La Tradición Iniciática nos habla de un
tiempo que no es lineal sino cíclico donde se suceden cuatro períodos, edades
del mundo o “yugas”, vinculados al alejamiento progresivo del ser humano de la
Fuente Primordial. Según el investigador Mircea Eliade: “A las
disminuciones progresivas de la duración de cada nuevo yuga corresponde en el
plano humano una disminución de la duración de la vida, acompañada de un
relajamiento de las costumbres y de una declinación de la inteligencia. Esta
decadencia continúa en todos los planos –biológicos, intelectuales, éticos,
sociales, etcétera”. (1)
En Occidente, fue Hesíodo quien
describió con mayor claridad las cuatro edades en su obra “Los trabajos y los
días”, vinculándolas con cuatro metales simbólicos: oro, plata, bronce y
hierro, al mismo tiempo que en la India la fuente principal para encontrar
referencias diáfanas sobre las edades son los Puranas, donde sus nombres
aparecen relacionados con los dados indos: Krita (Satya), Treta, Dvapara y
Kali.
En la cosmovisión de los
indos, Brahma es considerado como el creador supremo y todo el
universo acompaña el ritmo de su respiración, es decir que cuando exhala, el
universo se manifiesta (Día de Brahma o Manvantara) y cuando inhala, éste se
contrae (Noche de Brahma o Pralaya). Cada día de Brahma se divide, a su vez, en
mil “Mahayugas” y cada uno de estos en cuatro “yugas” o edades de una
humanidad, a saber:
La vaca sagrada representa para los indos
esta progresiva pérdida de estabilidad. Siendo así, en la Edad de Oro la vaca
sagrada camina con cuatro patas, en la Edad de Plata con tres en la Bronce con
dos y en la de Hierro apenas puede mantenerse en pie apoyada en una sola pata.
En el Linga Purana puede leerse: “La duración relativa de las cuatro
edades es respectivamente de 4, 3, 2, 1”. Para todas las concepciones
tradicionales el número cuatro se vincula con la estabilidad y la integridad
(los puntos cardinales, los elementos, las fases de la luna, los vientos, las
estaciones, etc.)
En palabras de Chevalier: “Su
relación con la cruz hace (del número cuatro) un simbolo incomparable de
plenitud, de universalidad; un símbolo totalizador”. (2)
Esta proporción 4+3+2+1=10 es
fundamental para entender la duración simbólica de las cuatro edades, y las
patas de la vaca sagrada se relacionan con la duración proporcional de cada una
de las edades: cuatro tiempos la Edad de Oro, tres la de Bronce, dos la de
Plata y una la de Hierro. Las cifras “exotéricas” de duración de cada una de
las edades son las siguientes:
Krita Yuga (Edad de Oro) – 1.728.000 años
Treta Yuga (Edad de Plata) – 1.296.000 años
Dvápara Yuga (Edad de Bronce) – 864.000 años
Kali Yuga (Edad de Hierro) – 432.000 años
Treta Yuga (Edad de Plata) – 1.296.000 años
Dvápara Yuga (Edad de Bronce) – 864.000 años
Kali Yuga (Edad de Hierro) – 432.000 años
Si prestamos atención, veremos que estas
cifras enormes son meramente simbólicas y aplicando a cada una de ellas la
“reducción teosófica”, obtendremos:
Oro – 1.728.000 años, o sea 1+7+2+8+0+0+0=18,
reducido 1+8=9
Plata – 1.296.000 años, o sea 1+2+9+6+0+0+0=18, reducido 1+8=9
Bronce – 864.000 años, o sea 8+6+4+0+0+0=18, reducido 1+8=9
Hierro – 432.000 años, o sea 4+3+2+0+0+0=9
Plata – 1.296.000 años, o sea 1+2+9+6+0+0+0=18, reducido 1+8=9
Bronce – 864.000 años, o sea 8+6+4+0+0+0=18, reducido 1+8=9
Hierro – 432.000 años, o sea 4+3+2+0+0+0=9
Es decir, que –tras esas cifras gigantescas–
se esconde el número 9, una cifra vinculada a los ciclos y que
tradicionalmente se considera un número “completo”, pues es el producto de la
multiplicación de 3×3, es decir que “cierra un ciclo”. Esto también era
comprendido por los mayas que llamaban “bolon” al número 9, teniendo el sentido
de “cosa completa o ciclo” y por los pitagóricos que establecían una
correspondencia entre la circunferencia (360º, es decir 3+6+0=9) y el número
nueve. Además, “es sabido que el número nueve es tenido por
irreductible, ya que todos sus múltiplos y submúltiplos retornan siempre a él
(9 x 5 = 45 = 4 + 5 = 9; 9 x 8 = 72 = 7 + 2 = 9, etc.), y por ese motivo era
apreciado como perfecto y cíclico”. (3)
Desde una perspectiva simbólica, el 9 y el 10
están íntimamente ligados, pues mientras el 9 es un número relacionado a los ciclos
y que “cierra un ciclo”, el 10 es 1+0=1, es decir un “regreso a la unidad” (4),
y así puede entenderse tanto la Tetraktys pitágorica, los sephirots del
cabalístico árbol de la vida y la proporción de las edades: 4-3-2-1.
