La Luna llena tendrá lugar el miércoles 6 de septiembre
La Luna llena en Piscis que
está por acontecer vendrá impregnada de una alta dosis de sensibilidad, a tal
punto que, a nivel emocional, tenderemos a experimentarnos más vulnerables,
hipersensibles e influenciables ante los estímulos del medio.
De alguna manera seremos más permeables
a todo lo que ocurra en nuestro territorio, ya sea externo o interno; todo lo
que allí suceda calará más profundamente en nosotros y esto podría, a menos que
seamos capaces de adaptarnos a las circunstancias, hacernos sentir invadidos,
alienados, o bien, sumergidos en una especie de caos y/o confusión que puede
llegar a ser realmente abrumador.
Y es que, además de desplegar
su luz sobre el profundo e irracional signo de Piscis, la Luna llena estará
acompañada por Neptuno, planeta regente de este enigmático signo, quien se
encontrará reclamando como un rey la potestad de su oceánico territorio,
haciéndonos experimentarlo con mayor intensidad y plenitud, ya sea que
manifieste su energía de forma densa o sutil.
En este sentido, lo que
marcará la diferencia será la actitud que asumamos al respecto. Con los
asuntos neptunianos, será siempre la la fe, la humildad, la aceptación, el
perdón, y el amor incondicional lo que nos permitirá integrar su energía y
darle el mejor cauce posible.
Fe, que no fanatismo; humildad, que no
humillación; aceptación, que no conformismo; perdón, que no sumisión;
amor incondicional, siempre.
Y es que con Piscis y Neptuno
tendemos a ceder todo, a negarnos, a permitir ser alienados, pisoteados,
sometidos, manipulados, y hay que saber discernir, cualidad propia de Virgo,
signo desde el cual el Sol iluminará esta Luna, para no caer en el juego de la
sombra pisciana y vibrar desde niveles más elevados de su energía.
Discernir por ejemplo entre la entrega amorosa y la sumisión, proveniente
esta última del miedo y la desvalorización.
Otra tendencia negativa de la
Luna en Piscis, máxime cuando se encuentra en conjunción a Neptuno, es ejercer
una especie de manipulación emocional que no es más que una forma negativa de
supervivencia ante el sentimiento de inferioridad o desvalimiento.
La persona, al sentir que no
tiene el control de la situación y que no puede conseguir sus propósitos de
manera natural, manipulará, comunmente, a través de la victimización. Así
que hemos de estar atentos a no caer en actitudes manipuladoras propias o
ajenas.
Piscis y su regente moderno, Neptuno,
como buen planeta transpersonal, pueden conducirnos, según como vivenciemos sus
energías, a experiencias extremas, ya sea de éxtasis o de dolor, pueden
sumergirnos en la plenitud y el gozo de la gracia divina, como también
ahogarnos en la desesperación y hacernos sentir profundamente miserables.
Pueden, así mismo, llevarnos
a experimentar tanto la sublime belleza del arte y de los mundos sutiles, como
la horrible decadencia del vicio y la marginación.
Y todo esto no es más que
parte del juego de maya, pero la energía de este planeta y de este signo
también nos brinda la oportunidad de trascender esa ilusión, cuando nos
entregamos por completo al Ser, soltando todos lo paradigmas y programaciones
que han modelado nuestra estructura egóica, retornando a nuestra verdadera
naturaleza.
Mientras tanto, será importante tener
en cuenta que la manera como gestionemos las experiencias, ya sea
divinamente extáticas o terriblemente dolorosas, como las que puede llegar
a vivenciar nuestra alma en esta lunación, será lo que nos permita o nos
dificulte integrar lo más sanamente posible la energía neptuniana.
No es lo mismo, por ejemplo,
fundirnos en comunión con lo Sagrado y experimentar con humildad y sencillez la
gracia de nuestra verdadera naturaleza y obrar desinteresadamente desde esa
estado interior, que creernos un mesías o salvador, esperando reconocimiento y
pleitesía por ello.
Al igual que no es lo mismo
experimentar el dolor y drenarlo sanamente, sanando nuestras heridas, que
revolcarse en el sufrimiento y sentirnos miserables e indignos,
autocompadeciéndonos y quedándonos en el papel de víctima de otros o de las
circunstancias y culpabilizándolos a ellos o, incluso, a nosotros mismos, por
todos nuestros males.
