La Ley de la
Intención y el Deseo
by Carolina GArte :
The Tree Of Life, Gustav Klimt
En el principio era el
deseo, primera semilla de la mente; los sabios, habiendo meditado en su
corazón, descubrieron por su sabiduría la conexión entre lo existente y lo
inexistente.
- Himno de la Creación, Rig Veda
- Himno de la Creación, Rig Veda
La Ley de la
Intención y el Deseo se basa en el hecho de que la energía y la información
existen en todas partes en la naturaleza. En efecto, a nivel del campo cuántico
solamente hay energía e información. Campo cuántico es sólo otra manera de
denominar el campo
de la conciencia pura o de la potencialidad pura. Y en este
campo cuántico
influyen la intención y el deseo.
Cuando una flor, un
arco iris, un árbol, una hoja de hierba, un cuerpo humano se descomponen en sus
partes esenciales, vemos que éstas son energía e información. Todo el universo,
en su naturaleza esencial, es el movimiento de la energía y la información. La
única diferencia entre nosotros y un árbol es el contenido de información y de
energía de nuestros respectivos cuerpos.
En el orden general
de la naturaleza, nosotros, los seres humanos, pertenecemos a una especie
privilegiada. Tenemos un sistema nervioso capaz de tomar conciencia del
contenido de energía e información de ese campo particular que da origen a
nuestro cuerpo físico. Experimentamos ese campo subjetivamente en forma
de pensamientos, sentimientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos,
impulsos y creencias. Este mismo campo es percibido objetivamente como el
cuerpo físico – y por medio del cuerpo, percibimos ese campo como el mundo.
Pero todo está hecho de lo mismo.
Nuestro cuerpo no es
independiente del cuerpo del universo, porque al nivel de la mecánica cuántica
no existen fronteras bien definidas. Somos como una onda, una ola, una
fluctuación, una circunvolución, un remolino, una perturbación localizada en un
campo cuántico más grande. Ese campo cuántico más grande – el universo – es
nuestro cuerpo ampliado.
El sistema nervioso
humano no solamente es capaz de tomar conciencia de la información y de la
energía de su propio campo cuántico, sino que, como la conciencia humana es
infinitamente flexible a través de ese maravilloso sistema nervioso, podemos
cambiar conscientemente el contenido de información que da origen a nuestro
cuerpo físico. Podemos cambiar conscientemente el contenido de energía y de
información de nuestro propio cuerpo de mecánica cuántica y, por tanto, influir
en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado –
nuestro entorno, el mundo – y hacer que sucedan cosas en él.
Este cambio
consciente se logra a través de las dos cualidades inherentes a la conciencia:la
atención y la intención. La atención da energía, y la intención
transforma. Cualquier cosa a la cual prestemos atención, crecerá con más fuerza
en nuestra vida. Cualquier cosa a la cual dejemos de prestar atención, se
marchitará, se desintegrará y desaparecerá. Por otro lado, la intención
estimula la transformación de la energía y de la información. La intención
organiza su propia realización.
El acto de dirigir
la intención sobre el objeto de la atención desencadenará una infinidad de
sucesos espacio-temporales orientados a producir el resultado buscado, siempre
y cuando que uno cumpla las otras leyes espirituales del éxito. Esto se
debe a que la intención, dirigida sobre el campo fértil de la atención, tiene
un infinito poder organizador. Infinito poder organizador significa
poder para organizar una infinidad de sucesos espacio-temporales, todos al
mismo tiempo. Vemos la expresión de este infinito poder organizador en cada
hoja de hierba, en cada flor de manzano, en cada célula de nuestro cuerpo. Lo
vemos en todo lo que vive.
En el orden general
de la naturaleza, todo se conecta y se correlaciona con todo lo demás. Cuando
la marmota sale de su madriguera subterránea, sabemos que se avecina la
primavera. Las aves comienzan a migrar en cierta dirección en determinada época
del año. La naturaleza es una sinfonía. Y esa sinfonía es orquestada en
silencio desde el fundamento último de la creación.
El
cuerpo humano es otro buen ejemplo de esta sinfonía. Una sola
célula del cuerpo humano realiza cerca de seis billones de funciones por
segundo, y debe saber lo que todas las demás células están haciendo al mismo
tiempo. El cuerpo humano puede tocar un instrumento musical, matar gérmenes,
hacer un bebé, recitar poesías y observar el movimiento de las estrellas, todo
al mismo tiempo, porque el campo de la correlación infinita es parte de su
campo de información.
Lo que es asombroso
acerca del sistema nervioso de la especie humana es que puede gobernar ese
infinito poder organizador a través de la intención consciente. En
la especie humana, la intención no está fija o encerrada en una red rígida de
energía e información. Tiene una flexibilidad infinita. En otras palabras,
mientras no infrinjamos las otras leyes de la naturaleza, a través de nuestra
intención podemos, literalmente, dirigir las leyes de la naturaleza para
convertir en realidad nuestros sueños y nuestros deseos.
Podemos poner a
trabajar para nosotros al computador cósmico, con su infinito poder
organizador. Podemos ir hasta ese fundamento último de la creación e introducir
una intención, y con sólo hacerlo, activar el campo de la correlación
infinita. La intención sienta las bases para el flujo fácil, espontáneo
y suave de la potencialidad pura, que busca pasar de lo inmanifiesto a lo
manifiesto. La única advertencia es que utilicemos nuestra intención
para beneficio de la humanidad; pero eso es algo que sucede espontáneamente
cuando uno está alineado con las siete leyes espirituales del éxito.
