Michael Berg
Al inicio de la porción Jayéi Sará, la madre de Yitsjak, Sará, deja este
mundo físico. Luego tenemos la historia del encuentro entre Yitsjak y su alma
gemela, Rivká, que termina con un versículo muy interesante. El versículo dice
que Yitsjak finalmente encontró consuelo por la muerte de su madre. Una de las
cosas que lo hace tan interesante es que no encontramos a menudo discusiones
sobre las emociones de las personas justas, los patriarcas y las matriarcas;
sin embargo, aquí la Torá nos permite ver la gran cantidad de dolor por el que
pasaba Yitsjak después del fallecimiento de su madre. Nos cuentan que ocurrió
algo que logró consolarlo, y el Zóhar nos revela qué fue.
Lo que queremos despertar en nosotros a partir de esto es que la barrera
que separa este mundo físico del mundo de las almas no es una barrera real. Tal
y como mi padre, Rav Berg, solía decir: “El mundo es una ilusión”. Y si bien
podemos oír esto todo el tiempo, la realidad es que esa ilusión es fuerte, y
todos nosotros, en cierta medida, hemos caído en ella. Esta es la primera y una
de las pocas veces en las que encontramos tal revelación, donde las puertas se
abren y cae el muro que separa el mundo físico (donde vivían Yitsjak y Rivká)
del mundo de las almas (donde reside Sará), lo cual permite que Yitsjak
converse y esté con su madre como antes. Este es un regalo que también está
disponible para nosotros en este Shabat.
Nunca podremos derribar esta muralla si seguimos estancados en la
ilusión de la separación de los dos mundos y atados a ella. Pero en el Shabat
de Jayéi Sará podemos pedir despertar el deseo de superar la ilusión de la
muralla que existe entre el mundo físico en el que vivimos y el mundo de las
almas, el mundo verdadero. Con cada esfuerzo que hagamos en despertar esta
conciencia, esa muralla de separación cae un poco más para todos nosotros a
nivel individual y para el mundo.
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