De nuevo, el amor incondicional es la
clave que marcará la diferencia, permitiéndonos trascender el dolor, el miedo y
cualquier emoción negativa que pudiera surgir en el alma.
Contaremos además para ello
con la fuerza transmutadora de Plutón en Capricornio que estará involucrado en
un sextil con la Luna y Neptuno en Piscis y en un trígono con Sol en Virgo,
estimulando la transformación de miedos, bloqueos y condicionamientos
limitantes, lo cual facilitará la sanación interior que especialmente en estos
tiempos precisamos de una forma u otra.
Por otra parte, esta
interacción puede también movilizar nuestro lado más perfeccionista, obsesivo,
manipulador, misterioso, controlador y suspicaz, así como favorecer la
revelación de secretos o enigmas y potenciar nuestro psiquismo e intuición.
Con la Luna llena en Piscis también
podemos sentirnos más inspirados, lo cual favorecerá la natural tendencia
pisciana a canalizar la belleza de los mundo sutiles a través de formas de arte
tales como la poesía, la música, la danza, el cine y la fotografía.
Piscis es además el signo de
la ilusión, tanto aquella representada por la vida misma como aquella que que
elaboramos en nuestro imaginario, es por ello que estaremos más soñadores que
de costumbre, más fantasiosos y también más nostálgicos, echando de menos ese
pasado que nunca volverá y al que, gracias a la energía lunar, podremos
transportarnos a través de los recuerdos.
Si vibramos en el nivel más
alto de la energía pisciana podremos ser capaces de trascender esa ilusión que
parece atraparnos constantemente y experimentar el florecimiento de nuestra
verdadera naturaleza, eterna e inmutable, plena y dichosa.
Recordemos que Piscis es también el
signo de la espiritualidad y la autotrascendencia, así que esta Luna es muy
favorable para meditar y reconectar con la fuente y en especial con la energía
de la Madre Divina.
La Luna representa, además de
nuestra dimensión emocional, el principio de lo femenino por excelencia, a la
madre, el hogar y el territorio que nos es familiar, ya sea nuestra propia
casa, pueblo o ciudad y país, así como nuestras raíces ancestrales y, como es
cíclica, representa también las fases de la vida y, por lo tanto, puede hacer
alusión también a la infancia y la juventud y su necesidad de nutrición y
supervivencia, a la etapa madura de la madre que nutre, a la anciana que cura y
aconseja con su saber y la misteriosa y poderosa bruja, que representa el
vacío, la obscuridad, la sabiduría profunda de la sombra y el gozo de retornar
a la fuente y de fundirnos con ella a través de la meditación.
En este sentido esta Luna
conjunta a Neptuno en Piscis nos permitirá abordar lo femenino desde un punto
de vista más profundo y espiritual, descubrir la belleza de su sacralidad para
honrarla como se merece, con la acción pura, detallista, devota y servicial que
el Sol en Virgo nos propone.
Es posible también que conectemos con
una especie de nostalgia de la fuente materna e incluso con algún miedo y/o
tristeza relacionado con nuestra madre o con cualquier figura que represente en
nuestra vida ese principio materno, ya
sea porque esta se encuentre lejos o atravesando algún sufrimiento o
enfermedad, porque ya no se encuentre en este plano de existencia o simplemente
porque, de alguna manera, nos sintamos separados de ese principio femenino, que
nos ha dado origen.
También podría suceder que
nuestra familia, casa o territorio esté atravesando por un período de caos,
sufrimiento, confunción y desdicha o, en el mejor de los casos, por algún tipo
de experiencia de tipo artístico o espiritual.
Puede que nos toque asistir a
algún lugar de naturaleza neptuniana tal como un hospital, una cárcel, un
monasterio o ashram, un centro artístico o algún lugar marítimo, que de alguna
forma nos toque la fibra más sensible del alma.
Quizá sintamos la necesidad de estar
aislados, de recogernos en nuestro hogar o en algún lugar de retiro o escapada
y, sobre todo, en ese templo interior que es el alma.
Meditemos pues en ese espacio
sagrado para que esta Luna nos prodigue su amor incondicional y nos arrope con
sus bendiciones, sanando cualquier dolor y llenando cualquier vacío ilusorio
con su abrazo eterno y trascendente, fundiéndonos en ese verdadero vacío, pleno
de gozo, inherente a nuestra naturaleza divina.
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