Esta proporción llevó al escritor
francés René Guénon a concluir que: “Si la duración del
Manvantara es 4.320, las de los cuatro yugas serán respectivamente 1.728,
1.296, 864 y 432; pero ¿por qué número habrá que multiplicarlas para obtener en
años la expresión de estas duraciones?
Es fácil observar que todos los números
cíclicos están en relación directa con la división geométrica del circulo: así,
4.320 = 360 x 12; no hay por otra parte nada arbitrario o puramente
convencional en esta división, pues, por razones que proceden de la correspondencia
que existe entre la aritmética y la geometría, es normal que ella se efectúe
según múltiplos de 3, 9, 12, mientras que la división decimal es la que
conviene propiamente a la línea recta.
No obstante, esta observación, aunque
verdaderamente fundamental, no permitiría llegar muy lejos en la determinación
de los períodos cíclicos, si no se supiera además que la base principal de
éstos, en el orden cósmico, es el período astronómico de la precesión de los
equinoccios, cuya duración es de 25.920 años, de manera que el desplazamiento
de los puntos equinocciales es de un grado en 72 años.
Este número 72 es precisamente un submúltiplo
de 4.320=72 x 60, y 4.320 es a su vez un submúltiplo de 25.920 = 4.320 x 6; el
hecho de que para la precesión de los equinoccios nos volvamos a encontrar los
números relacionados con la división del círculo es por lo demás otra prueba
del carácter verdaderamente natural de esta última”. (5)
Según estos cálculos de Guénon (que han sido
reafirmados por otros autores vinculados al esoterismo oriental) las duraciones
de los yugas serían las siguientes:
La perspectiva exotérica nos dice que ha
transcurrido apenas un 2% desde el comienzo del Kali-yuga, mientras que la
perspectiva esotérica tradicional nos dice –por el contrario– que esta edad de
oscuridad está llegando a su fin. ¡Vaya diferencia! En otras palabras, si
prestamos atención a la letra muerta que nos muestra el exoterismo indo, la
edad de hierro habría comenzado en el 3.102 a.C. y entonces faltarían 426.884
años para que llegue la edad de oro.
Una civilización tóxica
De acuerdo a las concepciones tradicionales
que venimos analizando, ahora mismo estamos inmersos en la Edad de Hierro,
considerada la más corta de las cuatro edades y donde el vicio es la regla y la
virtud la excepción. En esta época el hombre ha olvidado todo lazo con la
Fuente Primordial y vive “hacia afuera”, en función de lo tangible y material,
y desdeñando lo metafísico y espiritual.
La nuestra es una civilización suicida,
altamente tóxica a todo nivel, que –al divorciarse de la Madre Naturaleza– ha
provocado la ruina del medio ambiente. Jordi Pigem en su brillante
obra “Buena Crisis: Hacia un Mundo Postmaterialista” analiza la ruptura de este
vínculo con la Naturaleza y señala: “En la experiencia occidental de la
Naturaleza (…) podemos distinguir, a grandes rasgos, tres etapas. La
Naturaleza, vista como originariamente como un templo numinoso, pasó a
convertirse en mero escenario de la actividad humana, para luego quedar
reducida a objeto a medida que el ser humano emergía como sujeto autónomo y
poderoso. En este recorrido hemos aprendido mucho, pero también hemos perdido
algo que ahora urge recuperar”. (6)
Al final de ese largo recorrido involutivo
que relata Pigem, Gaia –la Madre Tierra– ha sido “cosificada” y confinada a ser
una mera fuente de mercancías, obedeciendo los mandatos insanos del llamado
“progresismo” surgido en los siglos XVIII y XIX, que aisló definitivamente al
ser humano de la Naturaleza y provocó una agudísima crisis ecológica que está
emparentada no solamente con la polución sino también con la superpoblación y
el consumismo.
Esta desviación provocada por la idea de un
“progreso constante” no es otra cosa que “Adharma”, es decir una pérdida del
propósito, donde el equilibrio natural ha sido destruido y donde la relación
saludable entre el ser humano y los ciclos naturales se ha perturbado.
Esta época fue descrita por Guénon como el
“reino de la cantidad” en detrimento de la calidad, donde existe un exceso de
información y una escasez de sabiduría. En este reino de la cuantificación el
“Tener” ha desplazado al “Ser” y domina la masa, la estadística, la acumulación
–tanto de dinero y propiedades– como de información.
