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13 de septiembre de 2018

EL CAMINO A NO SENTIR DOLOR


Michael Berg

La porción Qui Tavó trata acerca de las llamadas maldiciones y bendiciones. Está escrito que, a lo largo de la historia, cuando se leen las maldiciones —que parecen ser negativas— la gente no quiere ser llamada a la Torá y recibir la aliyá porque piensan que, con tan sólo escuchar las maldiciones, estas caerían sobre ellos. Sin embargo, el gran Kabbalista Rav Yisrael, o el Maguid, de Koznitz siempre pedía específicamente esa aliyá. ¿Por qué?


Aunque el Zóhar nos dice que dentro de esas maldiciones hay grandes bendiciones ocultas, Rav Áshlag dijo que la razón por la que Rav Yisrael de Koznitz pedía la aliyáde las maldiciones no era porque mientras las leía pensaba: “Oh, me estoy conectando con las bendiciones que están dentro de estas maldiciones”. Más bien era porque las entendía en un sentido literal. Las maldiciones son incómodas, y él las aceptaba como parte de su proceso.

Una de las preguntas que Rav Áshlag hace en su introducción al Zóhar es: Si la Luz del Creador es buena y la naturaleza de todo lo bueno es otorgar bondad, ¿por qué la humanidad —creada por el Creador— pasa tanto tiempo de su vida con dolor y sufrimiento? Porque la verdad es que nuestra alma en realidad nunca siente dolor. Nada de lo que hablamos y experimentamos es el dolor de nuestra alma, más bien es la conciencia del cuerpo, el Deseo de Recibir para Sí Mismo. Y un individuo que haya eliminado completamente el Deseo de Recibir para Sí Mismo no siente dolor y nunca lo sentirá.

Todo dolor que sentimos tiene solo un propósito: hacer que reconozcamos que sentir así sea un mínimo dolor es un resultado de nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo. Y sólo hay una cosa que podemos hacer con ello: convertir ese egoísmo completamente en Deseo de Compartir. Mientras no cambiemos por completo nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo en Deseo de Compartir, el dolor será una constante. Así pues, cada vez que sentimos dolor es por un único propósito: darnos cuenta de que no podemos aferrarnos más a nuestro ego, debemos soltarlo y transformarlo completamente en Deseo de Compartir. Esto no es momentáneo, es la realidad de la conciencia del cuerpo y el egoísmo. A veces solo hay un poco de dolor y aprendemos nuestra lección, mientras que otras veces empeora… No porque el Creador nos esté castigando, sino porque nuestra alma dice: “¡Dime en modo claro cuán rápida e intensamente me tengo que librar de mi ego!”.

No hay otra opción. Podemos orar y estudiar todo el día, hacer todas las conexiones y ser muy caritativos, pero si nos quedamos con nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo, habrá dolor; no hace ninguna diferencia cuán “espirituales” seamos o cuántas acciones espirituales hagamos, porque no eliminaremos el ego y el dolor de ese modo. Al saber esto, podemos entender que cuando Rav Yisrael de Koznitz se dirigía a la Torá y decía: “Dame las maldiciones”, lo que en esencia decía era: “Dame tanto como pueda soportar para impulsarme al máximo a cambiar”. 

Porque como Rav Áshlag explica: no hay forma de escapar del dolor salvo mediante la transformación absoluta del ego.

Si somos sinceros con nosotros mismos, ¿cuántos de nosotros, en cada momento de dolor e incomodidad, decimos que es culpa de alguien o algo más? No obstante, ahora entendemos la importancia de reconocer por qué estamos sintiendo ese dolor y de responsabilizarnos. De ahora en adelante, debemos recordar que la razón por la que lo sentimos es porque en ese momento nos piden que nos libremos más de nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismos. Una vez que lo hagamos, no habrá dolor.

Por lo tanto, un regalo que recibimos de las maldiciones de Shabat Qui Tavó es despertar mediante el dolor, entender que no hay otra salida. Debemos concentrarnos mucho en la disminución de nuestro ego, para que cada vez que llegue el dolor digamos: “Entiendo por qué ocurre esto. Me está indicando que sigo apegado a mi ego y a mi naturaleza egoísta”. Porque si seguimos apegados a esas cosas, significa que quizá solo estamos sintiendo un poco de dolor ahora, pero que ese camino nos lleva a más dolor si no lo transformamos. 

Desafortunadamente, no hay un camino intermedio en el que podamos ser un poco espirituales, estar mínimamente conectados y de todas formas disminuir algo de dolor. No funciona así. No obstante, la buena noticia es que, si nos lo tomamos en serio y lo entendemos, podremos trabajar a fin de pasar al otro camino, aquel en el que sin importar nada, nunca hay dolor.

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