La
intención es el verdadero poder detrás del deseo. La sola
intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado. El solo
deseo es débil, porque en la mayoría de los casos es atención con apego. La
intención es desear respetando estrictamente todas las demás leyes, pero en
particular la sexta ley espiritual del éxito: la ley del desapego. La
intención, combinada con el desapego, lleva a una conciencia del momento
presente centrada en la vida. Y cuando la acción se realiza teniendo conciencia
del momento presente, su eficacia es máxima. La intención mira hacia
el futuro, pero la atención está en el presente. Mientras la atención esté en
el presente, la intención hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea
en el presente. Debemos aceptar el presente tal como es. Aceptemos el presente
y proyectemos el futuro. El futuro es algo que siempre podemos crear
por medio de la intención desapegada, pero nunca debemos luchar contra el
presente.
El pasado, el presente
y el futuro son propiedades de la conciencia. El pasado es recuerdo, memoria;
el futuro es expectación; el presente es conciencia. Por consiguiente, el
tiempo es el movimiento del pensamiento. Tanto el pasado como el futuro nacen
en la imaginación; solamente el presente, que es conciencia, es real y es
eterno. Lo es. Es la potencialidad para el mundo del espacio y el tiempo, la
materia y la energía. Es un campo eterno de posibilidades que se
experimenta a sí mismo en forma de fuerzas abstractas, trátese de la luz, el
calor, la electricidad, el magnetismo o la gravedad. Estas fuerzas no están ni
en el pasado ni en el futuro; sencillamente son.
Nuestra
interpretación de estas fuerzas abstractas hace posible que tengamos la
experiencia de los fenómenos concretos. Las interpretaciones que recordamos de
las fuerzas abstractas crean la experiencia del pasado, mientras que las que
anticipamos crean el futuro. Ellas son las cualidades de la atención en la
conciencia. Cuando estas cualidades se liberan de la carga del pasado, la
acción en el presente se convierte en suelo fértil para la creación del futuro.
La intención
focalizada es la atención que no se aparta de su propósito. Tener una intención
focalizada significa mantener nuestra atención en el resultado que perseguimos,
con un propósito tan inflexible que impida completamente que cualquier
obstáculo consuma o disipe la concentración de nuestra atención. Se eliminan de
la conciencia todos los obstáculos, de manera total y completa. Así podemos
mantener una serenidad inconmovible, a la vez que mantenemos con pasión intensa
el compromiso con nuestro objetivo. Éste es, simultáneamente, el poder
de la conciencia sin apego y la intención focalizada.
Cinco pasos para poner
en práctica la ley de la intención y el deseo. Cuando sigamos estos cinco pasos
para cumplir nuestros deseos, la intención generará su propio poder.
1) Entremos en
el espacio de la conciencia pura. Eso significa ubicarnos en medio de
ese espacio silencioso que hay entre los pensamientos, entrar en el silencio –
ese nivel de sólo ser que es nuestro estado esencial.
2)
Una vez establecidos en ese estado de sólo ser, liberemos nuestras intenciones
y nuestros deseos. Cuando uno está realmente en ese espacio, no hay
pensamiento, no hay intención; pero en cuanto sale de él – en esa unión entre
el espacio silencioso y un pensamiento – es posible introducir la intención. Si
tenemos una serie de metas, escribámoslas y concentremos nuestra intención en
ellas antes de entrar en el espacio silencioso. Si deseamos una carrera de
éxito, por ejemplo, debemos entrar en el espacio silencioso con esa intención,
y así la intención ya estará allí como una tenue llama vacilante en nuestra
conciencia. Liberar las intenciones y los deseos en este espacio significa sembrarlos
en el suelo fértil de la potencialidad pura y esperar a que florezcan en el
momento propicio. No es conveniente desenterrar las semillas de los deseos para
ver si están creciendo, o aferrarse rígidamente a la manera como deberán
desarrollarse. Lo único que hay que hacer es dejarlas libres.
3) Permanezcamos
en el estado de auto-referencia. Esto significa permanecer
establecidos en la conciencia de nuestro verdadero yo – nuestro espíritu,
nuestra conexión con el campo de la potencialidad pura. También significa
no vernos a nosotros mismos a través de los ojos del mundo, o dejarnos influir
por las opiniones y las críticas de los demás. Una buena manera de mantener el
estado de autoreferencia es no divulgar nuestros deseos; no compartirlos con
nadie, a menos que la otra persona tenga exactamente los mismos deseos que
nosotros y entre los dos exista una unión fuerte.
4) Renunciemos
a nuestro apego al resultado. Esto significa renunciar a nuestro
rígido interés por un resultado específico y vivir en la sabiduría de la
incertidumbre. Significa disfrutar cada momento de la jornada de la vida,
aunque desconozcamos el desenlace.
5) Dejemos
que el universo se encargue de los detalles. Nuestras intenciones y
nuestros deseos, una vez liberados en el espacio silencioso, tienen un infinito
poder organizador.
Confiemos en que ese
infinito poder organizador de la intención orquestará todos los detalles por
nosotros.
Recordemos que
nuestra verdadera naturaleza es el espíritu puro. Llevemos la conciencia de
este espíritu a donde quiera que vayamos, liberemos suavemente nuestros deseos,
y el universo manejará los detalles por nosotros.
Deepak Chopra, “Las siete leyes espirituales del éxito”.
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