Kalki Avatara
Este reino de la cantidad es presidido según
las fuentes indas por el demonio Kali (¡que no debe confundirse con
la diosa Kali!), que es quien intenta detener el inexorable avance de la Luz y
la llegada triunfal del último avatara de Vishnú, llamado Kalki. (7)
Los Puranas describen con exactitud
los sucesos del Kali-yuga, es decir las características fundamentales de
nuestro mundo contemporáneo:
“En el Kali-Yuga, los hombres vivirán
atormentados por la envidia, irritados, sectarios, indiferentes a las
consecuencias de sus actos. Estarán amenazados por la enfermedad, el hambre, el
miedo y terribles calamidades. Sus deseos estarán mal orientados, su saber será
utilizado con fines malvados. Serán deshonestos. Muchos perecerán con crueldad.
La nobleza declinará, y los esclavos
pretenderán gobernar y compartir con los sabios, el conocimiento, las comidas,
los sitiales, y los lechos. Los gobernantes serán, en su mayoría, de bajísima
cuna. Serán tiránicos dictadores. Se matará a los fetos y a los héroes. Los
artesanos querrán desempeñar el papel de los sabios, los sabios el de los
artesanos.
Los ladrones se convertirán en reyes, y los
reyes en ladrones. Raras serán las mujeres hermosas. Se extenderá la
promiscuidad. La armonía social desaparecerá por todas partes. La tierra no
producirá casi nada en algunos lugares y producirá mucho en otros. Los
gobernantes se apoderarán de los bienes, y dejarán de proteger al pueblo.
Mercaderes de baja cuna serán honrados como
si fueran sacerdotes, y entregarán a gente que no es digna de ello, los
peligrosos secretos de las ciencias tradicionales. Los maestros se envilecerán
vendiendo su saber. Los pocos maestros puros se refugiarán en una anónima vida
errante.
Los hombres de negocio se involucrarán en el
pequeño comercio y ganarán su dinero engañando. Incluso cuando no haya
emergencia alguna, la gente considerará bastante aceptable, cualquier ocupación
degradada.
Nadie dejará de emplear un lenguaje grosero,
nadie cumplirá con su palabra, todos serán envidiosos. (…) Gente sin principios
predicará a los demás la virtud. Reinará la censura, y en las ciudades se
formarán asociaciones de criminales que gobernarán. Los hombres se matarán
entre sí, y matarán también a los niños, a las mujeres, y a las vacas. Los
sabios serán condenados a muerte.
La violencia, las mentiras y la inmoralidad
estarán a la orden del día. La piedad y la naturaleza del bien se desvanecerán
lentamente. La pasión y la lujuria serán la única atracción entre los sexos.
Las mujeres serán objetos de placer sexual. La mentira será la línea límite de
subsistencia. La gente culta será ridiculizada y puesta en vergüenza; en el
mundo la ley del más rico sera la única ley”.
El exagerado individualismo contemporáneo,
donde cada persona se considera una entidad aislada de las demás y que debe
buscar su propio beneficio, en desmedro del bien común, nos ha convertido en
una sociedad de “perfectos idiotas”, teniendo en cuenta que esta palabra
(“idiota”), en su etimología griega nos habla de “aquella persona que
se ocupa de sus propios asuntos, desentendiéndose de los asuntos comunitarios”.
Mientras no tomemos conciencia de que lo
que es bueno para la colmena es bueno para la abeja no dejaremos de ser
una sociedad de perfectos idiotas.
Sin embargo –tal como veremos en un próximo
artículo que publicaré dentro de dos semanas– no debemos desesperanzarnos sino
tomar conciencia de que después de las tinieblas inexorablemente llega la
luz: Post Tenebras Lux.
Notas bibliográficas
(1) Eliade, Mircea: “El mito del eterno
retorno”
(2) Chevalier, Jean: “Diccionario de símbolos”
(3) González, Federico: “El simbolismo precolombino”
(4) La relación entre el 9 y el 10 también puede encontrarse en el simbolismo de la rueda, ya que el punto central se vincula con la unidad mientras que a la circunsferencia (3+6+0) se le asigna simbólicamente el número 9.
(5) Guénon, René: “Algunas observaciones sobre la doctrina de los ciclos cósmicos”
(6) Pigem, Jordi: “Buena Crisis: Hacia un Mundo Postmaterialista”
(7) Véase: Kalki Purana
(8) Corpus Hermeticum: “Asclepios”
(2) Chevalier, Jean: “Diccionario de símbolos”
(3) González, Federico: “El simbolismo precolombino”
(4) La relación entre el 9 y el 10 también puede encontrarse en el simbolismo de la rueda, ya que el punto central se vincula con la unidad mientras que a la circunsferencia (3+6+0) se le asigna simbólicamente el número 9.
(5) Guénon, René: “Algunas observaciones sobre la doctrina de los ciclos cósmicos”
(6) Pigem, Jordi: “Buena Crisis: Hacia un Mundo Postmaterialista”
(7) Véase: Kalki Purana
(8) Corpus Hermeticum: “Asclepios”
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