Las inquietudes humanas son triples:
1. Inquietud relacionada con las acciones realizadas. 2. Inquietudes
relacionadas con la salud personal, las propiedades personales, la familia y
los amigos. 3. Inquietudes relacionadas con el ser y su futuro.
Una, dos o las tres originan inquietudes en el ser. Son inevitables e
inacabables. En la búsqueda de la felicidad, realizamos acciones que crean
consecuencias, y las consecuencias crean inquietudes. Toda acción tiene su
reacción o acción de signo contrario en el universo. Uno busca la salud, pero con
el tiempo la enfermedad se instala. Uno busca una pequeña
propiedad; la
propiedad, por naturaleza, tiene problemas correspondientes. Cuando hay
propiedad, existe el temor a perder la propiedad. Si alguien tiene piedras
preciosas, no puede dormir por temor a que se las roben. Lo mismo ocurre con
las inquietudes que nos vienen a través de la familia, que se supone es una
morada de dicha. A medida que uno progresa en la vida, a sabiendas o
involuntariamente puede haber descuidado o ignorado a amigos o parientes, de lo
que también se derivarán consecuencias.
Uno nunca puede resolver estas inquietudes; son como las olas del
océano. Uno no puede esperar la quietud de las olas para darse un chapuzón en
el océano.
La única manera de trascender las inquietudes es pensar en el
Omnipresente en todos estos lugares de donde surge la inquietud.
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