente,
incomprensibles.
Vivimos
en un mundo medio, con infinita grandeza por un lado e infinita pequeñez por el
otro.
A
medida que nuestro desarrollo se va ampliando, también lo hace nuestro mundo,
dando como resultado el que vayamos comprendiendo cada vez más todas estas
maravillas.
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